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De espaldas

Disco rallado

Por fin me ha dado tiempo: hasta ahora no había podido leer todos los comentarios al artículo en el que ElPez, habla sobre el programa televisivo "Planeta Encantado", que emiten en La Primera, los domingos por la noche. Lo dirige el famoso J.J. Benítez.


Nunca he leido nada de este señor. Me dan yu-yu estos libros que la gente te recomienda como si fuesen el Santa Santorum de la literatura. Quizás es que no me fie del criterio de la mayoría. No sé. Lo cierto es que, de por sí, me provocan un rechazo que, la verdad, tampoco me he preocupado en solventar. Una, al final, acaba aceptando que no es más mala o menos buena por el mero hecho de tener filias o fobias, según se mire. Y este es el caso de la fobia: todo lo que huele a best-seller me provoca dentera. Puede que sea un postura "intelectualmente" correcta. No lo sé. A estas alturas de la película, y después de haber defendido la validez, como escritora, de Corín Tellado, soy capaz casi de cualquier cosa. Pero me estoy desviando... A lo que iba: qué fácil es percatarse de cómo, los que carecen de argumentos válidos, se parapetan en la futilidad de la imaginación y de la ensoñación para justificar sus comportamientos.


Las manifestaciones reiteradas sobre algo que no posee más certeza que la que le otorga el sujeto -por tanto, subjetiva y por extensión emotiva-, como único argumento en un enfrentamiento discursivo, no son más que un claro ejemplo de hasta dónde somos capaces de llegar cuando no somos capaces de aceptar que nuestra verdad no es la universal. O sea, obcecación.


Me ha hecho gracia leer los comentarios de un tal José, porque me ha recordado a mí, cuando, en algunos momentos, a sabiendas de mi debilidad frente al contrario, no cesaba de repetir, de manera machacona, como un disco rallado, lo que sabía que, por mi falta de empatía, me podían rebatir de manera válida. Quizás, con la esperanza de que mi bloqueo mental fuese suficiente para frenar algo que, a priori, me desagradaba.

Es cierto eso que dicen de que no hay más ciego que el que no quiere ver. Pero qué difícil es darse cuenta de que no quieres ver...

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