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De espaldas

¿Ochocientos mil locos?

Pregunto. No afirmo. Y vuelvo a preguntar, ¿ochocientos mil locos?.

Sinceramente, no lo sé. Quisiera pensar que no. Pero tiendo a pensar que sí. Un dilema en el que no existe el término medio ¿o sí?

Hace ya mucho tiempo que huyo de las grandes aglomeraciones. Me supera la algarabía, el ruido, el grito innecesario, la pérdida de nervios, los niños que arguyendo que son niños, se comportan como si estuviesen solos en el mundo... Son demasiadas cosas en contra como para enumerarlas detalladamente. Quizás la más importante sea el exceso de gente por todas partes, hasta en el rincón más insospechado: mirando, acechando, cuestionando tu rostro serio y silencioso entre tanto exceso de carcajada fabricada a golpe de mercadotecnia.

Por eso me cuesta entender que una persona en su sano juicio -y sé que puedo pecar de prejuiciosa- sea capaz de elegir un centro comercial para pasar un día de domingo. Insito: me cuesta, de verdad de la buena -la verdad de la mala la reservo para cuando voy de rojilla recalcitrante, de ésas que sólo sueltan escupitajos verbales por su boca-. Y claro, cuando una lee en la prensa regional que 800.000 valencianos pasaron su día de asueto por excelencia, en las instalaciones de los muchos centros comerciales que están desperdigados por las tres provincias, acaba preguntándose si, en esta comunidad autónoma, tenemos los psicólogos suficientes como para atender los efectos colaterales que esta adicción por los centros comerciales provoca en tantos y tantos desubicados sociales.

Lo mire por donde lo mire, estoy convencida de que se me escapa algún detalle importante para comprenderlo: una familia con dos hijos, que se acerque a un centro comercial antes de la hora de la comida y que decida permanecer allí hasta bien entrada la tarde, necesita bastante dinero para salir del lugar sin haber muerto antes en el intento. Comida basura y mucho gasto innecesario: las zapatillas Nike para el niño, el vaquero marca Diesel, para la niña-adolescente -ojo con el precio... para caerse de espaldas-, etc., etc., etc. Y si el centro comercial tiene salas de cine, el desfalco monetario adquiere tintes cercanos a una novela de Dickens: entre las palomitas, la chispeante y refrescante bebida de cola y la entrada para la proyección de la película, las cabezas no-pensantes de familia se dejan allí una cantidad similar a lo que les pueden costar los libros del colegio del menor de sus hijos. Eso sí, antes de pagar estos últimos, se quejarán y se quejarán y se quejarán porque no es justo que los productos educativos sean tan caros, y por contra, a la hora de desembolsar los billetes para hacerse la foto de "la familia unidad, jamás será vencida... sobre todo si es en un centro comercial", no dirán ni pio, pero ni pio, pio que te pio.

La melancolía no es una buena solución, lo sé. Y mirar hacia atrás, porque una no acepta lo que tiene delante, tampoco. Pero es que no puedo evitarlo: mis domingos eran mucho más emocionantes. Mi padre nos llevaba, a mi hermana y a mí, al aeropuerto de Manises, a ver a mi padrino -trabajaba allí como bombero-. En el piso superior de la terminal, justo a pie de pista, había una enorme terraza con mesas y sillas de hierro, pintadas de blanco. Nos pedía una Mirinda a cada una y nos sentábamos los tres para ver cómo aterrizaban los aviones, como salían los pasajeros, cómo sonaban los motores... Hacíamos apuestas sobre el lugar desde el que habían partido y cuando alguno despegaba, después de contemplar la maniobra con los puños apretados, haciendo fuerza, ideábamos una ruta con escalas, sin hacer demasiado caso a la imposibilidad geográfica que pudieran tener esos caminos turísitcos que imaginábamos. Las pocas veces que pudo acompañarnos mi madre -trabajaba de telefonista y libraba muy pocos domingos-, la fiesta era completa: conocía los nombres de todos los aeropuertos europeos y de muchas ciudades que nosotras no habíamos oido nombrar nunca -estuvo una larga temporada en internacional- y entonces, con sus aportaciones, nuestros trayectos parecían mucho más reales, más próximos, más cercanos.

Lo más curioso: sólo he viajado dos veces en avión, :-D

11 comentarios

Sponge -

Juas juas. La leche. Me he partido el espinazo leyéndote. Pos si que estabas inpirada el lunes...

Fili -

Juer, Bambo, me has retratao.

Ana* -

Jajajajajaja

Estamos toas grillás :-D

Sinfo -

Jajaja!
Pues mola.

Bambo -

Sí, Ana*, sí. Rojilla recalcitrante. Me lo voy a poner de sobrenombre. A ver: Salomé, alias Bambolia, la rojilla recalcitrante... jajajaja, pol diossssss, que soy propensa a las taquicardias sinusales... no es bueno que me ría tanto, :-D

Ahora que lo pienso: en realidad no voy a estos lugares con frecuencia porque mi propensión taquicárdica me convertiría en una visitante asidua del servicio de urgencias...
No me hagáis mucho caso, hoy estoy pelín tonta -más de lo habitual-.

