Blogia
De espaldas

De las incongruencias de ciertos novelistas
Novela

templario

Estoy leyendo "El último templario" de Edward Burman. Editado por el Círculo de Lectores, traducido por Pablo Di Masso y con una introducción de José Ramón Juliá Viñamanta, Profesor de Historia Medieval de la Universidad de Barcelona.

Leí la introducción, aunque no suelo hacerlo, porque en muchas ocasiones, los datos que aparecen en estos prólogos, te tiran por tierra parte de la novela. En esta ocasión, me arriesgué porque la anterior que leí sobre los templarios me pareció un soberano fraude y no quería que me volviese a ocurrir lo mismo. Me dejó bastante tranquila, porque las referencias eran amplísimas y la alabanza hacia el escritor no era excesivamente desmesurada -cosa que por otra parte, si se analiza bien, es casi de cajón. ¿Cómo va a un prólogo a tirar por tierra el fundamento por el que está escrito, o sea, la novela?-.

Primer tropezón: no sé si es debido a que el traductor no distingue entre la perífrasis de obligación "deber"+ infintivo y la de probabilidad "deber de" + infinitivo. Me da que no. Vamos, que las confunde. No señalé, en su momento, las primeras zancadillas verbales con las que me di de bruces, pero todo se andará, porque no he terminado el libro.

Segundo tropezón: imagino que atribuible al traductor, también, porque si es cosa del autor, es para recomendarle que cambie de corrector de textos. Repeticiones del tipo "corpulento cuerpo" se prodigan de una forma que resulta hasta molesta. He de buscar más ejemplos; ahora mismo hablo de cabeza.

Tercer tropezón: en la narración en sí. En un momento dado, al principio de la historia, un templario es sometido a un interrogatorio por parte de la Inquisición. Transcribo:

"... Le habían acostado sobre el armazón de madera y amarrado con las piernas sujetas fuertemente por debajo de las rodillas, de modo que le era imposible moverlas. La porción inferior de la estructura de madera terminaba a mitad de la pierna, de modo que sus pies se extendían fuera del soporte. A una señal de uno de los frailes, dos guardias, movieron la estructura hasta colocarla en ángulo recto con la chimenea. Una pantalla protegía del fuego las plantas de los pies desnudos del prisionero... Estaban untando los pies desnudos del prisionero con manteca de cerdo... A una señal de los dominicos, apartaron la pantalla protectora. Una quietud sobrecogedora se apoderó de la mazmorra... Todos, inquisodores, guardias y prisioneros, como si estuvieran sujetos a un tácito consentimiento, aguardaron a que se produjeran los primeros gritos de dolor... Y entonces sucedió. Al proncipio fue un sonido extraño, como un chillido pavoroso que parecía aumentar y ascender hacia la bóveda de la mazmorra. El grito de espanto no parecía real...Precisamente en ese instante un nuevo alarido resonó en la mazmorra cuando los pies desnudos del prisionero fueron hundidos en las brasas."

Hasta ahí nada extraño ni fuera de lo que se sabe que ocurría en aquella época con los métodos que se aplicaban para que los prisioneros confesasen. Lo sorprendente viene a continuación, porque, después de que el inquisidor se percata de que por ese camino no va a conseguir nada, reacciona bruscamente y decide trasladar al templario de lugar:

"... Se puso de pie abruptamente a fin de ocultar su incomodidad, deseando dar la impresión de haber tomado una importante decisión. Aquel no era el sitio idóneo para la tare quue tenía encomendda. Se volvió hacia los guardias.
-Ponedle nuevamente los grilletes y llevadle al despacho del gobernador."


Bien... lo trasladan, imagino que en volandas, porque al pobre hombre le habían casi carbonizado las plantas de los pies, media hora antes, como mucho. La cuestión es que el interrogador tampoco queda contento con lo que en este despacho consigue y decide que si acuden a la capilla, el templario se econtrará más cómodo ante su Dios, a la hora de hablar con soltura -el preceptor, Pietro de Ocre, es el preso-:

"-Preceptor, tal vez os gustaría beneficiarios de la oportunidad de rezar en privado.
...Pietro marchaba delante, y se arrodilló silenciosamente frente al altar."


Pues no. El tal Pietro de Ocre andaba solito, sin necesidad de que lo llevasen de un sitio a otro. ¡Qué cosas! ¡Un milagro y el autor de la novela no se detiene a contárnoslo como es menester!

Ea, lo dejo aquí. Es una pequeña muestra...

