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De espaldas

Caido del cielo

Hay días en los que una está bien. Hay días en los que una está regular, pero regular del regulín-regulán de toda la vida, de ese de sí pero no, psssss, puede ser, tal vez o con sí, con sa. Hay días en los que una está mal. Hay días en los que una está rematadamente mal -existe diferencia, aunque no lo parezca-. Y hay días en los que se está de todo a la vez, o sino a la vez, se está de todo a ratos, y es entonces cuando una tiene la sensación de que vive montada en un caballito de tiovivo, o en el cochecito de una montaña rusa. Hoy no es uno de esos días, que conste. Pero quizás los efectos de vivir veinticuatro horas en una casi taquicardia constante, duren más de cuarenta y ocho. Seguramente será eso por lo que estoy medio atontada, embobada, aletargada. Y seguramente será por eso por lo que, al mirar cómo sobresalía un periódico en el taburete donde coloco la prensa, he ido a recolocarlo, porque cuando estoy insoportable, no llevo muy bien que las cosas se vean demasiado -para mí que va a ser que de pequeña me acomplejé por no tener claro qué significaba la tridimensionalidad y me molesta todo aquello que oculte algo... ufff, esta última parrafada es de manual de primeros auxilios-. En lugar de dejarlo perfectamente encajado en el montón restante, para que no sobresaliese, me ha dado por ver por qué en su momento no lo doblé por la portada/contraportada y me he dado de frente con un artículo de Jorge Bucay, titulado "La imposibilidad de vivir a su aire". Entonces ha sido cuando he concluido que, ciertamente, tengo una habilidad especial para que ciertas lecturas caigan en mis manos cuando más avida estoy de ellas -aunque yo no lo sepa-. Reproduzco el texto:

"Lo que pasa es que muchas veces tu estado de ánimo no depende de lo que tú hagas, digas o seas. Muchísimas veces no puedes más que reaccionar ante el medio y toda tu vida es como el parche de un giganteco tambor donde todos los otros se empeñan en tocar su peores melodías... Eso pensaba Marta tratando de deshacerse de su propia imagen de neurótica malhumorada. Se sonrió recordando aquel cartel que alguna vez vio colgado detrás del mostrador de una pequeña tienda en una pequeña ciudad gallega:
HACE UN MARAVILLOSO DÍA
nO FALTARÁ QUIEN VENGA A ARRUINARLO
Ojalá fuera tan sencillo poder vivir "a tu aire" sin ser víctima de los humores, las maldades y las incompetencias a tu alrededor. Ojalá fuera posible vivir sin depender de lo que los demás opinan, mandan o critican de lo que el vecino dice, hace o piensa.
Como caa día, abrió su navegador y entró en la página de palabrasalacarta.com.
Y en el portal de ingreso escribió
NO DEPENDER
...Pendiente tiene muchas acepciones. Significa: que cuelga suspendido desde arriba, sin base, en el aire, y también significa incompleto, inconcluso, sin resolver. Si es masculino designa un adorno, una alhaja que se lleva colgando como decoración. Si es femenimo define una inclinación, una cuesta hacia abajo presumiblemente empinada y peligrosa.
Con todos estos significados y derivaciones no es raro que la palabra dependencia evoque en nosotros estas imágenes que usamos como definición:
Dependiente es aquel que se cuelga de otro, que vive como suspendido en el aire, sin base, como si fuera un adorno que otro lleva de aquí para allá. Es alguien que está cuesta abajo, sintiéndose permanentemente incompleto, eternamente sin resolución.
Esta dependencia puede llegar a ser una verdadera adicción a la mirada o a la presencia de otro, una nueva patología; la psicología empieza a llamar codependencia (adicción a otra persona que queda semiescondida detrás de una falsa sobrevaloración amorosa y una conducta dependiente que se incrusta en la personalidad bajo la justificación de un "no podría vivir sin ti").
La interdependencia (yo dependo de ti y tú dependes de mí) no parece una gran solución, sino más bien un premio consuelo y la ansiada Independencia, sería la salida obvia si no furea porque está basada en una mentira: nadie puede ser independiente. Para serlo totalmente habría que poder prescindir de los demás en forma permanente, y es obvio uqe necesitamos de los otros, irremediablemente, de muchas y diferentes maneras.
¿Entonces, qué?
Entonces, inventemos una nueva palabra: Autodependencia.
Una palabra que defina a aquellos que sabemos que necesitamos de los otros pero no los responsabilizamos de nuestra vida, de nuestro éxito ni de nuestro estado anímico. Aquellos que renegamos de que alguien tenga el poder de hacernos enojar, de hacernos llorar o de hacernos felices. Aquellos finalmente que nos sabemos responsables últimos y principales de nuestras propias vidas.
Es verdad que no soy autosuficiente, y tampoco tú lo eres, pero será nuestro compromiso pedir sin exigir y aceptar que si el otro no puede, no tiene o no quiere darnos lo que le pedimos; siempre conservaremos la libertad de ir a buscar en otro lado, de renunciar a ello o de intentar hacerlo por nosotros mismo, asumiendo, en todo caso, que la responsabilidad sobre el resultado final siempre pecaerá en uno mismo"


Publicado en una sección titulada "Palabras.net" en el diario El País, el 9 de agosto de 2004

Reconozco que me parece un tanto utópico, pero al menos se debería de intentar... Creo que lo peor que te puede decir la persona a la que amas es eso de "cariño, no puedo vivir sin ti". Al menos para mí, esa frase me caería como un puñetero jarro de agua fría. Me consuela saber que existe más gente que piensa como yo... Algo es algo.

8 comentarios

Bambolia -

Los gozos pendientes siempre son los mejores, Jesús. Porque han de venir, simplemente por eso.

