Hablar
Todos hemos aprendido a hablar. Afirmación incuestionable... salvo para aquellos que, por impedimentos físicos o mentales, no lo han conseguido. Hasta ahí, de acuerdo -yo, conmigo, mismamente me respondo... mi parte izquierda debatiendo con la derecha o viceversa-. A lo que no hemos aprendido y tampoco nos han enseñado es a callar: con lo necesario que es mantener la boca cerrada en determinadas circunstancias y siempre se fastidia el asunto cuando la lengua, sin previo aviso, se marca unos cuantos bailes fonéticos y se queda tan ancha...
Hablar, de por sí, es asumir un riesgo: manifestar una opinión puede llegar a ser un peligro. Porque no siempre los que te escuchan caminan por senderos similares a los propios, no. Con la confrontación de distintas ideas, acaban surgiendo otras que nos sirven para ampliar horizontes. Y eso es lo deseable, siempre. Pero cuando desde una parte se utilizan las falacias lógicas, el reduccionismo visceral y la demagogia disfrazada de libertad de expresión como argumentos, es imposible que la balanza llegue a sentir algún tipo de movimiento hacia una u otra parte.
Callar es primordial. Cada vez lo tengo más claro. Aunque ahora no lo esté haciendo, :-)
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