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De espaldas

Historias de niños

Hace un rato estaba recordando una historia que alguien me contó cuando era niña. No sabría citar con certeza la persona que me mencionó la anécdota en cuestión, pero sí que sé que durante muchos años he creído en ella, como algo que ocurrió en realidad. Ahora sé que aquello no sucedió, o que si sucedió, no fue en la forma que yo había memorizado. Quizás, simplemente, adorné cuatro palabras, pronunciadas de manera instrascendente, para otorgarles la categoría de fábula-cuento-ensoñación... No me ha gustado saber la verdad. El recuerdo se ha convertido en algo frío, carente del cariño que, el hecho de pertener a la infancia de mi padre, le daba un valor añadido.

A veces, cuando insistimos en mostrar la verdad, tal cual nos parece que es; cuando nos desgañitamos porque se conozca nuestra versión de los hechos, deberíamos de preguntar al que escucha, si realmente necesita todo ese entramado logístico para que una circunstancia, una situación, un sentimiento, sea recordado como tal. Hubiese preferido mil veces que no me corrigiesen "no, niña, no, eso que cuentas no ocurrió así". Sé que los Reyes Magos no existen. Sí. Pero esa es una mentira popular. Mi verdad a medias era tan privativa que tenía hasta el color de la tarde, deslizándose por la calle Larga grabado en la imagen que sostenía el recuerdo.

Es una vil putada.

3 comentarios

Bambolia -

"Tiempos difíciles". Ése es el título de la novela de Dickens. No me ha hecho falta mirarlo, pero mi cabeza no fluye como toca -si es que ha de tocar de alguna forma-: me he acordado cuando abría la nevera, en casa de mis padres. ¿Por qué? Ni puñetera idea, :-)

Bambolia -

Hace cuatro años me regalaron los cuentos completos de Dickens y vaya tela... ¡menuda depresión! Claro, que Dichens es deprimente, sin más. Estoy un poco espesa para expresarme con claridad, pero bueno... Todavía tengo en la memoria la imagen lóbrega, gris, entristecida de la ciudad-pueblo donde se desarrollaba una de las últimas novelas que leí de él. Como siempre, el título, perdido entre mis neuronas inactivas. Luego lo buscaré.

Estoy por poner de moda la práctica de la "ausente por convicción", en plan tapones de algodón encerados, :-)

Apostolic Product -

Eso de cambiar el final de los cuentos o inerpretarlos a tu manera es lo mejor. Yo, pr ejemplo, no podía aguantar el final, durísimo del cuento de "La sirenita", el original. Y siempre me inventaba un final feliz. También el cuento "Los zapatitos rojos" me dejaba hecha polvo, por el final tan dramático. Y "La cerillera", que se muere congelada la pobre. Uffff. Ahora que lo pienso ¡menudos cuentos más deprimentes me tragaba!