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De espaldas

No hay otra

Tengo un amigo que, en julio del año pasado, tuvo una caida “fortuita” –entrecomillo porque a mí no me parece tan fortuita, pero bueno...-. Desde entonces, está de baja laboral y lo han tenido que operar recientemente, porque la lesión que sufrió en los ligamentos de una de sus rodillas, necesitaba de un pase por el quirófano para curarse del todo.

Ayer por la tarde, mientras hablaba con otro amigo sobre su recuperación, cometí la “torpeza” –y vuelvo a entrecomillar porque así fue considerada mi intervención por parte de mi interlocutor, aunque a mí no me lo pareció en ningún momento- de afirmar que si hubiera sido un poco más consciente de sus límites, habría, posiblemente, evitado el estúpido accidente que le produjo la lesión de marras.

¡Qué has dicho, niña! ¡Qué has dicho! La culpa, si es que la hay, es del destino, sin más. Estaba escrito –a veces, ante estas cosas, una quisiera saber dónde se pueden leer tales afirmaciones- que a J. le iba a ocurrir eso, y no queda otra que aceptarlo: “le tenía que pasar a él y no hay vuelta de hoja” –sentencia ésta de las que te dejan con la boca abierta y anulan cualquier atisbo de razonamiento mínimamente argumentado-.

Pues no. Siempre he pensado que cuando uno se aclama al Destino –sí, así, con mayúsculas, para darle, si cabe, más enjundia- para explicar una desgracia que podía haberse evitado –no entro a valorar las que son inevitables, porque ése ya es otro asunto-, intenta, por todos los medios, no asumir la parte de responsabilidad que le corresponde, y de esta forma, salir de rositas de una situación que, a priori, podría llevarle a un incómodo replanteamiento existencial. Por descontado, la mayoría de la gente que me rodea –sirva como ejemplo, la conversación sobre la que estoy hablando-, no opina como yo y no hacen más que aceptar, como algo inevitable, los designios del Destino, cuando a éste le da por ser malo-maloso y disfrazarse con el traje rojo de Satán El Magnífico.

Por cierto, resumo la “inconsciencia” del chaval accidentado: correr, yendo pasado de copas –sin eufemismos sería “yendo borracho”-, delante de una vaquilla. El animal se revolvió y en la huida, el “aguerrido” torero, resbaló y, al caer, se golpeó en las rodillas.

18 comentarios

Bambo -

Jesús, ese azar sí que me gusta, sí, :-)

No todo van a ser caidas, pero sí que es cierto que ciertas situaciones nos vienen dadas porque, con anterioridad, nosotros hemos hecho o dejado de hacer algo con relación a ellas. Es como decir que cuando un temerario que estaba jugando a la ruleta rusa muere, ha sido cosa del destino: pues no, oiga usté, si no hubiese empuñado la pistola haciendo el imbécil, no habría muerto, al menos, no de eso.

Kiri, estoy contigo en que es la postura más cómoda para no "invertir" en la propia persona: diciendo que ha sido el destino uno se lava las manos y no existe nada que trabajar para cambiarlo a mejor.

Ciri, a mí tampoco me hace caso el azar de los azares: llevo siglos haciendo la primitiva y nunca me toca, :-/

Hester Prynne -

El destino es si acaso un cuaderno de una forma y de un grosor determinado, desplegado ante cada persona. Pero cada persona debe decidir qué escribe en el cuaderno. Gracias a las diosas, existe el tipex. Jeje...

Ciri -

El destino se lamenta siempre a posteriori, de ahí que podamos hacer planes para que el destino no vuelva a jugárnosla. Esto ocurre con las resacas. Piensas: "nunca más, ya no vuelvo a beber", pero el destino está ahí para ponerte la copichuela en la mano...

Kiri -

Va a ser que sí, Ciri. Con lo cortita que debe tener la varita.

Pues no, yo no creo en el Destino; y el azar me suena a matemáticas, o sea, a chino.

Lo que sí he observado es el poso profundo de fatalismo que tienen las culturas hispanas. Puede que se trate de una herencia islámica.
Fuimos musulmanes durante 800 años, no hay que olvidarlo.
Nos ha quedado la cosa del "estaba de Dios".

Ahora, lo de ponerse hasta el culo de lo que sea y luego echar la culpa al Destino y tal... a mí me parece un poquejo de morro, la verdad.
Sobre todo porque así uno nunca se tiene que molestar en aprender y cambiar. ¿Para qué, si ya está escrito lo que tiene que pasar?

Ciri -

Kiri, pues seguro que hay más de uno por ahí que ahora es obscenamente rico gracias, también, al sr. Aznar.

Kiri -

Joder. Había leído "el sr. Aznar".
Como si fuera un hada madrina o algo así.
(......)

