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De espaldas

Literatura

Camisón rosa

"Sujeto con chinchetas encima de la fregadera de Girardi hay un cuadro de Jesucristo elevándose hacia el Cielo con un camisón rosa. ¡Qué repugnantes pueden ser los seres humanos! Desprecio a los judíos por su mezquindad, su fariseísmo, el sentido increíblemente grotesco que estos trogloditas que son mis padres y parientes tienen de su superioridad, pero cuando se trata de vulgaridad y ramplonería, de creencias que avergonzarían a un gorila, es imposible superar a los ’goyim’*. ¿Qué clase de infames y estúpidos ’schmuck’* son estas gentes para adorar a alguien que, en primer lugar, nunca existió y, en segundo, si existió, con el aspecto que tiene ese cuadro, fue sin duda La Violeta de Palestina. Con un peinado de paje, con un cutis de Palmolive... ¡y llevando una bata que aún hoy me doy cuenta que debe de ser de Fredericks, de Hollywood!"

*goyim: gentiles
schmuck: estúpido

Fragmento del capítulo "Ansia de sexo" de la novela de Philip Roth "El lamento de Portnoy"

Si no la habéis leido, tenedla en cuenta para el futuro. Eso sí, no los la llevéis de aquí para allá para matar ratos perdidos entre una cosa y la otra, porque se os pueden subir los colores en más de una ocasión.

Quizás sea exagerado decir que es imprescindible para entender lo que supone ser educado en un mundo creado por y para la religión, pero ayuda mucho a comprender lo que se llega a pensar de otros por desconocer otras formas de ver la vida.

La cuestión masculina

Levantó el índice con aire profesional y por primera vez mi risa no fue una reacción ofendida de defensa, sino de despreocupación y complicidad.

-Se dará cuenta de que la calidad de vida no se ve verdaderamente amenazada por esta crisis... energética de la naturaleza. Un hombre de gran civilización y cultura no puede envidiar esas satisfacciones elementales que son el consuelo de los pobres. A todos aquellos que desde hace mucho han superado el salario mínimo sexual, que está al alcance de todos los bolsillos, la riqueza les ofrece gran variedad de voluptuosidades que equiparan, de alguna manera, sus posibilidades de felicidad con las de los trabajadores africanos. Y además, también está lo que denominamos "tener potra". Hay, querido amigo, chicas fantásticas que son totalmente frígidas, peor evidentemente, los vigorosos quincuagenarios no tienen siempre la suerte de dar con un diamante de ese tipo, y la mayoría de mis visitas se quejan amargamente de que sus mujeres o sus compañeras tienen un temperamento desenfrenado y que llegan hsta el punto de exigir dos veces al mes. Y además -ya sé, ya sé-, están las que llevan siempre la contraria, ésas que podrían liberarle en unos minutos, pero que alargan el placer -eso debería estar prohibido por la ley- y se ve obligado a continuar, a remar a veces hasta un cuarto de hora -¡un crimen!-, con la frente sudorosa, a pesar de su presión arterial, e incluso cargando con todas las preocupaciones que le provocan la inflación, las restricciones del crédito y la subida de las materias primas. Su prestigio naturalmente está en juego -¡Ay! ¡El Prestigio!- y si se desempalma, es una deshonra, el fin de toda una reputación de gran follador, la depreciación, caballero, la depreciación. Se verá constreñido por la revelación, obligado a declararse en quiebra, y cuando ella le dice con dulzura, mientras le acaricia la frente: "No pasa nada, cariño", la odia, la odia, no hay otra forma de describirlo. Evidentemente puede ponerse de rodillas y empezar a lamerla, en caso de que no sea usted Caballero de la Legión de Honor, pero estará lamiendo ya con la batalla perdida, caballero, lame en retirada, el frente ha caído, ni siquiera sabe dónde están sus tropas y su artillería, representa usted un papel de figurante, ella se da cuenta de que usted ya no existe y, a poco que el broche final venga de dentro y que los vagabundos le interesen sólo a medias, llega siempre el momento más terrible de todos, en el que ella retira suavemente su cabeza, y se crea entre los dos un silencio de balón pinchado, lleno de comprensión recíproca, en el que cada uno intenta dominar su frustración y su rencor con una actitud de despego civilizado. Minimizamos, fumamos un cigarrillo, bebemos un whisky, ponemos un disco, nos cogemos de la mano, hablamos de algo verdaderamente importante, estamos por encima de todo eso, hay que trascender. Pero todavía le queda una oportunidad. Porque por poco que sus sentimientos sean sinceros o que tenga -¡regalo del cielo!- una naturaleza un poco humilde que se sienta fácilmente culpable, se dice a sí misma: "Ya no le gusto", y también "Ya no me quiere" -eso es, querido señor, ¡la comprensión entre sexos! y quizá le pueda encasquetar a ella su fracaso...

Mingard se calló. No sé si el día declinaba o si se trataba de una sombra más profunda...

-¡Ay! ¡La cuestión masculina! -dijo casi con ternura-. Los lugares donde el hombre sitúa su honor, es increíble... Los huevos deberían estar sobre la cabeza, como una corona...