Addenda 13:00 h.
Releyendo lo que he transcrito de la novela, he caido en la cuenta de que a Edward Burman le gusta sobremanera lo de "los pies desnudos del prisionero". No quiero ser demasiado mala... en realidad, este tormento ocupa casi dos páginas, por lo que tampoco es que se repita tanto, pero una vez que ya ha informado al lector de que los pies estaban desnudos ¿a qué tanta reiteración si la situación no se modifica? Ufff, en la vida escribiré una novela, lo sé, :-(

14 comentarios

andre -

Leí esta novela una sola vez, de un tirón y se la intercambié en préstamo a un tipo que nunca la regresó y después... no la encontré más en las librerías. Me impresionó y aunque ya olvidé muchos detalles, sé que a uno de mis correos le puse el nombre de pietrodeocre porque él tenía un secreto y en ese tiempo yo también. Gracias por hacerme recordar estas cosas.

Jotage -

He leído el comentario "sobre los pies del prisionero" y creo que el error es de apreciación: A quien le queman los pies es a OTRO prisionero a quien TAMBIÉN estaban interrogando y a quien llevan a otra cámara para seguir interrogando es al prefecto del Temple.

El error, más bien, es que un inquisidor notable, como el tal fray Jacques, a quien recomienda por su eficacia el superior de Opus Christi, el brazo secreto de la Iglesia, el non plus ultra de los malos malos malos de la Iglesia,... le entre náusea al ver una mazmorra de la época... De carcajada compulsiva, por lo menos...

Y además lo leí después de leer El enigma sagrado, lleno de notas bibliográficas y documentación...

PIAF -

¿Desde cuando las hayas dan nueces?

Essstupenda -

Lo que cuentas me suena a haberlo leído. Pero hay muchas cosas que no recuerdo, son las lecturas de verano (ayssss)y creo que el libro me lo quemaron con otros(una historia mejor para olvidar).
Felipe IV (menudo elemento), Philip le Beau o Philip le Bel no lo sé seguro, jajajjaa, supongo que en Castilla no se hacían esas disquisiciones tan matizadas en el adjetivo, un hombre sólo podía ser hermoso, como el oso.
Veré ese enlace que me pones. Gracias.

Bambolia -

Algunos de los protagonistas son personajes históricos, como por ejemplo, el aristócrata que es poseedor de la reliquia, el narrador de la novela, que luego acabó siendo Papa –no recuerdo ahora su nombre, pero sí que es cierto que ese Papa en concreto antes de serlo fue dominico y que era inquisidor-. Guillermo de Nogaret, uno de los mayores apoyos de Felipe el Hermoso –el de Francia, claro-, también aparece de manera intermitente.... Persecución, de manera estricta, a los templarios, no hay. Cuando comienza la novela están ya la mayoría presos en Avignon, y a mitad de la narración es cuando los queman a todos –eran “grandes cargos”, los que no tenían importancia, se habían disgregado-, junto con el Gran Maestre, Jacques de Molay. Creo que fueron cincuenta los que se "cargaron" de una tacada. Una trama urdida por el rey de Francia, el ya mencionado Felipe el Hermoso, para hacerse con los bienes de esta orden religiosa porque su estado financiero era insotenible y necesitaba activos de manera desesperada, con la excusa de sostener los costos de las Cruzadas, cuando creo recordar que la ciudad de Acre y Jerusalén –las dos principales representantes del cristianismo en aquella época- habían caido y era casi imposible rescatarlas. Me va por la cabeza que lo que pretendía este monarca en realidad era abastecerse para seguir sus enfrentamientos con el rey de Inglaterra.

Bambolia -

Te dejo el enlace a una entrada de la bitácora “Magonia” , en la que se explica dónde se supo por primera vez de la sábana, en concreto en la ciudad francesa de Lirey, amén de el proceso seguido para descubrir que es falsa. El otro protagonista de la novela es Nicolás de Lirey –el que literalmente se carboniza... upssss! perdón, según el traductor, se calcina-, con lo que poco más hay que pensar...

Bambolia -

Es normal que no lo recuerdes, porque es a mitad de la novela cuando empieza a hablarse de una reliquia, y sólo en el final es cuando se sabe que se trata de la Sábana Santa. Fabula sobre lo acontecido justo antes de la fecha en la que se tiene noticia fidedigna, por primera vez, del sudario.

Esssstupenda -

Jjajajaja, por desgracia ni buenos novelistas ni buenos historiadores, en realidad son documentalistas. Mucha de la novela histórica de hoy la hacen periodistas o gente que estudió historia y se dedica al periodismo. Los historiadores tardan mucho en formarse, y es raro que alguno escriba de forma amena, Domínguez Ortiz escribe muy bien, y Tuñón de Lara también, pero después el estilo es completamente distinto y no tienen tanto éxitos sus libros como la novela histórica de hoy, que también es "pan con chocolate", de diseño.

