Verónica Guerin
La vi ayer por la tarde. Me refiero a la película que narra la historia de Verónica Guerin, una periodista irlandesa, que en la década de los 90, se involucró tanto en su faceta de informadora, que perdió la vida mientras investigaba sobre los capos del narcotráfico en su país.
La cinta es dura al principio -no le encuentro una razón válida para esa violencia explícita- y a medida que va avanzando, adquiere tintes de sentimentalismo barato, de ése que se centra en pulsar los sensores más básicos del ser humano y que se activan a base de ver a una heroina vilipendiada por sus propios compañeros, a una madre preocupada, a un hijo inocente y a un marido compresivo y bonachón. Decir algo bueno después de las frases anteriores, parece casi imposible, pero lo voy a hacer: la prota, Cate Blanchett, hace bastante bien su trabajo, al igual que la mayoría de los personajes. A destacar, el matrimonio de los malos malísimos, que dan hasta miedo. He de agradecerle, sin embargo, el que me hiciese llorar a moco tendido -no hay nada como una sesión de lagrimeo gratuito-.
De todas formas, mejor que lo digo yo, lo expresa el crítico de Miradas de cine.
¿Con qué me quedé después de verla? Pues con la impresión de que a esta mujer, la película no le hace justicia. Y que la pretensión de Joel Schumacher de dibujar a una heroina en la época del descreimiento está completamente fuera de lugar. Porque no soy capaz de asimilar que Verónica Guerin no dudase en ningún momento, porque no soy capaz de aceptar que el periodismo de investigación sea sólo eso, una historia de buenos y malos, en la que el informador hace el papel del redentor. No. Ha muerto mucha gente por querer contar la verdad al resto del mundo y de hecho, en muchos puntos del planeta se sigue limitando la libertad de expresión por medios violentos -ya sea de palabra o por obra-. Una persona que se enfrenta a algo así ha de dudar, por necesidad, y ha de tener miedo, mucho miedo. Mostrar a una mujer que, en lugar de expresar dudas, de mostrar titubeos, se dedica a ir en línea recta, de forma temeraria, directa a su meta, es cuando menos, hacerle un flaco favor al mundo del periodismo de investigación. No resulta humana -por mucho que el director cuele planos de su vida familiar-, y la verdad, creo que murió por serlo.
Addenda 13:34 h.
Los entrecomillados que se pueden leer en estos comentarios son muy jugosos. Son un claro ejemplo de aquello que dice "del dicho al hecho hay mucho trecho": de las pretensiones de Schumacher y su equipo al producto final, existe todo un mundo de distancia.
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