Extracto del capítulo nueve de la novela Próxima estación: final de trayecto, de Romain Gary. Es importante reseñar que el viejo médico -más de ochenta años- al que acude el personaje de esta historia en busca de un poco de consuelo moral, acompaña sus palabras de grandes dosis de ironía -quizás en este trozo no sea tan evidente como al principio del capítulo; de ahí mi explicación-.

Sólo he leido, con anterioridad a ésta, una novela de R. Gary:La vida ante sí, escrita con el seudónimo de Émile Ajar. Me gustó mucho. Tanto es así que la he regalado alguna que otra vez -siempre me ha parecido muy complicado lo de acertar con la literatura, por lo que siempre opto por libros relacionados con arte o curiosidades- y un amigo al que le cayó en suerte hace unos cuantos años, me hizo llegar Próxima estación a mitad de esta primavera. No tiene la misma calidad literaria que la que narra la historia de Momo, pero eso no quiere decir que no sea recomendable: máxime, sabiendo quién fue su autor y qué tipo de vida llevó. Resulta interesante conocer dónde reside la angustia en la que caen muchos hombres cuando se acercan a los sesenta.

Risa frente a la verdad

Risa frente a la verdad

"¿Que el fondo del corazón humano es negro?
¡Risa!
¿Que no hay nada en el mundo, ni lo más puro, que no se doblegue al dinero?
¡Risa, risa!
¿Que todo está edificado sobre mentiras asquerosas, y mantenido por injusticias eternas? ¿Que lo inmutable se ciñe sobre nuestros actos? ¿Que la mujer es?... ¿Y el hombre es?
¡Risa, risa!
¿Que no hay categorías morales, sino sociales? ¿Que la traición y la envidia son el ’leiv-motiv’ de la existencia?
¿Que hasta los propios hijos han de volvérsenos un día como enemigos implacables?... ¿Que todo va acabar en un agujero solitario, lleno de mugre, de podredumbre y de barro?
¡Risa, risa, risa!...
A los inteligentes no debe ocultárseles la verdad, de la misma manera que a los Santos nadie les ocultó el vicio. Por el contrario, hay que descubrir la verdad; cogerla de improviso; mirarla cara a cara sin pestañear, de igual modo que miramos la factura del gas a primeros de mes. Y cuando podamos contemplar, libres de estremecimientos, aquel semblante repulsivo, entonces... ¡a reír! ¡A reír hasta hartarse!
¿Tomar las cosas en serio? Los burros y los ’hombres formales’ ésos sí toman las cosas en serio.
Pero es que un ’hombre formal’ sólo se diferencia de un vagón de burros en que hace menos bulto y en que va al café a discutir de política.

Todo lo que va dicho resulta bastante amargo. Pero hay que tener en cuenta que se trata de un ’Aperitivo’.
Por lo demás, ¡poco que me he reído yo escribiéndolo!...

E.J.P.

Extraído del ¿ante-prólogo? "Aperitivo con aceitunas" de la novela "Pero...¿hubo alguna vez once mil vírgenes?", de Enrique Jardiel Poncela.


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Copio lo que hay en el recuadro de la foto, porque no se lee bien:

"Don Juan
Seductor de damas a domicilio
Caldera nº 8060 INFIERNO"

José Manuel Caballero Bonald

Ayer, viernes, se supo quién era el galardonado con el Premio Nacional de las Letras españolas 2005: José Manuel Caballero Bonald.

Lo que yo pueda referir al respecto de este hombre es irrelevante. No está todo dicho, pero casi. Habrá quien opine que otros se lo merecían más que él, o que su acerada crítica hacia la actual sociedad española es políticamente incorrecta. Sin ir más lejos, el miércoles 23 de noviembre, dos días antes de que se diera a conocer su nombre como ganador de este premio, el diario argentino La Nación, publicaba en su versión digital, una entrevista, en la que el escritor manifestaba cosas como que "el franquismo sigue latente en España"; afirmación que muchos compartimos, pero que la mayoría, de cara a la galería, no se atreve a pronunciar por temor de que le tachen de agitador intelectual.

En el suplemento "El Cultural" del periódico "El Mundo", le dedican hoy un artículo, y en el que incluyen, al final del texto, un enlace a otra entrevista que le hicieron en octubre de este año y otro a la crítica de su último poemario, Manual de Infractores.

Por si alguno de los que por aquí pasáis no habéis leido nada suyo, copio un poema titulado "Nombre entregado" -es largo y ¿denso? más bien, diría que a medida que se lee, una piensa en no seguir... duele, y a cada verso que sigue, duele más todavía-:

"Tú te llamabas tercamente Carmen
y era hermoso decir una a una tus letras,
desnudarlas, mirarte en cada una
como si fuesen rastros iguales de alegría,
distintos besos en mi boca reunidos.
Era hermoso saberte con un nombre
que ya me duele ahora entre los labios,
me sangra entre los labios como el moho de una fruta,
como algo que yo querría nombrar constantemente
y me estuviese amordazando con su olvido,
con su apremiante negación de ser,
porque es inútil repetir lo que termina en nada.

Es posible que ya no puedas tú tener un nombre,
encerrar en un nombre tu ternura,
tus verdes ojos dulces,
la dorada humedad de tu cabello,
que ya no puedes responderme si te llamo,
si te sigo llamando y nada me devuelve
la ilusoria constancia de que áun eres cierta.