Para mí, que andamos a vueltas del efecto goma elástica -de aquellas que las niñas usábamos para jugar, que se saltaban o se enredaban en las pantorrillas al ritmo de una cancionciolla-: tanto se ha estirado del concepto de la felicidad que éste no ha aguantado la tensión y nos ha dado de morros en el careto, como un efecto rebote.

Lo cierto de todo esto es que estoy cansada de que me clasifiquen, de que me digan cómo se han hecho las cosas hasta ahora, de cuál es el mejor camino para... es tan arbritario eso de la felicidad: a algunas de mis amigas, la felicidad les vino de la mano de un matrimonio convencional, con una casa puestísima y una vajilla de diario y otra para los grandes acontecimientos. Y estoy convencida de que entonces sí que fueron felices, cada vez que traspasaban la puerta de su hogar y se regodeaban contemplando su estatus aburguesado. Y para mí, creo que algo así sería muy parecido a vivir una desdicha...

Uff, me lio, lo sé. Pero es que ando a vueltas de demasiadas cosas.

Jesús -

El amor es un sentimiento extraordinariamente complejo y también es muy personal. Me parece a mí que cuando se vive, el amor, siempre tenemos una sensación de vivirlo de forma incompleta… En años no muy lejanos la religión tenía, y todavía tiene, un efecto paliativo de esas cosas. Hay un nivel de percepción, el de la responsabilidad ética y/o moral, de la que la iglesia se ha alimentado y retroalimentado. En mi opinión vivimos hoy una presión constante para vivir feliz como casi una obligación y olvidamos con frecuencia que vivir es un proceso de hacerse y deshacerse, de aprendizaje continuo y de pura supervivencia. El pendiente,bambi, orada el lóbulo de la oreja,y hace sangre. Y la pendiente ¡ay! es una caída…¿Por qué no quedarse con los gozos pendientes, con todo lo bueno-y también lo malo-que nos queda por hacer?.
Saluditos.

Aber -

Sí, Bambi, tienes toda la razón, por muy trillado que esté el asunto, es necesario recordarlo con frecuencia. Nos olvidamos con mucha facilidad. Recuerdo que Fromm, en El arte de amar distinguía entre el "te quiero porque te necesito" y el "te necesito porque te quiero". La dependencia enfermiza está en el primer "te quiero", en esa forma de querer disfrazar la soledad o ese verse como una "media naranja".

Pues yo quería ver esa peli, Luis, pero todavía no la tenemos aquí.

Luis Muiño -

No sé si es muy fácil de encontrar, pero acabo de ver una peli maravillosa que cuenta muy bien cómo depender de alguien es una forma de atarle. Se titula "Primavera, verano, otoño, invierno...y otra vez primavera". Es hermosa y durísima: para mí, la mezcla perfecta para aprender algo tan difícil como el amor sin ataduras.

Bambolia -

Gracias, Historias. Lo de los favores acaba hartando: no te das cuenta, pero el otro no lo ve como una concesión, como algo que, como favor que es, entra dentro de lo extraordinario -enfrentado al concepto de normalidad-, y eso es un impedimento importante, porque cuando dices no, la cosa se pone fea: la/s otra/s parte/s lo han tomado como algo rutinario y no entienden el porqué de una negativa. Y sí, eso se consigue poniendo límites. A mí es algo que me cuesta hacer, pero tuve un período en el que, ayudada por una terapeuta, hice prácticas a todas horas, pasando por alto convencionalismos sociales y vergüenzas del tipo "qué pensarán de mí", llegando a la conclusión de que más valía llevar la cara roja una vez que cien amarilla de rabia.

Bambolia -

Aber, está trillado, sí. Pero a pesar de eso, es algo que parece no terminar de entenderse: no me refiero a la vida en general, a todos los ámbitos en los que nos movemos, sino particularmente, a las relaciones de pareja. Parece ser que cuando decides estar con alguien porque te atrae, porque te gusta su forma de ver las cosas, porque compartes su manera de pensar, a la vez, debes dejar de lado todo lo que, como ser indivual, eres. Y eso no me gusta. Ya lo decía más arriba: el que un hombre me diga que no puede vivir sin mí me da bajón. Vamos, que ante una afirmación de ese calibre salgo corriendo a doscientos por hora.

En una ocasión, un hombre al que quise mucho, me dijo que cuando no estaba conmigo, no me echaba de menos. Y su tono era de pesar, lacónico, como de "mira lo que le estoy diciendo a esta pobre mujer". No me dio la oportunidad de explicarle que eso a mí no me preocupaba demasiado, que mis miedos no eran esos precisamente.
Yo no quiero compartir mi vida con alguien que sufra cuando yo no esté porque no se sienta completo sin mí. No quiero cargar con una responsabilidad que no me corresponde.

Aber -

El artículo parece un pequeño manual de autoayuda, jejeje. Me parece que lo que dice ya está un poco trillado. Y que sí, que lo de la "autodependencia" está muy bien, pero que no, que no somos así y creo que muy pocos pueden llegar a ser enteramente "autodependientes". Es muy difícil despojarnos esa parte egoísta - rastrera que nos lleva a no asumir las responsabilidades sobre nosotros mismos.

historias -

como siempre, ando con prisas pero no quiero dejar de recomendarte el libro "Técnicas de coaching para mujeres". Vale suena a coña, lo mismo pensé yo cuando lo vi en la biblioteca, pero luego, a solas por supuesto porque el marido no puede saber que estamos "poniéndonos en forma (mental)", empiezas a ver que bueno, quizá, algunas de las cosas que dice te las puedes aplicar. La mejor, en mi caso, la recomendación de aprender a establecer límites con los demás (me paso el día haciendo favores, grandes y pequeños, a todo dios, y luego, claro, no tengo tiempo para peinarme ;.)