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De espaldas

Vacío



"Siete en punto, tres grados


Si fuese posible la proclamación de una improbable república en esta comarca –sesenta kilómetros de largo y 700.000 vecinos–, el uniforme sería un chándal de hipermercado, con las líneas blancas y paralelas, geodésicas, bajando desde las cinturas a la tierra. ¿La bandera? Acaso la bolsa del Lidl, ese delicatessen popular donde venden queso fabricado en Alemania para españoles fabricados en Ecuador, Lituania, Costa de Marfil y Panamá. Pida usted pasaportes y aprenda geografía, la verdadera educación básica: 116 nacionalidades y un mismo espacio. Buenos días, mapamundi.


Por ejemplo, un tren. Uno cualquiera de los 386 que se mueven a diario y en cada sentido entre Madrid-Atocha y Guadalajara, extremos del Corredor del Henares. Por ejemplo, el que parte de Alcalá de Henares cada mañana (también aquella, la mañana partida por diez explosiones) a las 7:00 –una forma dócil de decir con tres dígitos “maldita sea, qué sueño”-.


En una vieja canción de Elvis Presley, un “tren misterioso” rapta a la chica del cantante hacia un abrazo “largo y negro”. Un aforismo de Bob Dylan sostiene: “se necesita mucho para reír, pero sólo un tren para llorar”. El bluesman Robert Johnson contempla las dos luces traseras de un vagón: “la azul es mi tristeza; la roja, mi mente”. Tren y tragedia empiezan por la misma letra.

Una coreográfica rutina: el primer “tq” en el primer sms, la calada al cigarrillo antes de subir al terreno desinfectado del vagón, el aroma Disneylandia del chicle de menta, un paso, te imponen la prisa, incluso la mecánica del cuerpo, otro paso, un manual de informática, un libro forrado de papel de regalo con fresones estampados, el diario abierto en la página ligera de los crucigramas, el cigarrillo volando contra la noche, no es posible imaginar otras chispas cuando es tan temprano. Porque todavía es de noche. Siete en punto, invierno, tres grados centígrados.

La línea de Cercanías más frecuentada de toda España: casi 220.000 viajeros al día. En la empresa gestora de los ferrocarriles los han estudiado con afanes sociológicos. Les encanta hacernos retratos-robot. Dicen: mujer joven, con estudios superiores y asalariada. Silencian el salario porque los robots no necesitan comer aunque paguen el abono (45 euros al mes). Quizá baste alimentarse con chicles y besos blancos y rojos como la pintura del tren.

Aída (40 años) lee una Biblia envuelta en plástico negro. Es ecuatoriana. El jueves 11 de marzo de 2004 estaba con este libro en este vagón, el primero del convoy, donde explotaría una de las tres bombas. Pero Aída tiene que enlazar con el Metro y se bajó en Vicálvaro, quince minutos antes de las dentelladas. Ahora lee a Isaías: “Jehová es nuestro camino”.

Las ventanillas del tren, un modelo de la serie 447 fabricado por la empresa CAF, patrimonio de una saga vasca de industriales, son la mejor almohada. Muchos dormitan, una forma tierna de encubrir la consternación. Ni la chica del jersey de cuello alto, ni la mamá africana, ni el muchacho de las rastas son testigos del amanecer, pasado Torrejón de Ardoz. Torretas de alta tensión y páramo: alguien debería escribir una canción con esas palabras. El Cercanías acelera. A veces no logras escapar ni siquiera a 120 kilómetros por hora.

Frases pequeñas como migas de pan: “¿viste a tus padres?”, “ya tengo los apuntes”, “es muy niño”, “te doy un toque luego”, “no seas así”. Un hombre lee algo que parece una proclama, la “Utopía” de Tomás Moro. Cuando se le pregunta por qué esa elección, un tratado sobre la paz, prefiere no hablar. Se quita las gafas. Se frota los ojos con tanto rigor que parece querer arrancárselos.

Javier (36) también estaba aquí cuando la mañana se llenó de tornillería: un kilo en cada una de las diez bombas que estallaron, un aguacero matinal y metálico. Se salvó porque descendió antes de Atocha. “Sigo con la misma impotencia”, dice con una sonrisa que no es sonrisa y sigue manipulando su aparato para leer contadores de agua. Trabajar es el arma de los pacíficos.

La voz grabada de la locutora biónica repite los nombres de las estaciones que ya son letanía: Santa Eugenia, El Pozo... Alguien se suena con un kleenex y el rumor orgánico se extiende en el sigilo del tren. Atocha, el gran intercambiador –casi medio millón de personas al día-, es el músculo cardíaco que nos inhala con puntualidad de historia rutinaria, de chute de toxicómano. Los seis vagones del Cercanías entran en la vía 2 a las 7.38.

-Hasta luego -, dice un joven.

-Igualmente -, le responden.