Ahora es de noche y tú no tienes nombre,
a nadie pertenecen tu voz, tus adjetivos,
mientras cae la lluvia
mansamente y es más frágil la vida
cuando al llamarte sé que ya no tienes nombre.

Es verdad que te has ido para siempre,
que no podremos ya mirar los árboles mojados,
la lenta pesadumbre de las tardes calladas,
el nocturno temor que a nuestro amor se unía.
Es verdad que tu boca se irá deshabitando
sin responder a nadie ni siquiera en silencio,
que ya no cabré nunca en tu mirada,
en tus manos que guardan mi latido en su piel.

No puedo imaginar que alguien te llame
allí por ese reino donde ahora enmudeces
mordiéndote los labios como entonces
y tú vuelvas los ojos para ver si es posible
que tengas todavía un nombre en que esconderte,
un nombre que estacione la vida entre sus letras,
que sea vanamente igual que Carmen,
porque ahora es de noche y tú no tienes nombre.

Pero entonces he mirado la luz,
los péndulos furtivos del otoño,
los hombres que caminan y caminan,
las aves del regreso, torpes ya con el frío,
estos libros que ardieron con nuestros ojos juntos,
mis padres, mis hermanos, con sus sombras gemelas,
mi amigo Juan Valencia, que está a mi lado y no
me habla, y sé que estoy viviendo,
he aprendido que son las cosas quietas
las que evidencian mi razón de cada día,
que eres tú quien te has ido a una gran soledad,
quie no puedes volver con aquel nombre tuyo,
con aquel cuerpo ajeno y transeúnte que tenías,
con algo que no sea caricia o beso o lágrima
y lo convoque todo en una historia única
donde decir tu nombre equivalga también a poseerte.

Porque es triste y es también preciso
comprender que eso es vivir: ir olvidando,
consistir en palabras que están llamando a nadie,
saber que es una grieta súbita
la que arrastra y corrompe la más cierta esperanza,
saber que es el desamor
quien detrás de lo más amado espera
para poder seguir viviendo
a pesar de la noche y tu nombre entregado.


Incluido en el poemario "Las adividaciones" (1952)

Elegía II



II

En esa foto me sonríes.
Era yo tu horizonte.
Cómo nos estremece,
sobre el papel descolorido,
lo irreparable.
Ahí, también, tus labios
ofrecen el deseo.
En tus claras pupilas
hay un acuerdo íntegro
con mi presencia viva.
Si regresar pudiera
el instante inmediato que precede
a la pequeña obturación
y todo se pusiera en movimiento…

Hay un fragor de mar en las fotografías
que inmoviliza el tiempo en pedestal de oro:
el caos a nuestras plantas.
Como en el cine antiguo,
podríamos ordenar a las figuras
que se movieran.
Mas aquí no se mueven.
Miran a nuestra espalda,
contemplan la venida de algún extraño,
y, aunque sonríen, temen por su suerte.
Decirte adiós es poco.
Quisiera penetrar en ese viento
y ser, donde te encuentras,
estatua de sal, tu mismo instante.


De César Simón, “Extravío”.


Que la disfrutéis. A mí me parece una hermosa declaración de amor. Sé que también he dicho de los anteriores poemas que son hermosos, pero es que es un calificativo que se deshace cuando lo pronuncias, que se escapa de la boca de poquito a poco… Y alarga la impresión que causa, la redondea.

Busilis

Hace unos días terminé de leer Muerte en la rectoría, de Michael Innes. En marzo pasado, en los comentarios de una anotación, y como suele ser mi costumbre, me fui por los cerros de Úbeda y acabé hablando de un libro que no había podido finalizar por estar mal editado: se trataba de "¡Hamlet, vengaza!", del mismo autor-en inglés, más extenso- que he citado al principio. Un vistante de esta bitácora, bajo el apodo de "John Appleby" -un inspector nacido de la mano del escritor-, ante mi aparente menosprecio por la novela policiaca, me recordó que Michael Innes era uno de los escritores preferidos de Borges y Bioy Casares. Esta circunstancia despertó mi curiosidad: no es que me guste en exceso Borges, por decirlo de alguna forma... y por aquello de comprobar si al menos comparto gustos con el insigne argentino, busqué la otra novela que había publicado El País -en una de esas denostadas colecciones que se venden con los diarios- para ver de qué iba.

Copio el comienzo del libro, que bajo el epígrafe de "Advertencia" es una irónica y magnífica declaración de intenciones y el primer párrafo del capítulo X, que destila socarronería pura:

Los profesores y académicos de las universidades de Oxford y Cambridge se cuentan, indudablemente, entre los hombres más morales y equilibrados del mundo. No hacen nada indigno, no obran por impulsos, ni actúan con precipitación. Por lo común, los asociamos con la sabiduría, el desinterés, la actitud siempre distraida y las manías inocentes, que los hacen aún más simpáticos. Son -como diría Ben Jhonson- personajes que la comedia reclama para sí; resulta mucho más fácil mostrar su aspecto humorístico que ponerlos en situaciones melodramáticas. Además, carecen de la psicología, un tanto irregular, indispensable en las novelas policiacas, lo cual es una verdadera lástima, ya que el lugar que habitan -el edificio donde enseñan, comen y duermen- proporciona un marco excelente para las artimañas y peculiaridades del "oficio".

