Más allá de la muerte
Cuando escuché anoche la noticia en los informativos de no sé qué cadena de televisión, me tuve que sentar -y es literal-: primero, porque me quedé estupefacta -y cuando una entra en ese tipo de trances, mejor es que le pille sentada y no derechita, por aquello de evitar el irse de bruces al suelo por la reacción-, y después, pasada la impresión inicial, porque quería saber más de aquel despropósito que estaba contando el presentador.
Siempre he pensado que se ha de ser muy respetuoso con los deseos de los vivos para cuando ya no lo sean, pero de ahí a que un club de fútbol habilite un espacio en las instalaciones de su estadio para que, caso de solicitarlo, sus seguidores más acérrimos puedan disponer, en virtud de una de sus últimas voluntades, que sus cenizas sean depositadas en el lugar que más satisfaciones deportivas y sociales les ha brindado, va un trecho largo. Y más que largo, larguísimoooooooo, con muchas "oes" finales, como las de ¡gooooooooool!.
Hay personas que se pasan la mayor parte de su vida pagando una cuota mensual para asegurarse de que serán despedidos del paraiso terrenal con todos los honores, o cuando menos, que podrán marcharse al más allá dentro de un féretro tapizado de blanca seda, herrajes dorados y una corona de crisantemos con lazo morado. Es algo que no termino de entender, pero el miedo que todos tenemos a la muerte -o casi todos-, al más allá, justifica el que pensemos que, haciendo las cosas de un modo en particular, convirtiéndolas a la larga en un rito, lo desconocido ya no estará a la vuelta de la esquina -una mera ilusión ajena a cualquier razonamiento lógico- y cuanto más alejemos lo que nos produce pavor, más control tendremos sobre la situación.
Todavía recuerdo cómo me chocaba, siendo niña, la respuesta de mi abuela cuando venía el cobrador del Ocaso y yo le preguntaba que qué estaba pagando: "los muertos, Salo, los muertos".
¡Qué cosas! Así me fue a mí durante un tiempo, que pensaba que mis familiares fallecidos necesitaban dinero para poder malvivir en el purgatorio y que el trabajo del señor de la carpetita azul y famélico aspecto era el de, aparte de recaudar, llevarles después a las ánimas penitentes lo que sus familiares no podían hacerles llegar por el banco... Porque ésa es otra: como mis amadas monjitas me habían explicado en clase que los únicos que iban directamente al cielo eran los santos, y que el resto de los mortales, antes de llegar a tan onírico lugar, caso de alcanzar ese honor, pasaban una larga temporadita en el purgatorio para expiar todos sus pecados, yo daba por hecho que mis dos abuelos y unos cuantos tíos vivían en una zona intermedia situada entre la tierra y el cielo, flotando en el espacio.
Esto de que el Camp Nou se pueda convertir en un cementerio culé me ha recordado que hace ya casi un año recopilé información para hablar sobre las necrológicas, panegíricos y demás escritos que glosan las virtudes de los fallecidos y que navegando entre deceso y deceso -qué nombre más aséptico... como lo de "éxitus" del lenguaje médico para decir que se les ha muerto un paciente- encontré una página de centroamérica que ofrece un servicio de esquelas en la red: Obituario.net. No sé hasta qué punto puede llegar a ser efectivo lo de que los familiares y allegados de un difunto consulten en internet a que hora va a ser el entierro... Desde luego, a mí no se me habría ocurrido nunca. Aunque tampoco se me habría ocurrido nunca llamar a la oficina de información de un ayuntamiento para preguntar cuál es la costumbre en ese pueblo a la hora de dar el pésame, si se hace antes de entrar a la iglesia o después, a la salida, y en una ocasión, cuando trabajaba en ese departamento, una señora me colgó airadamente el teléfono porque no supe qué responderle.