Ciri -

Pues yo estoy con los juegos de azar y no hay manera de que el sr. Azar se ponga de mi lado. Quiero que se cumpla mi gran sueño: ser obscenamente rico.

Vero -

El anónimo era yo, a todo esto... se me olvidó poner mi nombre, jeje

Anónimo -

pues para mi ambas cosas no son contraproducentes. Existe el azar y la gente que hace gilipolleces, y a veces el azar está precisamente en hacer sido tan "poco astuto" el mismo día en que a la vaquilla se le ocurrio andar tan "inquieta".
:)

Jesús -

Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué
ni me viniste a buscar.
Tú estabas donde
no tenías que estar;
y yo pasé,
pasé sin querer pasar.
Y me viste y te vi
entre la gente que
iba y venía con
prisa en la tarde que
anunciaba chaparrón.

Tanto tiempo esperándote...

Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué
ni me viniste a buscar.
Yo estaba donde
no tenía que estar
y pasaste tú,
como sin querer pasar.
Pero prendió el azar
semáforos carmín,
detuvo el autobús
y el aguacero hasta
que me miraste tú.

Tanto tiempo esperándote...

Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué,
ni me viniste a buscar.

Me ha parecido a cuento. No todo, o sí, van a ser caidas desgraciadas...
El azar es importante en la vida, de ahí la magía y las religiones.

Bambo -

Creo que fui excesivamente diplomática cuando escribí ayer la entrada. En realidad, lo que me apetecía decir es que cuando uno hace estupideces, las estupideces, que no son tontas aunque lo parezcan, acaban devolviéndole el favor al prota de la historia, pero en grado superlativo: o sea, que de una estupidez, segurameante, se derive otra aún mucho mayor... vamos, que ¿qué puede esperar uno que le ocurra si para divertirse necesita colocarse, borracho, delante de una vaquilla a hacerle quiebros de cintura en plan bailirina de ballet?

Pues eso, que cuando uno juega con fuego, acaba quemándose. Al menos, eso es lo que me decía mi madre cada vez que me veía con la caja de las cerillas en la mano.

fliss -

¿El Destino?
Qué va
El Azar
Esta sí es otra cuestión
El Azar nos empuja y en función de nuestra «postura» nos ubica en un tipo u otro de «momento»
Así que si al Azar le proporcionamos Alcohol y Ganado Vacuno, él agita la mezcla, nos lanza a la carrera y nos restringe las posibilidades (o ya vamos un tanto restringidos nosotros mismos, o así)
Es la parejita mágica: El Azar y Yo
Aunque a lo mejor todo esto que he dicho no tiene ni pies ni cabeza... tiene toda la pinta
No sé
Besitos Bambo

Gru -

Pues vas a tener razón, Ciri. Qué terrible es el destino que hizo que las vaquillas tuviesen cuernos y el alcohol emborrachara.

Ciri -

Pues yo sigo pensando que es cosa del destino y de la mala suerte. ¿Quién si no le puso las cervezas en la mano? ¿Y cómo fue a parar una vaquilla detrás del desafortunado joven? Ya me diréis qué explicación puede tener todo eso...

Elena -

A veces nos comportamos con irresponsabilidad, y otras tomamos decisiones desacertadas en pleno estado de confusión.
El resto de las veces, no sé porque es tan difícil aceptar la mala suerte de las probabilidades, en lugar de achacar los males al destino, a un dios castigador, al mal kharma...

Ana* -

En fin, a mí sólo se me ocurre una cosa:
"Nada es más inevitable que una estupidez a la que le llega su momento"

Odalys -

:))) Gru :)))

Pues eso, los accidentes no son tan "accidentales" ni tan inevitables. No es pasarse la vida en una urna pero esto me recuerda una peli "COMO DIOS"
(Bruce almighty) donde el hombre (Jim Carrey) luego de creer en Dios es atropellado por un camión y le reprocha a Dios porque justo estaba arrodillado en la carretera agradeciéndole por haber entrado en su vida. Lo mejor es que Dios (Morgan Freeman, genial) le dice que no se le debió ocurrir rezar en medio de la carretera.

Vamos, que si corres ebrio te arriesgas a un tortazo, lo otro es que caminando normalito, sin tacones, te traquee la rodilla y resulte en lesión de menisco; eso me pasó a mí y bueno, me tenía que pasar :)))

Besos y que se recupere tu amigo.

Gru -

Es que la apelación al destino evita tener que pasar por el mal trago de decirse a sí mismo: "Mira que soy gilipollas", y darse cuenta de que uno es gilipollas puede resultar muy traumático, con lo que uno tiene que ir al psi a solucionarlo y cuesta una pasta.

En defintiva: lo hacen por ahorrar, y el ahorro es una virtud. Son unos benditos.