Afortunadamente, hay una parcela de suelo inglés en que estos varones sabios y virtuosos sufren una lamentable transformación: allí demuestran todos sus síntomas de irratibilidad, impaciencia, apasoionamiento y dureza de espíritu que allanan el sendero al novelista. Es bien sabido que, cuando el hombre de Oxford o Cambridge no "baja" ni "sube", sino que "cruza enfrente", es decir, cuando va de Oxford a Cambridge, o viceversa, debe atravesar una región particularmente antipática y capaz de turbar la más académica de las almas. Por misteriosa providencia, esa región está situada casi a mitad de camino entre los dos antiguos establecimientos universitarios, junto al inofensivo vecindario de Bletchley.

Los cerebros científicos algo superficiales han señalado, acostumbrados como están a discernir inmediatamente las circunstancias materiales evidentes, las deficiencias económicas del Empalme de Bletchley. Hay que esperar allí tanto tiempo -argumentan- y tan desprovistos de comodidades materiales, que ¿quién no se sentiría un poco nervioso?

Pero todo esto es cosa del pasado; la última vez que pasé por el Empalme parecía un paraíso en miniatura; de cualquier manera, mi estilo literario prefiero las explicaciones de orden metafísico. Prefiero creer que, entre los dos polos de Tebas y Atenas, el éter se conturba y la atmósfera no resulta fresca y transparente, al menos para el erudito.

Así acabé por imaginar que si aquellos estudiantes de Oxford que iniciaron -hace siglos- el cisma hubieran dirigido sus pasos a Bletchley, quizá se hubiera elevado la Universidad o, por lo menos, la Facultad que me hacía falta para esta novela... Quien se moleste en consultar un mapa al llegar al capítulo 10 comprenderá que me basé en esta fantasía. La imaginaria Facultad de San Antonio forma parte de una universidad inexistente. Sus ex alumnos y docentes son igualmente fantásiticos, carecen de toda realidad, y ningún manto de verdad imaginativa, ¡oh severo y crítico lector!, cubre su absoluta desnudez. He aquí un desfile de fantasmas, que se mueven en un escenario puramente especulativo.

.../...

El espíritu conservador se expresa de maenra refinadísima en nuestras universidades. Largos siglos después de la reforma de nuestras instituciones eclesiásticas, las tradiciones y costumbres medievales sobreviven en esos venerables recintos. "Los monjes", como definió a esos eruditos dómines cierto historiador del Imperio Romano, en un rapto de indignación, no suelen adaptarse al ritmo de la moda. Por lo contrario, están adormecidos en un largo paréntesis temporal, como diría cualquier economista. Enseñan disciplinas anticuadas con métodos arcaicos. Nadie ha logrado converncerlos de la necesidad de procurarse a sí mismos, a sus epsosas e hijos, las comodidades de la vida moderna. Verdad es que hace muy poco que descubrieron a las esposas e hijos. Ayer, por decirlo así, descubrieron el baño. Y hoy, a pesar del largo ejemplo dado por sus alumnos, comienzan a descubrir la existencia del automóvil.


Me ha costado leerlo: la trama casi no existe; más bien se trata de una serie de razonamientos, de disquisiciones, engarzados entre sí mediante una ingente cantidad de erudición. Por decirlo de alguna manera, vendría a ser el polo opuesto de lo que hacen los chicos del CSI. Y si a eso se le añade un estilo algo recargado y un amplísimo vocabulario... "Busilis" es un ejemplo. La primera vez que lo leí, deduje su significado por el contexto, y al rato caí en que posiblemente derivase del latín, por la terminación. Según el DRAE:

"busilis.
(Del lat. in diebus illis, mal separado por un ignorante que dijo no entender qué significaba el busillis).
1. m. coloq. Punto en que se estriba la dificultad del asunto de que se trata."

Creo que la "palabreja" -permitidme la expresión- es perfecta para resumir la anotación y para dar una somerísima idea de la novela de M.Innes.

La acompañante



Hace unos días terminé de leer La acompañante, de Nina Berberova -en este enlace se resume y analiza la obra, pero está en francés-. Desde el principio, me atrajo su calculada frialdad a la hora de narrar; esa distancia que hace que el lector sea casi incapaz de odiar o de amar a la protagonista de la ficción.

Traigo hasta aquí tres párrafos de la novela porque, de una u otra manera, me hicieron pensar. El primero, el comienzo de la obra, porque me llevó a preguntarme sobre cuantos autores, a lo largo de la historia de la Literatura, habrán empleado el método de unas falsas memorias para dar paso a la trama. El segundo, porque, si bien la protagonista, Sonecka, es en apariencia un ser sumamente contenido, la autora, en esas líneas, la desnuda ante el lector, dotando a la mujer de una rabia tan primaria que impresiona -al menos, a mí me impresionó-. Y el último, y en honor a la verdad, porque cuando comencé a leerlo, pensé automáticamente en Gru -por su aficion a la ópera-:

Me proporcionó estas memorias el señor Z.R. Se las había comprado a un chamarilero de la rue de la Roquete, al mismo tiempo que un viejo grabado que representa la ciudad de Pskov en 1775 y que una vieja lámpara que seguramente funcionó con petróleo pero que ahora está provista con un cable eléctrico muy correcto. Al comprar el grabado, el señor Z.R. le preguntó al chamarilero si no tenía alguna otra cosa rusa. “Algo tengo”, le respondió el vendedor y sacó del polvoriento armario que estaba en un rincón del viejo tenducho un cuaderno Moleskine, de esa clase de cuadernos que ha servido en todos los tiempos a las personas, sobre todo a las jóvenes, para llevar su diario.