8 comentarios
Bambo -
¿Tú crees, Delfín, que serían capaces de dar con sus propias neuronas? -siento el sarcasmo, pero es que me supera-. Por cierto, lo de autocitarse no está feo. Al menos, aquí. Si la referencia que se da está relacionada con el asunto en cuestión, bienvenida sea -hace unos días leí en una bitácora "geek" unas recomendaciones para el buen comentarista de bitácoras... la de autoreferenciarse era una de las prohibidas, bajo pena de considerar "troll" al arriesgado internauta... ¡madre mía, lo que ganaría mucha gente si no se pusiese tan a la defensiva! Será que como yo lo he hecho alguna vez, me autoexculpo, :-) - Y me he ido por los cerros de Úbeda, para variar.
Bambo -
Stephan -
Delfín -
Está feo citarse a uno mismo, pero alguien me dijo hace poco que exageraba al escribir esto:
http://romera.blogalia.com/documentos/relaciones/futbol.html
Me faltó, claro, hablar de los estadios como camposantos.
Bambo -
Lo de los cementerios en otras culturas distintas a la nuestra no deja de sorprenderme: por ejemplo, lo que hacen los mejicanos la noche de difuntos, de estarse allí rezando durante horas y horas... ¡a mí me iban a encontrar en un lugar así, seguro!
Bielka -
A mí no me da yuyu porque ya me he acostumbrado después de haber visitado muchos cementerios por aquí. Esto está lleno de cementerios de las dos guerras y la gente los asume con normalidad. Viven al lado sin inmutarse.
Los cementerios españoles, sin embargo, me dan mucho más yuyu, así como los de otros países meridionales. Y yo creo que es porque tenemos una actitud hacia la muerte mucho más temerosa. No hay más que ver lo lejos que ponemos los cementerios de las poblaciones.
A veces pienso en que está bien que la vida se recicle d esa forma y que encima de lás lápidas jueguen los niños. Eso es, quizás, la eternidad.
Lo de la horterada en grado sumo es excesivo. Lo curioso es que la gente se lo toma en serio y le gusta.
Bambo -
A mí me daría un poco de yu-yu, la verdad. En el pueblo en el que vivo cambiaron el cementerio de sitio y ahora está mucho más a las afueras de lo que estaba entonces. En ese lugar han hecho un parque, pero han tenido el pésimo gusto -a mi modo de ver, claro- de colocar tres cruces en la zona más visible del jardín, con lo que si una sabe que allí había antes un cementerio e intenta olvidarlo cada vez que pasa por el lugar, no hay tu tía: ahí está el tríptico encrucijado pra recordártelo. En mi apodo dejo una foto. Por cierto, por aquellas cosas extrañas del ¿destino? el parque de marras se llama "Dolores Ibarruri", muy apropiado...
Muy bueno lo de la concesión a perpetuidad, jajaja.
De todas formas, puedo entender lo de las tumbas ostentosas, pero lo que está ocurriendo en este país con el fútbol, de verdad que no conoce límites... Hace poco me soprendió un anuncio en una tele autonómica -no recuerdo si era la TV3 o la valenciana-: el seguidor de un equipo de fútbol podía despertarse al son del himno de sus amores, y para más inri, el relojito disponía de un dispositivo que activaba unos haces de luz con los que se conseguía representar el escudo del susodicho en el techo de la habitación... todo un prodigio de horterada en grado sumo.
Bielka -
Cerca de mi casa hay un parque que fue un antiguo cementerio. Lo remodelaron y lo pusieron muy bonito, y de hecho voy yo allí a pasear a la niña. ¿Qué hicieron con las lápidas? Las usaron como baldosas en los caminos - sí, así son por aquí arriba, algo impensable en España. Y algunas se pueden leer, las más antiguas datan de 1850 o así, y las más modernas de 1945. Son lápidas de gente bien, de los que se podían permitir tener una lápida y no una cruz de madera o acabar en una fosa común. Lo que más mola es cuando lees en las lápidas "concession à perpetuité". Qué poco dura la perpetuidad. A mí se me escapa una risilla cada vez que lo leo.