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De espaldas

Arreglada pero informal



Hace poco, una amiga me contó una anécdota protagonizada por una prima suya –sí, ya sé que lo de “me dijo Fulanita que Menganita le contó que Zotanita, la del cuarto, había oído que Antonia la frutera estaba liada con Ignacio el contable” es caer en la más absoluta rumorología, pero es que como estoy iniciando mis estudios de licenciatura en Mediocridad y Ciencias del Cotilleo, éste es un ejercicio práctico que me va a venir de perilla- a la que no paro de darle vueltas –a la anécdota, no a la prima- por aquello de que una siempre teme que sus peores pesadillas acaben convirtiéndose en realidad.

Eloísa –no es su nombre real, claro; en esto de la información veraz y contrastada es importantísimo proteger las fuentes... ja!- había invitado a tres compañeras del trabajo a tomar café a casa. Una de ellas, una amiga de las de toda la vida, llegó la primera y mientras que la anfitriona terminaba los preparativos en la cocina, aquélla estuvo esperando en el salón. Encima de una de las mesitas auxiliares había un bandeja en la que estaban colocados media docena de vasitos de té. Uno de ellos estaba tumbado y pensando la invitada que se había caído, lo levantó. Cuando Eloísa entró en la habitación, se dirigió directamente hacia el vaso que había recuperado la verticalidad y lo puso, nuevamente, tumbado.

La amiga, ante este gesto, se extrañó, por lo que le preguntó a su anfitriona el motivo por el cual era preferible tener el utensilio en una situación tan poco práctica. La respuesta fue contundente: “es que así la casa tiene aire de informal”.

Siempre le he tenido pavor a verme en una situación similar a la interpretada, en esta anécdota, por la anfitriona. Me explico: convertir mi casa en un museo o en una exposición permanente, en la que el espacio y las cosas estén absolutamente medidas y estudiadas para crear un ambiente en particular. Puedo entender que a una le guste rodearse de las cosas que más le satisfagan y que coloque éstas de la manera que más agradable le resulten, pero de ahí a dejar caer en tres pliegues la manta en la esquina derecha del sofá, porque justo en ese lado la alfombra de lana cardada se ve más y el contraste de una sobre la otra es muy llamativo hay bastante diferencia.

Conozco, por desgracia, muchas mujeres que viven para sus casas y no en sus casas. Y a eso es a lo que realmente le tengo tanto miedo, a sorprenderme empleando unos patrones de vida ¿doméstica? que he criticado hasta la saciedad. Porque una cosa es tener claro un concepto y otra muy distinta, llevarlo a la práctica, máxime, si se tiene en cuenta que, al menos a mí, me educaron –o lo intentaron- para que mi casa fuese lo más de lo más en esto del orden, de la limpieza y de lo estéticamente bonito.

Quizás, lo de colocar el vasito tumbado para restarle seriedad al ambiente solamente sea producto del excesivo consumo de revistas dedicadas al interiorismo y a la decoración, pero yo no puedo evitar el equiparar este tipo de gestos con una oculta y a la vez ansiada búsqueda de aceptación por parte de los demás, como si, aun sabiendo que somos mucho más de lo que hasta hace poco se pensaba de nosotras, necesitásemos que, como amas de casa, se nos diese el visto bueno.

9 comentarios

Lía -

Bambolia -

Niño, lo del asíndeton es un tanto complicado, la verdad.

¿Voluntad de estilo? ufffff... cuando a un escritor le da por ponerle las cosas difíciles a sus lectores, parece que todavía tengamos que darle las gracias por obligarnos a realizar esfuerzos... me niego en rotundo.

Lo de los vasos "dejados caer" se ve mucho en los escaparates de tiendas de interiorismo, sí. Al igual que lo de los cojines en el suelo, las mantas desplegadas y la prensa dejada caer encima de un sofá... cuando resulta que en casa la guardas porque cuando vas a sentarte es incómodo hacerlo encima de papel de periódico.

Ciri -

Pues yo no soportaría tener un vaso por ahí tirado, precisamente porque soy un ferviente adorador del orden y el concierto. Esto es muy parecido a lo que ocurre con la escritura. Resulta que existe la voluntad de estilo, y que esa misma voluntad te dicta que debes escribir períodos largos asindéticos, sacrificando tu propia comodidad y sobre todo la del lector. Si quieres tener una voluntad de estilo "informal" en tu casa, pues también debes dejar la impronta con un vaso por ahí tirado. Si es que ahora que lo dices me suena eso de ver tirado un vaso en algún escaparate de alguna tienda de interiorismo...