El chamarilero contó que, cinco años antes, había comprado ese cuaderno por cincuenta céntimos, a la vez que unas partituras y dos o tres libros rusos (que desgraciadamente no pudo encontrar ahora,) en un hotel de baja estofa en donde un a rusa había vivido y también había muerto. Para cobrar el alquiler de la habitación, la patrona del hotel chalaneó sus vestidos, su ropa interior y otros objetos... todo lo que queda cuando desaparece una mujer.

El señor Z.R. escuchó primero todo esto; a continuación, abrió el cuaderno. Las líneas que cayeron bajo sus ojos le interesaron; después de haber pagado, tomó la lámpara con una mano, el grabado con la otra y apretó el cuaderno bajo el brazo. Cuando llegó a su casa, lo leyó hasta el final y no identificó quién era la autora.

En estas memorias, he modificado, ciertamente, algunas cosas, porque no todo el mundo puede ser tan poco sagaz. La que escribió y no quemó este cuaderno había vivido entre nosotros y muchas personas la conocían, la habían visto y oído. Al parecer, la muerte le llegó de improviso. Si era una enfermedad, fue una enfermedad violenta y breve, durante la cual ya le fue imposible poner orden en sus asuntos cotidianos; si era un suicidio... fue tan repentino que no le dio tiempo a la difunta para arreglar ciertas cuentas...

Sea como fuera, aquella mujer olvidó su cuaderno como el viajero olvida un paquete al saltar de un tren en marcha.

..../....

Pero cuando pensaba en los jacintos, en la camarera, en el calor y en la limpieza, algo se rebelaba dentro de mí, y me preguntaba: ¿es posible que todo esto exista realmente y que no se encuentre nada para acabar con ello? ¿No se ha encontrado nada para hacer algo por mi madre y por mí, por mi cantante, por otros miles de seres que tienen los dedos congelados, unos dientes que se les pulverizan y unos cabellos que se les caen de hambre, de frío, de miedo y de suciedad? ¿Es posible que no se encuentre absolutamente nada para acabar con ese piso, con esa mujer, con ese gato azul de humo, y para que alguien aloje en ese salón a la familia piojosa de algún ajustador que utilice el piano como WC y que obligue cada mañana a limpiarlo a esas manos rosadas y que llame a esta operación “servicio cívico”? ¿Y que nosotros, los andrajosos, los desnudos, los hambrientos, los molidos, tengamos que soportar todo esto? ¿El queso de Holanda, el grueso tronco en la estufa con su corteza oscura, la leche en el platillo en donde el gato va a remojar su lengua?

Y con estos pensamientos, sentía yo calor en el pecho, y las lágrimas y la nieve se helaban sobre mi nariz y mis mejillas, y yo las enjugaba con el revés de la manga, y con las partituras bajo el brazo, corría y corría más lejos, sin hacer ruido apenas con mis botas de alfombra. Y a través de ese odio y de esa amargura que, por primera vez en mi vida, me asaltaron con tanta intensidad y en medio de los cuales me oí respirar más libremente que en mi dulzona y fluida indiferencia por todo, pensé de pronto en ella misma, en María Nikolaevna Travina, que me había besado en las dos mejillas, que me había mirado con atención y ternura.

.../...

Ya lo sé, hay gente que no admite el canto: una persona adopta la postura, abre la boca de par en par (de una manera natural –y entonces es feo- o de una forma estudiada –y entonces es grotesco-) y, mientras se esfuerza en mantener el rostro una expresión de facilidad, de inspiración o de pudor, grita (o ruge) prolongadamente unas palabras cuya disposición no está siempre lograda y que a veces son aceleradas sin razón alguna, o bien cortadas en pedazos, como para una charada, o incluso repetidas varias veces de una manera absurda.

Pero cuando, tras una aspiración (en absoluta afectada, sino tan simple como cuando aspiramos el aire de las montañas en la ventanilla del vagón), ella entreabrió sus labios fuertes y bellos, y un sonido vibrante y poderoso, lleno hasta los bordes, resonó de pronto por encima de mí y comprendí que aquello era exactamente esa cosa inmortal e indiscutible que oprime el corazón y que hace que el sueño de tener alas se convierta en realidad para el ser humano súbitamente desembarazado de todo su peso, me embargó por completo una especie de gozo entre lágrimas. Mis dedos se estremecieron, extraviados entre las teclas negras; temiendo decepcionarla, tan al principio, en cuanto a mi aplicación, me forcé a mí misma pero sentí que un espasmo que recorría mi columna vertebral. Era una soprano dramática, con las notas agudas estables y maravillosas, y las bajas, profundas y claras.
-Otra vez, Sonechka –dijo ella.