Ea, lo de la feria choquetín es total: por un pasillo \"El Fili\", en plan niño que parece bueno, pero que la \"en-fila\" como un Fitipaldi cualquiera, conduciendo un carro a dos ruedas, tomando las curvas con una sola mano en el manillar. Por el pasillo central, Ana*, con dos mini-carritos, uno para cada pie, haciendo pruebas con la largaria de su zancada, esquivando a los que fondistas que no llevasen la lazada apropiada en las zapatillas -hay que desconfiar de los que no saben sujetarse bien el calzado a sus herramientas de trabajo, esto es, los pieses-. Por el fondo, Bielka en un cinta teletransportable, en el nivel sendero con pendientes del 4%; por la izquierda, la Bambo explicándole a la Heidi de quesitos el Caserio, que si su contrato laboral no estipula descansos para ir al baño cada dos horas, que haga una huelga general y la acompañe a ella a hacer su caminata diaria porque como no ha podido llevarse a Zas por aquello de quue en los centros comerciales no dejan entrar a perros -a otros animales como los pepes con cordones de oro y mariconeras bajo el sobaco no les dicen nada... qué injusta es la vida-, su estancia allí iba a ser muy aburrida y por contra, si la moza de los quesos decidiese reivindicar sus derechos, ella, la Bambo, digo, sería felicísima porque tendría de qué quejarse ese día.

En el armario de muestra de la zona de muebles para montar, escondida, esperando que algún espabilado con ganas de chorizar, se llevase los tornillos de su mamotreto, estaría Sinfo-Astasia, para que una vez se cometiese el hurto, poder salir corriendo por los siglos de los siglos y hacer la carrera más importante de su vida armarial, que ya es mucho.

Mirándonos atónitos, con un pie dirigido a Zaragoza y el otro señalando hacia la puerta de salida de urgencia, Sponge les estaría recomendando a sus dos bebitas que procurasen olvidar ese día porque los amigos virtuales de su mami estaban celebrando que ya tenían una nueva princesa a la que vestir de rosa, y eso, visto lo visto, y sabiendo lo que ella sabía, era síntoma de que las charlas nocturnas con Paloma Gómez Borrego habían surtido efecto.

Al fondo, en la ventana superior con persiana veneciana, una mano enguantada, separaría las láminas para poder contemplar tamaño despropósito rocambolero. Por los altavoces, se escucharía la sintonía del anuncio del nuevo perfume de la tenista Steffie, la de las trenzas doradas y mohín huidizo.

Stop. Me lo acaba de recomendar mi médico. Voy a ver si libero energía durante un rato, que creo que me hace falta.

Ana* -

Rojilla recalcitrante, jajaja. Yo sigo diciendo que me parece muy deprimente, pero mucho, el pensar que la gente se encuentra a gusto así, jugando a la feria choquetín con los carritos.

Y lo que temo es que no sé si llegaremos a resultar excesivamente estrafalarios los que llevamos otro rollo en la vida.

Bambo -

Vaya, Bielka, me he alterado sólo con leerte, :-/ Madre del amor hermoso, chiquilla... Yo, si estoy en casa, aprovecho para andar más de lo habitual: ayer, por ejemplo, a las diez, caminé casi ocho quilómetros, y por la tarde, cuatro más. Limpieza casera, un poco de internet, siesta...

A los centros comerciales voy muy poco: me provocan urticaria... estar encerrada tantas horas, entre tanta gente, sin que te dé la luz del día, con lo relajante que es irse de tranqui por una alameda, o sentarse en una terraza, a tomarse unas cerves... no sé, que desde luego ha de ser muy adictivo, porque si no es así, no me lo explico. E insisto en que el principal escollo que yo le veo a este asunto es el money-money... que ir de tiendas para luego no comprarse nada es un poco masoca... con lo que pasar un domingo entero en un antro de este tipo seguro que te sale más caro que largarte un sábado a Pastrana, a ver el pueblo, y volverte el domingo -por poner un ejemplo-.

Sinfo -

La verdad es que esta disociación de personalidades mía es un rollo y me paice a mí que se va a terminar.
Gracias por el enlace, Bambo.

Yo los más domingos hago fotos por esos mundos o voy al pueblo a visitar a mi sufrida familia.
Son bastante relajados, sí.

Bambo -

Cierto, muy cierto, Fili. El caso es que me he acordado mientras escribía, pero ya no sabía si estaba en "Aspasia Secrets" -jejeje, como Woman Secrets- o en Sinforosa...

La familia, la propiedad privada y la piscina.

Fili -

Deberías enlazar también una entrada de la ciudadana Aspasia.

Bielka -

Pues mis domingos son los días más ajetreados de la semana. Me levanto a las ocho como muy tarde y llevo a la niña a bebés nadadores, cambiarla, vestirla, piscina, volverla a cambiar. Después a toda prisa a casa a darle de comer, cambiarla, vestirla, que se duerma. Después me voy dos horas al gimnasio a hacer piernas, abdominales y glúteos y musculación en ejercicio cardio vascular (body pump), que me deja balada de lo duro que es pero que ha conseguido rehabilitar mi sufrida espalda y después si el tiempo lo permite, a pasear a la niña, otra papilla y hacer cosas en la casa aparte de vigilar sus gateos, cada vez más temerarios. No paro un minuto y acabo con la lengua fuera.

Lo del centro comercial me parece un paraíso. :-P

(Bueno, no, porque no soporto las aglomeraciones y el ruido durante mucho tiempo) Mis domingos de la infancia fueron en el campo, sin nada de especial. Lo único que indicaba que era domingo es que no había que ir al colegio y me podía despertar más tarde.