A las 7.39, hace un año, alguien dijo “hasta luego”, alguien dijo “igualmente”. Tomás Moro sostenía que la vida es repetición de otras vidas. También abominó de las guerras y la fama que en ellas se obtiene. A Tomás Moro lo decapitaron por orden del gobierno. A 192 madrileños de la invisible república de los trenes también los mataron. Ninguno merecía salir así de su gloriosa rutina."


No lo digo yo. No sabría cómo hacerlo. Por eso he traído hasta aquí sus palabras. Gracias, j.a.

14 comentarios

Bambolia -

En mi apodo dejo el enlace, Sponge, por si te apetece leer la mala baba que se gasta Ansar... aunque lo importante no son los comentarios, porque algunos liberales que sólo comen de las barbaridades que dice Federico Jiménez Losantos, sólo saben escribir en forma de onomatopeya: los burros, a estas alturas de la película, hasta se dedican a elucubrar sesudamente -y aquí es donde no cabe el respeto del que hablabamos los días pasados-.

Saludos a todos

Hester Prynne -

Magnífico homenaje. Lágrimas en mis ojos, bambolia...

elisa de cremona -

me aprietas el corazón, yo vivo en Barcelona, y hace un buen tiempo que no tenemos atentados, desde ese del profesor de la UB... pero se me aprieta el corazón frente a esto.
un beso

Sponge -

No he tenido el "placer" de leerlo. Por favor, ¿puedes iluminarme sobre lo que ha dicho ese peaso intelestual? (Evidentemente va en tono sarcástico).

Bambo -

fe de erratas:

"sino el reconfortarse por algo que NO son capaces de entender".

Bambolia -

Llevaba varios días evitando ver la tele o leer sobre esto porque me parecía demasiado morboso, como hurgar en una herida uqe a muchos nunca les cerrará. Pero hoy me he levantado, por algo que me ocurrió anoche, con la idea de que las personas necesitamos sacar afuera los demonios de una u otra forma, ya sea pintando, gritando, cantando, escribiendo. Y que la gente anónima que se expresa libremente en estos días, respondiendo primariamente a lo que sienten, no buscan el morbo, sino el reconfortarse por algo que son capaces de entender.

Lo que me indigna, y hoy me he quedado de piedra al verlo en el periódico La Razón, es lo que ha dicho J.M. Aznar sobre la intencionalidad de la masacre... eso sí que me hace perder los papeles. Francamente, personas así no se pueden respetar.

Sponge -

Decía:

Yo empecé a dudar de que fuera ETA cuando la cifra de muertos comenzó a dispararse (30, 40, 60...), me parecía una barbaridad, nunca habían sido tan bestias. Y me convencí de que no eran ellos cuando Arnaldo Otegui dijo que no tenían nada que ver. Seguro que si hubieran sido ellos no habría hecho ninguna declaración.
En ningún caso dejan de ser tan asesinos como los fundamentalistas que se llevaron a nuestros paisanos.

Sponge -

Bambolia, nos hemos cruzado.

Yo empecé a dudar de que fuera ETA

Sponge -

Yo vivo en Madrid. No Madrid capital, sino en un pueblo a 40 Km en la A-6. Justo en donde hace unos años asesinaron a un Guardia Civil junto a una gasolinera. Pararon a dos etarras que llevaban una bomba y uno de ellos le disparó. Poco después pudimos escuchar la explosión controlada de la bomba. Yo no tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero reconocí ese sonido que a un kilómetro de distancia de mi casa hizo vibrar los cristales. Porque ya lo había oído dos veces anteriormente, en la ciudad de mi alma. La primera vez se llevó por delante a un autobús de militares, de todas las edades, jóvenes y menos jóvenes. La segunda, convirtió a seis niños en angelitos y a cinco adultos en sus custodios, en una casa-cuartel de la Guardia Civil.
Hoy no puedo ver la televisión, porque cada vez sale algún recuerdo no puedo evitar llorar.
Bichito, tu relato me ha llegado al alma.

Bambolia -

Acabo de repasar lo que escribimos entonces y cómo, al menos yo, me negaba a creer, a mitad de la tarde, que no pudiese ser ETA. La distancia calma la indignación, pero la impotencia de sabernos expuestos a tanto odio incontrolado... eso da miedo.

Gru -

No he podido leerlo entero, Bichito: Es demasiado duro. Pero sé que está muy bien escrito. Como siempre.

Bambi, yo tampoco tengo palabras. Y me acuerdo de hace un año, tú y yo en línea hablando del atentado, cuando aún no sabíamos quién lo había hecho, y la cifra de muertos aumentando. Qué espeluznante.

Ana* -

Me copio de kris.

kris -

Es..sobrecogedor y tantas otras cosas que ya no sé decir...

Pero quería decir algo, por poco que fuera.

bichito -

gracias por acogerme, S

un beso