Después de esto, tan solo añadir algo: Nina Berberova publicó sus memorias en un libro titulado El subrayado es mío, y en ellas habla, entre otras cosas, de la dureza del régimen soviético y de cómo se llegaron a desvirtuar ciertos aspectos de él en pos de ensalzar el comunismo como el único sistema viable de funcionamiento socio-económico.

Encontré un artículo -puede que no sea lícito el advertirlo, pero creo que, cuando menos, hay que cogerlo con pinzas para su lectura... su autor, se definió en el programa de Sánchez Dragó como un anarquista que en el fondo es liberal; difícil de compaginar...- de Carlos Semprún en el que se refiere la preocupación de la escritora sobre estas cuestiones, motivadas en particular por el caso Kravchenko, que vino a ser como una especie de caza de brujas practicada al "rojo desertor" que se atrevió a publicar un ensayo titulado Yo elegí la libertad, en el que ponía de vuelta y media el sistema político de la URSS.""

De tontos y tonterías

Independientemente de filias y fobias, es innegable que Rafael Alberti ha tenido y sigue teniendo un peso importante en el mundo poético español. No entro a valorar su obra -sobre todo, porque mucha gente lo ha menospreciado por cierta apostasía o apostura comunista; o mejor dicho, por su vida y no por sus escritos- porque siendo tonta, ese cometido se lo dejo a otros.

Traslado a esta bitácora dos poemas suyos. ¿Por? Porque me ha venido a la cabeza su reiterada persistencia en autoproclamarse tonto.

El primero es del libro "Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos":

"EN EL DÍA DE SU MUERTE A MANO ARMADA

Decidme de una vez si no fue alegre todo aquello
5 x 5 entonces no eran todavía 25
ni el alba había pensado en la negra existencia de los malos cuchillos.
Yo te juro a la luna no ser cocinero,
tú me juras a la luna no ser cocinera,
él nos jura a la luna no ser siquiera humo de tan tristísima cocina.
¿Quién ha muerto?
La oca está arrepentida de ser pato,
el gorrión de ser profesor de lengua china,
el gallo de ser hombre,
yo de tener talento y admirar lo desgraciada
que suele ser en el invierno la suela de un zapato.
A una reina se le ha perdido su corona,
a un presidente de república su sombrero,
a mí...
00000000000Creo que a mí no se me ha perdido nada,
00000000000que a mí nunca se me ha perdido nada,
00000000000que a mí...
0000000000000000¿Qué quiere decir buenos días?"


El segundo, se titula "El tonto de Rafael":

Por las calles, ¿quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tonto llovido del cielo,
del limbo, sin un ochavo,
Mal pollito colipavo,
sin plumas, digo, sin pelo,
¡Pío-pic!,pica, y al vuelo
todos le pican a él.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tan campante, sin carrera,
no imperial, sí tomatero,
grillo tomatero, pero
sin tomate en la grillera.
Canario de la fresquera,
no de alcoba o mirabel.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tontaína, tonto del higo,
rodando por las esquinas
bolas, bolindres, pamplinas
y pimientos que no digo.
Mas nunca falta un amigo
que le mendigue un clavel.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Patos con gafas, en fila,
lo raptarán tontamente
en la berlina inconsciente
de San Jinojito el lila.
¿Qué run-rún, qué retahila
sube el cretino eco fiel?
¡Oh, oh, pero si es aquél
el tonto de Rafael!

La mujer de espaldas



Ayer, curioseando en la Red sobre cosillas relacionadas con las espaldas, por aquello de familiarizarme con mis orígenes bitacoriles, me di de bruces con un cuento titulado "La mujer de espaldas". Y es cierto que me di de bruces, porque me equivoqué al pulsar el enlace y si no hubiese sido tan patosa, posiblemente lo habría pasado por alto.

El autor es José Balza. Un venezolano nacido en 1939, y que por lo que he estado curioseando sobre él, bastante reconocido en su país de origen.

El cuento está publicado en la red, pero en tres ocasiones me dio problemas para leerlo y más tarde, cuando quise descargarlo, no pude. Por todo esto, y a base de copiar y pegar, lo "he reconstruido" y he decidido colgarlo en uno de los servidores gratiuitos que empleo habitualmente -¿esto sería piratear? ufff, que no tengo ni idea, vaya- en formato .doc.

Comienza así:

Tras el indiscriminado entusiasmo dejado en su estilo por el modo de Tom Wolfe, el joven periodista (en verdad: con más de treinta años; dos divorcios) quería que sus reportajes tuviesen algo de poema, de novela, de drama; o quería redactar noticias tan vivaces que fuesen como novelas.

Tal vez sólo ansiaba escribir ficción, pero el oculto y paradójico temor de narrar con fórmulas periodísticas, lo mantiene prisionero del gran diario en el cual trabaja. Su simpatía, su desparpajo cultural, sus guiños mentales me permitieron asociarlo con cierta idea exterior de lo que debe ser un escritor.

