Aún estamos a tiempo
Quedan seis días. Seis días para que los indecisos, que casi siempre son los más críticos, se decidan a votar o no. Quizás peque de tendenciosa, y seguramente lo seré. No puedo ser objetiva en algo tan serio como el hecho de contribuir a la elección de quiénes nos van a gobernar durante cuatro años más. Deberíamos de tomar conciencia, o casi sería mejor hacer la afirmación con una perífrasis de obligación: deberíamos tomar conciencia de lo que nos estamos jugando.
Sólo hay que mirar hacia atrás, no más lejos de dos o tres meses, y ver todas las tropelías que estos señores del PP -ni tan siquiera la proximidad de las elecciones generales ha frenado sus malas maneras y sus puñetazos encima de la mesa al más puro estilo caciquil- han cometido: dando un paseo por la sección Disgustos hay unos cuantos ejemplos, pero pequeñísimos...
¿Y a santo de que viene este prolegómeno, si a fin de cuentas, no estoy diciendo nada nuevo ni contando que he descubierto un marciano debajo de mi cama? Pues a que, de una u otra manera, intento serenarme. Y el escribir, calibrando cuál es el mejor uso que se le da a un verbo, a una expresión, a una muletilla, es una buena forma de frenar los instintos más primarios; es, a fin de cuentas, una buena terapia de control educacional. Porque lo cierto es que hace una media hora, hubiese sido capaz de soltarle cuatro frescas al concejal del PP que ha pasado por delante de mi mesa, tan tranquilo él, como si nunca hubiese roto un plato -y quizás haya sido así y no sea bueno personalizar...-.
Esta mañana, al entrar en la bitácora de El Pez se me ha revuelto el estómago. No es que me haya dado de bruces con algo escatológico o con contenidos de elavada morbosidad, no. Me he desayunado con la noticia de que, para el próximo curso escolar, la asignatura de religión será obligatoria. Sí, soy consciente de que era algo que ya se sabía. Sí. Pero una siempre -de manera infantil, lo reconozco- desea, allá en lo más interno de su fuero interno de su más interno sentido de la decencia profundamente interna -¿ha quedado claro?- que algún político con la suficiente capacidad de raciocinio, posponga ad infinitum la puesta en práctica de una barbaridad de ese calibre.
Insisto: sé que no es nada nuevo y que debería de estar acostumbrada, pero es que, quizás, están dando donde más duele. En las personas, que por su corta edad, resultan más maleables. Es la EDUCACIÓN, con mayúsculas. A mí me pueden intentar vender la burra, y ya decidiré -las entendederas me dan, gracias a Dios, para eso y poco más; ya se sabe, siendo mujer, pensar, se piensa poco- más adelante si lo que quiero es una yegua, un asno, o la propia burra de marras; o en todo caso, si lo que quiero es ir motorizada, me quedaré con una mobylette para ir a la huerta a recoger ajos tiernos. Pero resulta perverso que, en un Estado laico en el que en su Carta Magna se define como aconfesional, se imparta la religión católica en las escuelas como asignatura obligatoria.
El sábado, mientras paseaba con Zas, vi un numeroso grupo de niños en una plaza muy cercana a mi casa. Iban con mochilas. Por lo que puede observar, los acompañaban sus padres. Pensé que irían a alguna granja escuela o algo por el estilo, quizás la visita a un museo a otra ciudad... Al momento, dos pañuelos trenzados, colgados del cuello, uno de color verde y el otro de color crema, me dieron la clave: los Juniors -el enlace es de una parroquía de un pueblo que dista 7 km. del mío, pero bueno...-. La versión españolizada de los Boys Scoutts -o como se escriba-.
El vicario de la Iglesia que más está influyendo en mi vida -a la fuerza- encabezaba el comité organizador: pañoleta al viento, pulcra camisa, sonrisa Profidén pero sin destellos, que de erótico, tiene poco. Sólo me vino a la cabeza un pensamiento: adiestramiento, adiestramiento y más adiestramiento. Pensé que posiblemente, si a mí no me hubiesen educado en un colegio de monjas, y no tuviese ni idea de cosas como la Santísima Trinidad y el misterio de la Concepción de la Virgen -obsérvese que todavía respeto el uso de las mayúsculas para escribir sobre el asunto-, a estas alturas de mi vida, si me viniese alguien contándome esas historias, lo trataría de poseso, de ido, de loco, más o menos, al estilo de Carlos Jesús, el más famoso personaje de Dos Hermanas (Sevilla): una secta en toda regla.
Existe una clara diferencia entre la imposición y la voluntariedad, aunque dudo mucho de que, a esas edades, un infante sea capaz de ver más allá de lo mucho que mola que le lleven de excursión...
En resumen, y para que esta rabieta inicial, tipo exabrupto matutino, que ha ido tomando la forma de testamento tipicus bambolinus -o sea, periódico desplegable convertido en sábana- no quede en simple agua de borrajas -uhmmm, qué ricas-, y tenga una finalidad constructiva, podéis leer el manifiesto que ha elaborado la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) -aunque en el artículo de El Pez ya está incluido el texto- y si, después, consideráis conveniente el hecho de adherirse a este manifiesto, tan solo debéis de pulsar aquí .
14 comentarios
Bambolia -
Bambolia -
demasie -
Cini -
Bambolia -
Aunque si mal no recuerdo, durante un año y poco más, allá por mis 14 años... uffff, madre mía... casi me parece increíble... ¡menos mal que reaccioné!
Ahora que tampoco vas demasiado desencaminado: conozco un chico que cuando tenía 18 años repartía folletos de las Juventudes Comunistas y ahora, a los 40, es votante del PP, con tres trabajos para la administración y es incapaz de entender que la huelga es un derecho fundamental, :-(
demasie -
Bambolia -
Incultos... me da a mí que no. Si lo fuesen, no estarían donde están.
demasie -
Bambolia -
demasie -
Bambolia -
¿Dónde se meten las personas que votan a la derecha?
eMe -
*quiero mucho a todos los españoles pero votan para el orto, como los argentinos.*
Bambolia -
Eres perverso... sip.
demasie -