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De espaldas

Retazos

...En casa, mientras hacía una cosa y otra, ha sonado el teléfono varias veces. Una vez era mi madre, que se pasa el día sentada en su butaca mirando la pantalla de la televisión y se aburre y se deprime porque ya no puede salir sola a la calle, y le gustaría que yo fuera a visitarla y a distraerla. Cuando he colgado el teléfono es cuando le he hablado de verdad y le he dicho todo lo que nunca le diré porque, conforme el tiempo avanza, mis propias razones y argumentos se van debilitando, y ya no me siento con derecho a hacerle reproches a mi madre, a decirle que hubiera podido organizar su vida de otro modo, y tratarme y considerarme de otro modo, de manera que sé que nunca conseguiré hablar con ella de verdad, porque ya no hay verdades entre nosotras sino una red de necesidades, de apegos, de recuerdos.


...Lo que veo con toda claridad es la tarde en que me cité con él en el bar de enfrente de la oficina, y sé lo nerviosa que me sentía al salir de casa y mentir, diciendo que había trabajo atrasado y que no me podía tomar la tarde libre. Me tiembla la voz cuando miento, me tiemblan las manos y hasta las piernas, y si alguien me mirara fijamente estaría dispuesta a confesar toda la verdad, pero, asombrosamente, nadie se da cuenta y así yo miento de vez e ncuando sin que nada se derrumbe.


Extraidos los dos párrafos del cuento "La necesidad de marcharse de todos los sitios", incluido en "Gente que vino a mi boda" de Soledad Puértolas

6 comentarios

Bambolia -

Por eso puse ese párrafo en concreto, Esstu. Me explico: llevo tiempo con disputas sin sentido, en la que estoy en medio de los dos frentes y me dan por todas partes. Mi hermana se fue a vivir sola hace ya muchos años -más de veinte- y yo hace tres, con lo que mis padres me tienen a mí más confianza. Mi hermana se desespera con mi madre porque dice que nos tiene tiranizados e intenta tener paciencia pero cada dos por tres la pierde -con toda la razón-. Es un enfrentamiento continuo. Y muy pesado. Mi capacidad de diálogo se agota a medida que me voy sintiendo vacía. Ya no sé cómo explicarle a mi hermana que ya no es hora de echar las cosas en cara, sino de cuidar y de mimar, y de estar ahí. Ella lo entiende, lo sé, pero le cuesta. Y cada vez que se enfrentan por una nimiedad, el asunto se magnifica y acaba en un eterno e innumerable listado de reproches. Con lo que, en cuanto la cosa se calma, a mí me toca restarle importancia al despropósito, afinar las cuerdas, por decirlo de alguna forma...

Es tan complicado...

Oz, eso, entre dos personas adultas en igualdad de condiciones, sirve. Pero cuando una de ellas es una mujer que pasa de los setenta y que se encuentra mermada por una enfermedad, no es muy recomendable.

Oz psicólogo -

Eso os pasa porque no os gritáis, no discutís lo bastante, ni pegáis puñetazos en la mesa, ni portazos. ¡Los italianos no tienen esos problemas existenciales!

eMe -

Madres e hijas, da para una enciclopedia.
Llega un momento en la vida en el que hay que dejarse de pasar facturas. Eso da paso al silencio condescendiente.

Esstupenda -

Tiene Soledad Puértolas una cierta obsesión con las mentiras. Todos mienten.
No creo que sea posible un mundo sin mentiras.
Cuando he leído ese trozo se me puso el corazón en la boca. ¿Cuántas veces no habré discutido yo con mi madre en este último año? Inúltimente, solo creando un vacio de desamor con esa defensa de mis verdades. ¡qué estúpida soy¡¡¡¡

Bambolia -

Las mentiras se escapan de las manos tantas veces cuando, lo que en realidad deseas es decir una verdad... o quizás no te atreves a pronunciar esa verdad...

La mentira es mi cojín, mi manta de viaje: la crudeza es tan dañina...

flissbis -

era inevitable
no lo podías evitar
tenías necesidad de mentirme
hice como que te creía
miré la calle / cristales húmedos y crujientes
hice como que no sentía dolor
y palabras que se difuminaron en el agua de mi lluvia
yo sabía que tenías buenas razones
tú tenías que jugar a la mentira
... el juego solitario del desamor...
[...]