Durante una hora de la mañana había cumplido conmigo - sin que yo pudiese resistir o reaccionar - la entrevista acordada. El tema: un gran diccionario elaborado por el equipo a mi cargo. Sé que cualquier diccionario omite precisamente aquello que un lector urgido desea encontrar; también que es un libro incompleto para siempre. Pero el resto del equipo estaba satisfecho, y terminé aceptando lo glorioso de cinco años en tal tarea. Mientras el periodista destacó su entusiasmo por la exactitud de los datos, por el método aplicado, por las novedosas clasificaciones (que obliteraban el orden alfabético), no sospeché que ni siquiera había hojeado el ejemplar remitido por nuestra oficina de Relaciones una semana antes. Él es así: puede improvisar preguntas como si supiera a qué se refieren. Y convence a millones de lectores.


El texto completo.

No sé si será casualidad, o será que estoy predispuesta a, no lo sé, pero resulta curioso que estos últimos días haya/se haya hablado por aquí sobre los malos tratos, sobre la idea de que la mujer es posesión del hombre, y el cuento narre la historia del asesinato de una fémina a manos de un varón -no descubro nada: se dice casi al principio del texto-. Los matices son distintos, desde luego. Eso sí, la última frase merece comentarios aparte, la verdad. A mí me ha caido como un mazazo.

He encontrado un mini-ensayo sobre el cuento.

Se esperan opiniones.

Por cierto, para el que no lo sepa: obliterar significa anular -así no hace falta buscarlo; a mí me ha sonado a chino-.

Casi se me olvida: el cuadro que ilustra la anotación es de Lola Calzada.

Los escritores bárbaros



"... Nacido en 1935, Raoul Delorme fue soldado y vendedor del mercado de abastos antes de encontrar una colocación fija (y más acorde con una ligera enfermedad en las vértebras contraída en la Legión) como portero de un edificio del centro de París. En 1968, mientras los estudiantes levantaban barricadas y los futuros novelistas de Francia rompían a ladrillazos las ventanas de sus Liceos o hacían el amor por primera vez, decidió fundar la secta o el movimiento de los Escritores Bárbaros. Así que, mientras unos intelectuales salían a tomar las calles, el antiguo legionario se encerró en su minúscula portería de la rue Des Eaux y comenzó a dar forma a su nueva literatura. El aprendizaje consistía en dos pasos aparentemente sencillos. El encierro y la lectura. Para el primer paso había que comprar víveres suficientes para una semana o ayunar. También era necesario, para evitar las visitas inoportunas, avisar que uno no estaba disponible para nadie o que salía de viaje por una semana o que había contraído una enfermedad contagiosa. El segundo paso era más complicado. Según Delorme, había que fundirse con las obras maestras. Esto se conseguía de una manera harto cuidadosa: defecando sobre las páginas de Victor Hugo, masturbándose y desparramando el semen sobre las páginas de Gautier o Banville, vomitando sobre las páginas de Daudet, orinándose sobre las páginas de Lamartine, haciéndose cortes con hojas de afeitar y salpicando de sangre las páginas de Balzas o Maupassant, sometiendo, en fin, a los libros a un proceso de degradación que Delorme llamaba humanización. El resultado, tras una semana de ritual 'bárbaro', era un departamento o una habitación llena de libros destrozados, suciedad y mal olor en donde el parendiz de literato boqueaba a sus anchas, desnudo o vestido con shorts, sucio y convulso como un recién nacido o más apropiadamente como el primer pez que decidió dar el salto y vivir fuera del agua. Según Delorme, el 'escritor bárbaro' salía fortalecido de la experiencia y, lo que era verdaderamente importante, salía con una cierta instrucción en el arte de la escritura, una sapiencia adquirida mediante la 'cercanía real', la 'asimilación real' (como la llamaba Delorme) de los clásicos, una cercanía corporal que rompía todas las barreras impuestas por la cultura, la academia y la técnica.

No se sabe cómo pro no tardó en tener algunos seguidores. Eran gente como él, sin estudios y de condición social baja y a partir de mayo del 68 dos veces al año se encerraban, solos o en grupos de dos, tres y hasta cuatro personas, en buhardillas minúsculas, porterías, cuartos de hotel, casitas de los suburbios, trastiendas y reboticas y preparaban el advenimiento de la nueva literatura, una literatura que podía ser de todos, según Delorme, pero que en la práctica sólo sería de aquellos capaces de cruzar el puente de fuego."

Extraído del capítulo nº 9 de la novela "Estrella distante", de Roberto Bolaño.

No es lo más destacable del texto, pero me gustó mucho la forma en la que habla de este supuesto movimiento literario. Es tan verosimil que perfectamente podría haberse dado como cierto. La novela destaca por su asepsia, por su distancia. No te somete a un constante dolor desgarrador -como haría Isabel Allende, por ejemplo... es que no me gusta nada esa mujer-: reduce los momentos impactantes a sonoras bofetadas, revulsivas, desestabilizadoras. Aunque lo que se refiere en este enlace no está estrictamente relacionado con la capacidad creativa de Bolaño, es interesante la reflexión que se hace sobre el personaje de "Estrella distante".

La foto es de Roberto Bolaño.

Así sea



El día queda atrás,
apenas consumido y ya inútil.
Comienza la gran luz,
todas las puertas ceden ante un hombre
dormido,
el tiempo es un árbol que no cesa de crecer.


