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De espaldas

La cuestión masculina

Levantó el índice con aire profesional y por primera vez mi risa no fue una reacción ofendida de defensa, sino de despreocupación y complicidad.

-Se dará cuenta de que la calidad de vida no se ve verdaderamente amenazada por esta crisis... energética de la naturaleza. Un hombre de gran civilización y cultura no puede envidiar esas satisfacciones elementales que son el consuelo de los pobres. A todos aquellos que desde hace mucho han superado el salario mínimo sexual, que está al alcance de todos los bolsillos, la riqueza les ofrece gran variedad de voluptuosidades que equiparan, de alguna manera, sus posibilidades de felicidad con las de los trabajadores africanos. Y además, también está lo que denominamos "tener potra". Hay, querido amigo, chicas fantásticas que son totalmente frígidas, peor evidentemente, los vigorosos quincuagenarios no tienen siempre la suerte de dar con un diamante de ese tipo, y la mayoría de mis visitas se quejan amargamente de que sus mujeres o sus compañeras tienen un temperamento desenfrenado y que llegan hsta el punto de exigir dos veces al mes. Y además -ya sé, ya sé-, están las que llevan siempre la contraria, ésas que podrían liberarle en unos minutos, pero que alargan el placer -eso debería estar prohibido por la ley- y se ve obligado a continuar, a remar a veces hasta un cuarto de hora -¡un crimen!-, con la frente sudorosa, a pesar de su presión arterial, e incluso cargando con todas las preocupaciones que le provocan la inflación, las restricciones del crédito y la subida de las materias primas. Su prestigio naturalmente está en juego -¡Ay! ¡El Prestigio!- y si se desempalma, es una deshonra, el fin de toda una reputación de gran follador, la depreciación, caballero, la depreciación. Se verá constreñido por la revelación, obligado a declararse en quiebra, y cuando ella le dice con dulzura, mientras le acaricia la frente: "No pasa nada, cariño", la odia, la odia, no hay otra forma de describirlo. Evidentemente puede ponerse de rodillas y empezar a lamerla, en caso de que no sea usted Caballero de la Legión de Honor, pero estará lamiendo ya con la batalla perdida, caballero, lame en retirada, el frente ha caído, ni siquiera sabe dónde están sus tropas y su artillería, representa usted un papel de figurante, ella se da cuenta de que usted ya no existe y, a poco que el broche final venga de dentro y que los vagabundos le interesen sólo a medias, llega siempre el momento más terrible de todos, en el que ella retira suavemente su cabeza, y se crea entre los dos un silencio de balón pinchado, lleno de comprensión recíproca, en el que cada uno intenta dominar su frustración y su rencor con una actitud de despego civilizado. Minimizamos, fumamos un cigarrillo, bebemos un whisky, ponemos un disco, nos cogemos de la mano, hablamos de algo verdaderamente importante, estamos por encima de todo eso, hay que trascender. Pero todavía le queda una oportunidad. Porque por poco que sus sentimientos sean sinceros o que tenga -¡regalo del cielo!- una naturaleza un poco humilde que se sienta fácilmente culpable, se dice a sí misma: "Ya no le gusto", y también "Ya no me quiere" -eso es, querido señor, ¡la comprensión entre sexos! y quizá le pueda encasquetar a ella su fracaso...

Mingard se calló. No sé si el día declinaba o si se trataba de una sombra más profunda...

-¡Ay! ¡La cuestión masculina! -dijo casi con ternura-. Los lugares donde el hombre sitúa su honor, es increíble... Los huevos deberían estar sobre la cabeza, como una corona...

Extracto del capítulo nueve de la novela Próxima estación: final de trayecto, de Romain Gary. Es importante reseñar que el viejo médico -más de ochenta años- al que acude el personaje de esta historia en busca de un poco de consuelo moral, acompaña sus palabras de grandes dosis de ironía -quizás en este trozo no sea tan evidente como al principio del capítulo; de ahí mi explicación-.

Sólo he leido, con anterioridad a ésta, una novela de R. Gary:La vida ante sí, escrita con el seudónimo de Émile Ajar. Me gustó mucho. Tanto es así que la he regalado alguna que otra vez -siempre me ha parecido muy complicado lo de acertar con la literatura, por lo que siempre opto por libros relacionados con arte o curiosidades- y un amigo al que le cayó en suerte hace unos cuantos años, me hizo llegar Próxima estación a mitad de esta primavera. No tiene la misma calidad literaria que la que narra la historia de Momo, pero eso no quiere decir que no sea recomendable: máxime, sabiendo quién fue su autor y qué tipo de vida llevó. Resulta interesante conocer dónde reside la angustia en la que caen muchos hombres cuando se acercan a los sesenta.

