Para desterrados
Nada hay allí que toques con tu mano,
ni pan, ni "buenas noches", ni esa silla
donde se apaga y luego donde brilla
lo que está cerca y a la vez lejano.
Nada hay allí: sobre un septiembre oscuro
otro septiembre luminoso cruza.
Ni hay sal, ni "como estás": sólo la intrusa
muerte extranjera y un extraño muro.
Nadie en el bus te mira o te saluda,
ni sabes tú si el término del viaje
será aquella estación y aquel paisaje
que abre tu cuerpo en dos y lo desnuda.
Nada hay allí: si escuchas unos pasos
que suben, "¿quién será?", por la escalera,
piensas en un llegar de cordillera
y en tu natal país y en otros brazos.
Nadie en la carta que recibes: dejas
la carta en el bolsillo, y de improviso
sientes que ya no estás, y un indeciso
terror de ya no ser cuando te alejas.
Nadie te vio partir, ni sabe dónde
tu mano se te muere en otra tierra.
Nada hay allí, ni nadie te responde
mientras tu puerta se cerró y se cierra.
Incluído en el poemario Fénix de Madrugada, de Miguel Arteche.
Dejo aquí un enlace a su biografía, por si le interesa a alguien.
5 comentarios
Bambolia -
carqueja -
siempre sufren los inocentes
y pobre gente que parece malviviente, fuimos-seremos nosotros, tal vez algun dia
Bambi -
Cuando la vi, me acordé de las imágenes que alguna vez han emitido en televisión sobre un bombardeo -de los tantos que hubo-, en las que se ve una carretera recta y la gente, cargada de enseres, tirándose a las cunetas para salvar la vida. Mi abuela y mi madre salieron de Cretas (Teruel) y vivieron todo aquello -hasta los bombardeos indiscriminados sobre población civil-, arrastrando un carro con los colchones y un par de maletas. Iban tres mujeres adultas y seis o siete niños. Los hombres estaban con el resto de los milicianos.
Mi madre sigue sin poder ver reportajes sobre aquella época.
Quizás sea porque me lo han contando infinidad de veces, no lo sé, pero a lo que más pavor le tengo en esta vida -y es de las pocas cosas que sé con certeza- es a una guerra civil.
Rigel -
Rigel -