Despejado
... despejado el aire corre un pensamiento por el pasillo. Se le une otro y más tarde otro más no hay manera de hilvanar tanto despropósito en una tarde desapacible casi muerta rota por una música que arranca lágrimas guardadas para otros menesteres pero es que la rabia se disfraza de quebranto y el golpe sube por las sienes hasta dar en la mandibula. Son cosas que pasan piensas pero no hay un silencio que sirva para aquietar tanta duda junta atada manipulda repetida hasta la saciedad. El otro marcha para seguir las pautas sociales y tú te quedas para no seguirlas porque te mantienes al margen y el margen es pensar en otros más y no sabes hasta dónde puedes estar mintiéndote o hasta dónde te estás inventando una vida para vivirla desde fuera porque la cobardía nunca te ha abandonado y nunca te abandonará de eso eres consciente y te escudas para seguir siendo débil incauta perdida insegura. No quieres como dicen que se ha de querer y te preguntas cómo es posible que de pequeña con tu timidez a cuestas fueras capaz de creer que querías y recuerdas cómo dolió la marcha de la abuela y cómo han dolido el resto de las otras ausencias y entonces dudas más si cabe y ya no sabes si haces bien o haces mal porque el mal también se lo inventaron y tú nunca serás capaz de aprenderte de memoria todo el decálogo maligno. El niño llora y lo oyes casi desesperada queriendo gritar pero te callas porque no está bien que una mujer le recrimine a un bebé porque le moleste su llanto porque dicen que una mujer es antes madre que mujer y a ti eso te lo enseñaron muy bien en el colegio y no quieres defraudar a tus vecinas saliendo a la galería para proclamar a los cuatro vientos la ausencia de tu instinto maternal así que disimulas para engañarte una vez más y disfrazas tu desazón de ternura mal disimulada que ni tan siquiera tú eras capaz de interpretar con corrección y sabes que cuando te cruces con la señora del segundo en la entrada del patio le preguntarás educadamente por la dentadura de su hijo y le dirás que fíjate es lo que tienen estas cosas que les duele mucho y como no se les puede dar casi de nada por lo pequeñitos que son que lo único que queda es compadecerlos y te acuerdas de que tú hace años quisiste ser madre y que incluso el hombre aquel que un día te dijo que te quería pero con la querencia debida no como la tuya que eso no es querer ni por asomo se reía a tu lado discutiendo el nombre de las criaturas que juntos traeriais al mundo y te miras el vientre para darte cuenta de que aquello fue un mal sueño porque nunca hubo gestación y esa querencia debida se fue por las cloacas de la crueldad. No es un buena tarde hoy para dar con un puñado de tierra que sirva para sepultar tanta ausencia de arcoiris mariposas nubes de algodón soles y piruletas.
Extracto del primer capítulo de "Enséñame a hacer trenzas" de Mónica Mor
Extracto del primer capítulo de "Enséñame a hacer trenzas" de Mónica Mor
2 comentarios
Bambolia -
Yo sí que sabía hacer trenzas, pero se me ha olvidado. De hecho, sabía hacer una que era una verdadera filigrana, pero desde que mi abuela murió -no recuerdo los años, pero más de quince, seguro- ya no he vuelto a hacerla: me gustaba peinarla... su pelo largo, tan blanco, amarilleado en las puntas... se lo recogía en una coleta baja, que la ataba con cordones de hilo de ganchillo que yo le ayudaba a hacer -otra cosa que casi he olvidado- y luego se hacia una trenza, para recogérsela en un moñete a la altura de la nuca...
Vero -
Yo no sé hacer trenzas. Y cuando niña no jugaba con muñecas. Tal vez porque fui mujer antes de ser madre. Supongo que a veces hago las cosas alrevés a cómo deberían ser hechas, para ver qué tal resultan, no sé...
Me vengo despertando y todavía tengo mis sueños pegados a los huesos.
1 beso