Bambolia -

Sí, estoy contigo en que el objetivo que se persigue es el mismo, el de dar una imagen en particular. Antes era el de tener una casa llena de dorados y sobrecortinas y ahora es el de vivir en una casa en la que se note que el tiempo ha pasado, aunque para ello se compren espejos nuevos que llevan incluidos las picaduras y los muebles tengan marcas de carcoma...

Es importante adecuar la vivienda en la que se habita al propio gusto, pero de ahí a convertirla en un escaparate permanente...

Hace años conocí a un hombre que llevaba viviendo bastante tiempo en un pueblo de montaña por cuestiones laborales. Disponía de casa facilitada por la empresa, pero en lugar de pasar su tiempo libre en ella, comía y cenaba con una familia a la que le pagaba por ello -llegó a alcanzar tal grado de confianza que hasta incluso se quedaba a dormir allí-. Siempre tuve la impresión de que esto era así porque él huía de estar en su casa: era un lugar frío e inhóspito, desangelado, al que entrabas y a la hora salías de allí con las ideas "entristecidas".

Gru -

Ha cambiado la moda, pero no el objetivo: el deseo de dar una imagen determinada. las casa de antes, tan ordenadas, pulcras y llenas de figuritas a las que había que desempolvar todos los días, eran igualmente incómodas e invivibles.

Para una persona interesada en dar una imagen prima más ese deseo que la comodidad en sí. Influye también en el deseo de dar esa imagen la presión social y la propia coquetería. Si bien, creo que tener una casa al gusto de uno es importante, mucha gente es absorvida por su casa como su único vehículo de expresión. Quizás no tienen mucho más que expresar.

Bambolia -

Vaya, Gru, no se me había ocurrido comparar la situación a lo del coche en los hombres... y creo que tienes razón. Lo que me alucina de esta situación -por llamarla de alguna manera- es que, por lo que recuerdo, hace años, las mujeres se limitaban a "custodiar" sus bienes muebles para que tuviesen el aspecto de impecables, de nuevos, pero ahora, lo que prima es la búsqueda de la apariencia de uso, y no el uso en sí. No se fomenta que una casa, que una vivienda sea habitable, sino que lo parezca, aunque para ello, cada vez que tengas que pasar por al lado de la ventana, hayas de mirar al suelo para no pisar los bajos de las cortinas que arrastran sobre las baldosas. Es como rizar el rizo... ¿no es mucho más sencillo, para que una vivienda sea acogedora, para que resulte agradable a sus habitantes vivir en ella, que se emplee sin limitaciones? Digo yo... no sé, es que me choca mucho.

Gru -

Creo que es, como dices, un forma de demostrar que uno es de cierta clase. Los hombres usan para eso el coche.

Bambolia -

¿el mismo efecto de arreglado pero informal? :-)

Cuando me contaron esta anécdota me vino enseguida a la cabeza las muchísimas veces que me he preguntado el porqué en muchas de las casas de mis amigas, cuando éstas eran niñas como yo, el salón comedor era intocable -por supuesto, el de casa de mis padres, igual-. Se reservaba a las visitas... era como la muestra del estatus social, como la forma de decir "mira, no soy tan clase media como crees; tengo unas cortinas de encaje"...

Será que conozco a pocos hombres que vivan solos y por eso no puedo establecer comparaciones fiables, pero lo cierto es que es un comportamiento que sólo lo he observado en las mujeres... me refiero al hecho de tener la casa estudiada al detalle para dar la imagen de cierta habitabilidad. Y es esa impostura la que no comprendo, porque denota limitaciones e impedimentos para vivir a gusto... Contaba lo de la manta dejada caer sobre el sofá porque es algo comparable a las fotografías de decoración que aparecen en las revistas: por ejemplo, un dormitorio en el que se ve una cama con una bandeja del desayuno encima... ¿mande? y eso... ¿cuándo pasa?

Ciri -

Pues yo conozco gente que tiene el baño sucio para conseguir el mismo efecto. Y a fe de Dios que lo consiguen.