El tiempo,
la gran puerta entreabierta,
el astro que ciega.


No es con los ojos que se ve nacer
esa gota de luz que será,
que fue un día.


Canta abeja, sin prisa,
recorre el laberinto iluminado,
de fiesta.


Respira y canta.
Donde todo se termina abre las alas.
Eres el sol,
el aguijón del alba,
el mar que besa las montañas,
la claridad total,
el sueño.




Incluido en el poemario "Donde todo termina abre las alas", poesía reunidad (1949-2000), de Blanca Varela.

Déjame que te diga




"Hay virtudes que te admiran. Decididamente.


Al mundo le gustaría parecerse a ti alguna de sus muchas mañanas
de barbarie. Quiere hablar contigo para que le expliques cómo
se despiertan los capiteles.


Hay novelas que te echan de menos, hay poemas que quieren
leerte.
Son la envidia los sueños que acampan en tu paraje.
Y conservas ese don especial para hacer sonreír a las seis de la tarde.


Ultimamente los autobuses se empeñan en seguir tu línea. El
metro se hace una medida de tus posibilidades. Hay un
cielo que quiere tener hijos
que te cortejen
entre verso y verso.


Y hay un verso dispuesto a tener versos

que te versen y versen.

Que te versen con locura".



Incluido en el poemario "La teoría de la relatividad" de Juanjo Barral.

El cuadro se titula "Morning" y es de Maxfield Parrish.

Al borde de tu cuerpo



Por un momento, sus fuerzas languidecen y duda entre levantarse y afrontar el frío de esa madrugada de invierno o volver a la duermevela de la que quizá no haya llegado a salir. Como cuando uno se despierta, mira el reloj y descubre que todavía tiene tiempo para arrebujarse entre las sábanas, colocar la almohada, hacerse un ovillo y no ser por un rato más. Pero el reloj en esta ocasión es la respiración regular y profunda del hombre que, acostado a su lado, le marca el ritmo al tiempo. Las muchas horas recién devoradas. No podría volver a dormirse. Ahora no hay tiempo, no queda tiempo, o el tiempo no existe para ella. Tiene que salir de allí, es inminente escapar de la escena que comienza a esbozarse. Sin embargo, sigue fijada al borde de la cama, rígida, aterida, incapaz de moverse, sabiendo que todavía no ha dado el primer paso, que aún no se ha ido del dormitorio, que la proximidad de él la retiene aún desde el sueño, que quizá no deba precipitarse a la intemperie, queu aún lleva puestos los ojos con los que ha visto el mundo.


Inicio del capítulo III de "El hueco de tu cuerpo" de Paula Izquierdo

Para desterrados



exilio


Nada hay allí que toques con tu mano,

ni pan, ni "buenas noches", ni esa silla

donde se apaga y luego donde brilla

lo que está cerca y a la vez lejano.

Nada hay allí: sobre un septiembre oscuro

otro septiembre luminoso cruza.

Ni hay sal, ni "como estás": sólo la intrusa

muerte extranjera y un extraño muro.

Nadie en el bus te mira o te saluda,

ni sabes tú si el término del viaje

será aquella estación y aquel paisaje

que abre tu cuerpo en dos y lo desnuda.

Nada hay allí: si escuchas unos pasos

que suben, "¿quién será?", por la escalera,

piensas en un llegar de cordillera

y en tu natal país y en otros brazos.

Nadie en la carta que recibes: dejas

la carta en el bolsillo, y de improviso

sientes que ya no estás, y un indeciso

terror de ya no ser cuando te alejas.

Nadie te vio partir, ni sabe dónde

tu mano se te muere en otra tierra.

Nada hay allí, ni nadie te responde

mientras tu puerta se cerró y se cierra.



Incluído en el poemario Fénix de Madrugada, de Miguel Arteche.

Dejo aquí un enlace a su biografía, por si le interesa a alguien.

En la hora desnuda



desnuda


En la hora desnuda
sólo eso
un segundo de luz y paraíso


de aquellos que la amaron
sabe los rostros mudos y su temblor de ala
todos
juntos
abran el cofre y vea ella
esos diamantes escondidos


libres
al fin del cepo las palabras
que mansamente caigan esos copos
de nieve


sin red
en un segundo blanco
sobre el regazo de su mirada cobijados


de par en par
las dos puertas abiertas


sólo
un paso
decir adiós así


que el saco no se cierre
sin librarle a la voz de sus cadenas


tacto
y aire


encuentre allí esa voz
sus zapatos perdidos


al fin cerrado el círculo del mundo


en la hora desnuda
sólo
eso
un segundo de luz
y paraíso


Poema de Esperanza Ortega, incluído en "Las ínsulas extrañas"

Los que se han ido para siempre



estación de tren




Ahora que nuestros amigos se han ido para siempre,

ahora nos preguntamos si de verdad los conocimos.

Y en el sueño los vemos en otras islas

que surgen sobre el amanecer.

Y para invocarlos

derramamos sobre el mar el negro vino:

pero oímos sólo silencio,

nada más que silencio,

mientras cae sobre el mar el vino negro

y no cesa,

y no cesa,

y no cesa nunca

de

caer.




Incluido en el poemario "Fénix de Madrugada" de Miguel Arteche