Cercanías
O cercanía. De las dos cosas. Por desgracia. Debería de haber sido, solamente, cercanía. La palabra cercanías tiene, desde el pasado 11 de marzo, una carga sumamente dolorosa. Se le ha sumado un significado, como si la adicción fuese un proceso aséptico, matemático. Pero no, no ha sido así. Ahora, al escucharla, al leerla, la mente enlazará automáticamente con las imágenes de dos vagones de tren reventados. Y con cuerpos y vidas destrozadas.
Una de las cosas que con más insistencia he oido repetir durante estos días ha sido que no se ha de olvidar, pero no para alimentar el rencor, sino por respeto a las víctimas. No olvidarlas, a ellas. Y sí, es cierto. Sus familias no lo harán, por descontado; ni sus amigos. Pero nosotros... Es imposible mantener en la memoria el recuerdo de algo que te ha causado desazón, dolor, inestabilidad emocional. Quizás, sólo quizás, la única forma de hacerlo sea la de mostrarnos la parte más "amable" de esta desgracia -entrecomillo porque no soy capaz de encontrar una palabra más acertada-. Acercarnos a las víctimas, darnos una visión de lo que fueron hasta hace seis días.
En el diario 20 minutos, que en su versión en papel se reparte de forma gratuita en lugares públicos de Madrid, están publicando una serie -¡ufff, ni tan siquiera eso de serie me gusta!- de mini-reportajes sobre la vida de cada una de las víctimas. A priori, lo primero que se piensa es que es más de lo mismo: más morbo, más contacto con el amarillismo. Pero no. Esta vez es diferente.
La persona que se ha encargado del proyecto tiene una sensibilidad especial, muy especial. Y ya en las tres primeras entregas ha dejado claro por dónde van a ir las cosas, tanto en "El tren de todos (las historias personales de las víctimas), como en "El santuario del quinto piso" así como en la última publicada, "Las lágrimas de la gata Truchi".
No soy parcial, lo sé. Su autor es una de las personas a las que más aprecio tengo y su bitácora encabeza la lista de mis preferidas. Sé de su trayectoria, sé de sus sentimientos y sé cómo afronta su trabajo. Por eso, porque sé quién es y cómo siente lo que hace, sé que va a tratar este doloroso asunto con la suficiente cercanía como para que olvidemos los aspectos macabros de esta masacre y nos quedemos con la impresión de que hasta unas milésimas de segundo antes de los atentados, estas personas eran exactamente iguales a nosotros.
Gracias, j.a.
Una de las cosas que con más insistencia he oido repetir durante estos días ha sido que no se ha de olvidar, pero no para alimentar el rencor, sino por respeto a las víctimas. No olvidarlas, a ellas. Y sí, es cierto. Sus familias no lo harán, por descontado; ni sus amigos. Pero nosotros... Es imposible mantener en la memoria el recuerdo de algo que te ha causado desazón, dolor, inestabilidad emocional. Quizás, sólo quizás, la única forma de hacerlo sea la de mostrarnos la parte más "amable" de esta desgracia -entrecomillo porque no soy capaz de encontrar una palabra más acertada-. Acercarnos a las víctimas, darnos una visión de lo que fueron hasta hace seis días.
En el diario 20 minutos, que en su versión en papel se reparte de forma gratuita en lugares públicos de Madrid, están publicando una serie -¡ufff, ni tan siquiera eso de serie me gusta!- de mini-reportajes sobre la vida de cada una de las víctimas. A priori, lo primero que se piensa es que es más de lo mismo: más morbo, más contacto con el amarillismo. Pero no. Esta vez es diferente.
La persona que se ha encargado del proyecto tiene una sensibilidad especial, muy especial. Y ya en las tres primeras entregas ha dejado claro por dónde van a ir las cosas, tanto en "El tren de todos (las historias personales de las víctimas), como en "El santuario del quinto piso" así como en la última publicada, "Las lágrimas de la gata Truchi".
No soy parcial, lo sé. Su autor es una de las personas a las que más aprecio tengo y su bitácora encabeza la lista de mis preferidas. Sé de su trayectoria, sé de sus sentimientos y sé cómo afronta su trabajo. Por eso, porque sé quién es y cómo siente lo que hace, sé que va a tratar este doloroso asunto con la suficiente cercanía como para que olvidemos los aspectos macabros de esta masacre y nos quedemos con la impresión de que hasta unas milésimas de segundo antes de los atentados, estas personas eran exactamente iguales a nosotros.
Gracias, j.a.
5 comentarios
Kewpiesa -
Bambolia -
Un beso enorme, H.
Os quiero
Kewpiesa -
Hay que ser muy fuerte.
Bambolia -
Se necesita mucha templanza para ver, después de la tragedia, cómo los familiares se han quedado sin vida.
Beso, enorme.
bichito -
por mí, pero, sobre todo, por ellos