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De espaldas

Susceptibilidad elevada al cubo

<font size=3><i>Susceptibilidad elevada al cubo</i></font>















La plancha me llama. Me he refugiado en esta habitación. Con la excusa de que tan sólo quedan 40 minutos para las 2 de la tarde. ¿Cómo monto toda la parafernalia si dentro de nada tendré que hacer la comida? -no me lo trago ni yo, pero mi subsconciente se queda más tranquilo-.

Vengo de la calle. He salido a comprar perchas -tendré que decidirme a mirar lo del armario nuevo- en una tienda que está casi a la otra punta del pueblo. Tienen que ser ésas y no otras, porque si son un pelín más anchas, no puedo cerrar las puertas -del armario; ufff, qué mal llevo lo de los antecedentes-. He caido en la tentación del pijerio de imitación: necesitaba unas zapatillas para ir por casa -¿cómo se llama realmente ese tipo de calzado? me pasa lo mismo que con el trapo de la cocina: unos lo llaman secamanos, otros, simplemente, trapo, y en casa siempre se ha dicho "trapo de la cocina", o el otro, la bayeta que siempre está humedecida; a ésa mi familia le llama "trapo del banco", ¡ah! y lo más descabellado del todo: al mocho-fregona, le decimos "escobón"- y al final mis pies van a pasearse con un modelo de borreguillo afelpado color rojo, con una enorme flor verde limón en el empeine. El modelo se llama Aghata.

En el camino de vuelta, iba por una acera bastante estrecha. En un momento dado, he decidido bajarme de ella y cruzar a la de enfrente, pero una vez puestos los pies en la calzada, al darme cuenta de que en la parte contraria no daba el sol, he vuelto sobre mis pasos. A todo esto, como siempre, completamente en la inopia. Sumergida en un juego de palabras con el título de la novela de García Márquez El amor en los tiempos del cólera. No recuerdo exactamente desde cuándo, pero de unos meses hacia acá, sin venir a cuento, aparece, flotando entre mis desvaríos, el títulito de marras: como un flash, se cuela, se esconde. Me fui a otra parte; retomo el hilo de la historia: mi baile callejero ha sido contemplado por una abuelita que venía hacia mí en el momento en el que mis suelas han pisado el asfalto. La verdad, no he reparado en ella. Pero no ha sido un despiste de ida y vuelta, porque la mujer sí que se ha fijado en mi gesto y en mi posterior titubeo. No le ha tenido que gustar, porque sin venir a cuento, ha comenzado a gritarme. Al principio, no sabía que se dirigía a mí, y cuando, después de girarme a izquierda y derecha, para ver quién era el objeto de su ira, he comprobado que la única persona cercana a ella era yo, me la he quedado mirando como diciendo "¿mande?". Mi perplejidad ha debido enfurecerla más y ha comenzado a lanzarme improperios -al menos eso debían de ser, porque no se le entendía nada- como si de una ametralladora verbal se tratase. La gente ha empezado a pararse, porque claro, una abuelita en medio de la calle gritando es algo que, cuando menos, inspira solidaridad o compasión. Pasado el estupor inicial, he conseguido entender qué me estaba echando en cara: no le ha gustado que me bajase de la acera. Ha pensado que, como en la acera no había espacio suficiente para que pasásemos las dos a la vez y una debía pararse para cederle el paso a la otra, yo no he sido lo suficientemente educada y no he tenido la paciencia necesaria para esperarme a que ella hiciese su camino. En fin, que me he oido lo de "¡qué tiempos estos!", "¡a dónde vamos a llegar!" y tres o cuatro expresiones más de ese tenor.

Prometo que la próxima vez que me baje de una acera miraré al frente por si acaso un niño con muletas, una mujer embarazada o un anciano con bastón me vienen de cara y se sienten menospreciados ante mi retirada táctica.

