Conversaciones de salón
Eloísa: ¿Sabes una cosa, Julián?
Julián: No, no sé.
Eloísa: ¿Por qué siempre eres tan desagradable respondiéndome?
Julián: No soy desagradable, Eloísa. Sólo te respondo a lo que me preguntas. No sé una cosa. Sé algunas, muchas, pero no sé una en concreto, la que tú quieres que sepa.
Eloísa: Me pones nerviosa cuando haces alarde de esa lógica tan especial...
Julián: Da igual, Eloisa, da igual. Dime que es lo que tendría que saber y no sé.
Eloísa: ¿Te acuerdas de la mujer que dormía hasta hace poco en el portal de la casa de los Castillejo? Sí, hombre, ésa que va vestida de cualquier manera, que no tiene domicilio fijo y que cuando pasas por su lado, te mira como si te perdonase la vida...
Julián: No, no me acuerdo. ¿Debería acordarme? ¿Algún motivo especial? ¿Piensas invitarla a cenar esta Nochebuena?
Eloísa: Mira que eres cínico, Julián. Hombre, nada del otro mundo. Pero fíjate lo que son las cosas...
Julián: ¿Qué cosas, Eloísa? ¿Qué cosas?
Eloísa: ¿Puedo contártelo o no? Deja el libro encima de la mesita y atiende a tu mujer, que parece que te hayas olvidado de lo mucho que insistió el conciliador matrimonial sobre lo importante que era que dialogáramos.
Julián: Soy todo oidos.
Eloísa: Sabes que hoy había quedado con Josefina para ver las telas de las cortinas del salón. Ya están pasadas de moda... A la vuelta, después de dejarla en su casa, he pensado en aparcar en la calle porque a la tarde he de ir a formalizar el catering para Nochebuena y ya sabes lo que me cuesta meter el coche en el garaje...
Julián: Eloísa, por favor, creo recordar que el avance diario de tus quehaceres me lo diste en el desayuno...
Eloísa: Bueno, bueno... cómo te pones, hombre, cómo te pones... Mira, pues que no me ha quedado más remedio que aparcar en la calle donde vivían los Castillejo... no me gusta, porque casi todos los edificios están abandonados y sólo se ve zafiedad, mugre y mendigos de tres al cuarto, que es que ya no son como los de antes, que te miraban con respeto, porque sabían quiénes éramos, pero es que ahora, Julián... ahora te plantan cara, te retan... y da miedo, mucho miedo.
Julián: Y si tanto miedo te dan,¿ por qué no te has ido por dónde has venido y has aparcado en el garaje? Lucas podría haber guardado el coche, que no sería la primera verz.
Eloísa: A ver, Julián, es que yo estoy en mi tierra, en mi ciudad, en mi casa de toda la vida, en la casa de mis padres, en la que fue antes de mis abuelos... Me dan miedo, sí; pero no conseguirán que agache la cabeza... ¡hombre de Dios!... bueno, a lo que iba... que he dejado el coche en la calle de la Anunciación y al pasar por delante de la bodega del sr. Luciano, he visto a la loca de la que te he hablado al principio.
Julián: ¿Y cómo sabes que está loca?
Eloísa: Julián, una persona en sus cabales no se viste de esa forma y mucho menos se pone un gorro de los de Papa Noel un día normal, sin venir a cuento...
Julián: Si tú lo dices...
Eloisa: No lo digo yo, Julián; es así y punto. Bien, pues que la he visto. Y con ella había un cámara de televisión y un entrevistador. Ya ves tú qué cosas... ¿Qué tendrá de interesante una mujer que cuando te acercas para darle una limosna, en lugar de darte las gracias, lo más suave que te dice es que eres una puta burguesa de mierda? y perdona la expresión, cariño; que sé que es una bajeza hablar de esa forma, pero es que es lo que dice...
Julián: ¿Y? ¿Ya está? ¿Has acabado?
Eloísa: Mira, Julián, no cojas todavía el libro que te veo venir. No, no he acabado. ¿Es que no te asombra que una borracha que sólo sabe molestar a los vecinos, salga en la tele? Es que es el mundo al revés. Me ha dicho Leonor que era para un programa de la Cuatro, esa cadena nueva que está a favor de Zapatero... creo, sí, sí, se titula "Callejeros". Ya ves...
Julián: ¿Le has preguntado a Leonor? Cuántas ganas de cotillear,, Eloísa, jajaja, eres increíble...
Eloísa: Oye, Julián, que creo que eres consciente de que el servicio sabe mucho y lo calla todo. Que mira lo que le pasó a los Prats...
Julián: Vale, Eloísa, vale. ¿Puedo ya continuar leyendo?
Eloísa: Sigue, hijo, sigue... A ver... déjame que le eche un vistazo a lo que lees: Misericordia, de Galdós... Vaya, hombre, no sabía que te había entrado la vena compasiva, Julián... a este paso, hasta serás capaz de acompañarme los domingos a misa. Ya me decía mi madre que no me apurase, que lo de las manifestaciones y el puño en alto eran algo pasajero, y que cuando se es de buena cuna, uno acaba volviendo con los suyos. No sabes lo que me alegro, Julián.
Julián: Yo no, Eloísa. Yo no me alegro nada. Nada en absoluto.
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Fotografía de la que surgió la idea: Puta Navidad (con perdón).
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