¿Sabes que no me acuerdo de lo de la "Sábana Santa"?, sólo recuerdo la persecución de templarios en Francia por parte de Philip le beau...igual es otra novela

Bambolia -

Sí, un lapsus de acción, indiscutible. Pero tan evidente que me dejó patidifusa... A lo largo de la novela abundan. Sobre todo al final. En uno de los trances, en plan espada contra espada y los malos contra los buenos, uno de los protas se quema. Y parece ser que no va a sobrevivir. Curiosamente, al día siguiente parte del lugar del incendio montado en su caballito, nada de llevado en unas parihuelas y tal... Vamos, que superpoderes en acción, tachánnnn!!!

Lo gracioso es que la idea en la que está basada la novela es magnífica: explicar el orígen de la sábana santa y ratificar que ésta no es una reliquia. Pero... creo que no todo buen historiador es un buen novelista, y aquí ocurre eso.

Essstupenda -

Creo que he leído "El último templario", y no suelo leer novela histórica porque me parece que tiene truco; no hay notas a pie de página que confirmen las fuentes y entonces me entra la paranoia de que me están engañando y termino poniéndome de los nervios y dejando la novela.
Me recomendaron a Maaluf una de esas veces que comenté mi defecto, me dijeron que es un poeta y que se documenta muy bien.
Pero también tuve que dejarla en el primer gazapo. En "León el africano", hablar del reino nazarí de Granada llamándolo España me dio más grima que si hubiera mordido papel de estaño.

Lo del último templario no deja de ser un lapsus de acción, pero no recuerdo esa novela en sus detalles, de manera que debe ser esa especie de "pan con chocolate" que solemos hacer, me suele pasar mucho en verano. Son lecturas que engordan, pero no nutren.

Bambolia -

Sí, con la diferencia de que yo pienso que el autor ha tenido un desliz más que evidente -con lo que, a mi modo de ver, queda en entredicho su valía como literato, no como historiador- y seguramente, J.J.Benítez, le habría dado una explicación muy poética al asunto este de los pies carbonizados... algo así como "milagrosamente, el preceptor Pietro de Ocre anduvo sobre sus plantas chamuscadas sin padecer molestia alguna, porque una poder sobrenatural le guiaba, el poder de la Santa Relíquia...". Vamos, es que somos idénticos. Estoy por pedir una prueba de paternidad, :-)

Xema -

Veo que le sacas punta a todo, como J.J. Benítez...

Saludos amiga Roberta

Bambolia -

A mí me gustan precisamente por eso: porque encuentras alguna en la que la mayoría de los personajes son claros ejemplos de la lucha encarnizada por la supervivencia.
Son novelas en las que los deseos, los odios, los amores, están hiper-mega-super-concentrados (después de un palabro como éste debería suicidarme). Y eso me fascina.
Se creen a pies juntillas eso del honor y los grandes valores que citas, pero lo cierto es que todo es un deseo de ambición mal disimulado, o una intolerancia galopante. En ésta que estoy leyendo no hay ni un sólo héroe virtuoso, y eso es poco habitual, la verdad.

Cuando leí "Zenobia, reina de Palmira" me gustó muchísimo porque daba una imagen de la mujer muy poco habitual: arriesgada, ambiciosa, inteligente, poco escrupulosa... y éstos "atributos" que de por sí en otra novela le hubiesen supuesto la etiqueta de "rastrera", la convierten en una persona que se enfrenta a una jauría de animales en celo -todos los hombres que la rodeaban- con el mismo y tan lícito propósito que ellos: quedarse con Siria y sus desiertos.
Volví a tropezar con este personaje histórico en la novela de J.L.Sampedro "La vieja sirena" y me sentó fatal el trato que el escrito le daba a Septimia Zenobia. Cayó en lo de siempre: la frivolizó.

Bien, que se me va la olla...

Esta tarde he encontrado algunas cosillas más, pero de poca importancia, en "El último templario". Si tengo un rato, las añado luego.

Apostolic Product -

Pues sí, la verdad es que patina con los pies chamuscados. Jajajaja

Nos suelen regalar un montón de novelas históricas, pero a mí me aburren así que no me leo ninguna. En cuanto empiezan a hablar del honor, de grandes valores y de esas cosas me pongo enferma. La última que desistí de leer en la página 20 o 30 fue "El viaje de Baldassarre", de Amin Maalouf, un buen escritor sin duda, del que he leído varias obras. Pero en esta obra me cabreó cuando me presentó al protagonista como a alguien que buscaba el bien y la rectitud sobre todas las cosas. Me pareció más de lo mismo. Paso de héroes virtuosos.