10 comentarios

Bambolia -

Tarado, me tranquiliza saber que no soy la única despistada, :-)

Añadele que soy extremadamente patosa y tendrás un coctel un tanto peligroso. Eso sí, estar a mi lado es seguro-seguro-seguro: si algo ha de pasar, me pasará a mí; ya sea un camión por encima de un pie, ya sea un resbalón en las escaleres de un teatro; ya sea un corte con un vaso de la manera más absurda...

tarado de lunes -

Urr, Brr, a mí me suceden cosas así todo el tiempo, tanto que ya ni las escribo. Y cuando no me buscan, las busco yo. Eso de ir despistado por todas partes es lo que tiene, que caes en las mayores tonterías constantemente.

Bambolia -

A todo esto... Kiribatik... ¿debería conocerte?

De todas formas, no te he dado la bienvenida. Te la doy, pero no me la devuelvas, que sino, esto es un toma y daca demasiado educado, jajaja. Me monto unas flipadas a estas horas... :-P

Bambolia -

Sí, tengo la otra zapatilla. Me resultó muy complicado convencer al vendedor, no creas, porque sólo me dejaba llevarme una, con la excusa de que una sola flor es más que suficiente para alegrarme la vida.

Ahora que llevo dos flores en los pies, soy inmensamente feliz.

KiribatiK -

Pues a mí me mola esa zapatilla. Espero que tengas otra igual para el otro pie. Una zapatilla sola es tan incómoda...

seamos cínicas -

Yo creo que es una reación de imposición insconsciente sobre alguien al que ven que está distraído, y por lo tanto susceptible de ser "devorado". Jajaja. En fin, yo hablo en términos muy animales. A mí me pasó algo así el viernes, pero al revés, la mandona fui yo. Estaba agotada y tenía un exámen de gilipolleces infórmáticas. em encontré con un malagueño, de 20 añitos, muy agradable, que es un poco timidillo. El pobre estaba deseando hablar con alguien porque llevaba toda la semana encerrado, ya que todos estábamos de exámenes. Y yo andaba con prisas y temiendo que me la jugaran con cambios de última hora etc. Así que al pobre lo obligué a subir al tercer piso mientras me acompañaba y yo me puse a mandarle, posíblemente porque él se dejaba. No sé. Lo hice de una forma inconsciente. Y luego, cuando me di cuenta, le dije que lo sentía, que lo estaba tratando de una forma un tanto autoritaria. Y él me dijo que eso le gustaba... En fin. Que no lo entiendo, pero me pasan cosas muy raras.

Bambolia -

¡Qué hiper-mega-formal que soy! Pol diosssss, "subrealismo", toma ya, Moreno.

Bueno, da igual.

Cataplom, sé que son horteras, pero ni te cuento cómo eran las otras... amén de que la relación aspecto-precio era la adecuada.

Bambolia -

La verdad es que no me ha dado tiempo a pasarlo, porque me estaba pareciendo tan subrealista que me encontraba como si estuviese en otro planeta.

He flipado a colorines. Además, es que estoy por pensar que si existe eso del halo espiritual y bla bla bla, el mío ha de percibirse a distancia y que de alguna manera, tiene que molestar al de las viejecitas, porque no hace mucho otra me montó un pollo por algo parecido, aunque en aquella ocasión, como no había casi gente y ella siguió caminando, la cosa no fue a mayores: nos cruzamos, también en una acera estrecha, y las dos tuvimos que girar un poco el cuerpo, más o menos esquivándonos, para pasar. Teniéndola ya por la espalda, me oí algo así como que yo iba mal, que la acera de la derecha era para ir y la de la izquierda para venir. O sea, como los coches... pero claro ¿quién me dice a mí cuál es la derecha o la izquierda? Se enfadó, además, toda cargada de razón.

Luego me dio por pensar que algo de cierto había en su planteamiento, pero son normas sociales arcaicas...

Apostolic Product -

Jajajajaja. ¡Joder con la abuela.

Me río porque me parece tan absurdo que es cómico, pero me imagino que habrás pasado un mal rato.

Por desgracia, hay mucha gente así, como esa abuela. En Madrid hay mucha gente amaragada que se dedica a pelearse en la cola de los autobuses por ver si alguien se cuela. Probablemente sea una forma de liberar adrenalina y sentirse vivos.

Cataplom -

un poco horteras si q son las zapatillas, consomé!

la abuela se parece a mi tio Celes, q te monta una película en menos q canta un gallo.