Camarera de mi amor
Ejercicio de crecimiento personal -ejem, ejem, ejem-:
Lo reconozco, de cuando en cuando veo películas para quinceañeras bobaliconas -normal, pertenezco a la generación "Grease"-; leo, guiada por la desesperación, novelitas rosa estilo Colección Harlequín, cuando algún futurible marido, despistado él, no ha acudido a nuestra primera cita con el pertinente ramo de rosas rojas en una mano y en la otra, una sortija "un diamante es para siempre" y escucho el "P'a todo el año", de José Alfredo Jiménez, cantado por María Dolores Pradera, los días en los que me siento ajada, rota y desdichada en amores; o sea, tal cual la Zarzamora con tendencia masoquista.*
[*Mensaje para mi terapeuta emocional: espero que valores este ejercicio de nudismo espiritual tal y como se merece; nada de "cada tres palabras, has hilvanado catorce para justificar las anteriores, y eso, señora mía, no deja de ser una negación de TU realidad", que ya estoy harta de quedarme en cueros y enseñar mis vergüenzas tipo consumo no selectivo de pseudo-cultura basura y no recibir ni tan siquiera una palmadita en el hombro, para respaldar y reforzar mi hiper-mega-valentía.
Pdta. para los que pululan por estos lares: que es muy de cuando en cuando; de verdad de la buena, :-P]
De entre todas las pelis de niñas monas, románticas y buenas-buenísimas de la muerte que he visto a lo largo de mi vida, El Bar Coyote es mi preferida. Tanto es así, que tengo grabada la banda sonora en dos o tres cintas, para poder escucharla en el coche; en casa, cuando estoy en el pueblo; y con los walkman, antes de tener el discman.
Argumento: aventuras y desventuras de cinco camareras -en concreto, de una de ellas; el resto, son relleno- estilo Cosmopolitan que trabajan en un bar de copas de NY, atestado de maromos hambrientos de carne femenina y unas cuantas treinteañeras, deseosas de ribazear con cervatillos de músculos la-fibra-soy-yo. Cuatro canciones pegadizas, dos o tres bailes la-noche-es-para-vivirla-y-las-botas-camperas-no-dan-calor, de coreografía y ejecución perfecta, escenificados encima de la barra -se ve que en los USA les mola mucho eso de darle un empleo alternativo a las cosas, por aquello de ser los más originales del mundo mundial-, y una básica historia de amor/desamor, fracaso/superación, muy al estilo de en-América-todo-es-posible.
Llevo dos fines de semana intentando emular a estas mozas tan peripuestas, pero he de reconocer que, aunque mis compañeras y yo hemos hecho casi lo imposible por ser la versión española de Bar Coyote, la pretensión se ha quedado en una burda y nefasta caricatura: de ahí que me haya atrevido a modificar la fotografía que ilustra la anotación, para adaptarla a lo que en realidad supone atender la barra de un bar de pueblo durante los días que se celebran las fiestas patronales. Mucho padre de familia salido -de casa y de sí mismo-; mucho soltero con pocas o nulas dotes de conversación -tres larios con cola y cuatro pipirigallos-; y excesivo, manifiesto y evidente deseo de ahogar las penas en alcohol de casi la mayor parte de los visitantes.
Toda una experiencia, sí. Ahora entiendo cuando se dice, cual tópico-típico de primer grado, que los camareros son como los antiguos confesores: saben y conocen de la vida y costumbres de sus clientes más asiduos. Alguno seguro que matizaría diciendo que "es que tienen mucha psicología" y aunque la expresión sea de las de rompe y rasga, en este caso, algo de verdad hay.
Por cierto, me cantaron el "Camarera, camarera, tú eres la camarera de mi amor; sí señor". Ya he cubierto mi cupo de ternura y mimos a domicilio para dos o tres meses. Lo sé, no puedo quejarme, :-D
8 comentarios
Bambo -
Sponge -
Bambo -
Bambo -
Bielka -
La respuesta adecuada a semejantes requiebros galantes es: "Y tú porque eres hijo de la fulanita, que si no te tiraba agua hirviendo y te escaldaba los huevos".
Bambo -
"uno ha de respetar"
Bambo -
Pues las camisetas sí que eran ceñidas, y llevaba escote. Pero ése, creo, no es el caso. De hecho, pillé un tremendo rebote por el permiso oficioso que se autoconceden ciertos machos a la hora de entablar "tratos" con la mesera...
Acabé hasta las narices -y no digo algo más contundente porque estoy en proceso de refinamiento "figurita Lladró"- de los tipos que se permitían el lujo de decirme cosas similares a "porque eres hija de quien eres, que sino... te entraba ahora mismito", o "porque tu ex es uno de mis mejores amigos y uno a de respetar siempre esas cosas, que sino, no te me escapabas" y bla, bla, bla... Palabrería barata con un transfondo de pertenencia que asusta.
O sea, yo, como mujer, por el mero hecho de serlo, no merezco respeto alguno: he de aguantar que un baboso borrachuzo me diga cuatro piropos groseros y además he de reirme y hasta aplaudirle la ocurrencia. Eso sí, como soy hija de mi padre o soy ex de fulanito, entonces merezco un trato bastante más considerado. Vamos, que por ser yo, nada de nada. Pero por ser "de", entonces sí.
Lo mismito que hacemos las mujeres cuando entramos a un bar y vemos a un camarero mazas de buen ver: nos vamos cara a él y al tercer chupito de orujo de hierbas le largamos que porque lleva anillo de casado y eso es sagrado, que sino, vamos, que lo violábamos allí mismo, encima del mostrador... ¡no te jode!
Oz observa -