4 comentarios

Lía -

Demasiados siglos haciéndole honor a dicho miembro para que les falle en un momento puntual. Y como bien dices, les duele en el honor, ya ves...

De todos modos si hablamos de sexo, solo de sexo, para ellos (insisto, solo sexo)acaba y empieza justo ahí. Sin rodeos innecesarios.

Solo hay que ver una película porno para entenderlo. Todas están hechas para cumplir sus fantasías.
Escenas ridículas donde una señorita estupenda en el ascensor (por ejemplo), sin mediar palabra, se le arrodilla y "empieza" siempre por una felación interminable...Lo normal de cada día vaya...Después son todo ejercicios gimnásticos de donde encajarla, por aquí, por allá, eso ya da igual. Lo importante es penetrar. Eso sí, en ningún momento de las tropocientas mil acometidas fogosas, pierde el miembro su tersura. Insisto, lo normal(jajajajaja).

Ah!..y que a ellas les encante todo eso, claro.
Y me pregunto yo...¿a qué mujer le gustan esos refrotones manuales o de lengua a cinco mil revoluciones por minuto? ¿Y las acometidas en posiciones imposibles absolutamente exentas de cualquier ternura?.
O muy equivocada estoy yo...o cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Por mucho que una mujer hable de sexo por sexo, necesita un acercamiento, una calidez o al menos lo intenta. Ninguna película porno femenina empezaría por una escena como la del ascensor...
Pues eso, que esas son sus fantasías, no las nuestras (en general o al menos de lo que yo conozco).

Según se mire, es una suerte poder tener repartido el mundo de las sensaciones placenteras sin necesidad de centrarlo en una sola parte...o no...porque también eso nos hace más exigentes y nos lleva a otro tipo de frustaciones.

Somos complicados todos en definitiva, sí...

Lía -

Demasiados siglos haciéndole honor a dicho miembro para que les falle en un momento puntual. Y como bien dices, les duele en el honor, ya ves...

De todos modos si hablamos de sexo, solo de sexo, para ellos (insisto, solo sexo)acaba y empieza justo ahí. Sin rodeos innecesarios.

Solo hay que ver una película porno para entenderlo. Todas están hechas para cumplir sus fantasías.
Escenas ridículas donde una señorita estupenda en el ascensor (por ejemplo), sin mediar palabra, se le arrodilla y "empieza" siempre por una felación interminable...Lo normal de cada día vaya...Después son todo ejercicios gimnásticos de donde encajarla, por aquí, por allá, eso ya da igual. Lo importante es penetrar. Eso sí, en ningún momento de las tropocientas mil acometidas fogosas, pierde el miembro su tersura. Insisto, lo normal(jajajajaja).

Ah!..y que a ellas les encante todo eso, claro.
Y me pregunto yo...¿a qué mujer le gustan esos refrotones manuales o de lengua a cinco mil revoluciones por minuto? ¿Y las acometidas en posiciones imposibles absolutamente exentas de cualquier ternura?.
O muy equivocada estoy yo...o cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Por mucho que una mujer hable de sexo por sexo, necesita un mínimo acercamiento, una calidez o al menos se desea. Ninguna película porno femenina empezaría por una escena como la del ascensor...
Pues eso, que esas son sus fantasías, no las nuestras (en general o al menos de lo que yo conozco).

Según se mire, es una suerte poder tener repartido el mundo de las sensaciones placenteras sin necesidad de centrarlo en una sola parte...o no...porque también eso nos hace más exigentes y nos lleva a otro tipo de frustaciones.

Somos complicados todos en definitiva, sí...

Bambo -

El problema, Sinfo, es que aunque muchas de nosotras disfrutamos del sexo sin la penetración, ellos parece ser que no: es la meta, el logro a conseguir. Y has de tener en cuenta que su "problema" lo es para ellos porque la frustración se queda en el punto en el que parte... Creo que lo que menos les puede preocupar es que la moza que comparte cama o ascensor con ellos, pueda sentirse complacida de muchas otras formas: el empalmamiento es indispensable.

Leyendo la novela descubrí razonamientos que pensaba el prota que de no tratarse de asuntos serios para muchos de ellos, diría que de tan pueriles, llegaban a ser estúpidos. Pero es lo que tienen las obsesiones...

sinfo -

Me congratulo de esta reaparición, oiga.:-D.

A mí me resulta de lo más cómica la preocupación fálica por cumplir. Sobre todo porque la mayoría de las mujeres no experimentan el mayor placer sexual mediante la penetración, sino de otras maneras.
Por tanto, lo lógico sería que la figura del amante "triunfador" no estuviera tan vinculada a la obsesión por los empinamientos.
Eso ahorraría muchos complejos feos y muchas paranoias.