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De espaldas

Un milagro

Sí, lo es. Tuve que volverme para comprobar que lo que había visto era cierto. Había mucha gente: fue este domingo. Mañana soleada, agradable, con mucha gente paseando por la avenida, parándose en los puestos del mercadillo; padres y niños a la espera de que la actuación al aire libre de los payasos comenzara... Y él estaba allí, sentado en uno de los bancos; ajeno al ajetreo, abstraido. Alcancé a ver que el libro era de una biblioteca pública. Mientras le hacía la foto, me di cuenta de que no estaba allí por casualidad: delante de él había un puesto de ropa. Era uno de los vendedores. Posiblemente, hijo o hermano de alguno de los adultos. Me sorprendió su concentración. Me hubiera quedado allí, mirándolo, por el puro placer de ver a alguien que es capaz de olvidarse de lo que le rodea -sobre todo, cuando había muchísimo ruido de fondo- y zambullirse en otro mundo que un escritor creó para que él, más tarde, pudiese imaginarlo a su gusto y manera. Pero el mero hecho de que me detuviese para captar el momento, ya hizo que varias personas se me quedasen mirando para averiguar qué estaba fotografiando. No quise que se sintiese observado.

No es muy normal encontrarse a un adolescente leyendo -no aparentaba más de 14 años-, sentado en el banco de un paseo, una mañana de domingo. Quizás si hubiese llevado entre manos un artilugio del tipo Nintendo o similares, ni me habría percatado del detalle. Ahora que, bien pensado, a la mayoría de los inmigrantes todavía no les está permitido gozar de ciertos privilegios...

8 comentarios

Bambo -

Es cierto, Bielka: la afición a leer no es algo que se vea con demasiada frecuencia... Ni ahora ni hace treinta años. Pero hace treinta años no existían tantos cachivaches alternativos, por decirlo de alguna forma, que ayudasen a pasar el tiempo de forma agradable.

Durante lo que llevamos de otoño he tenido que ir bastante más veces de las deseables a visitas médicas y una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido la ausencia de gente en las salas de espera con libros entre sus manos... tanto es así que al entrar en la consulta del médico con el libro que estaba leyendo durante la espera en las manos, el doctor lo primero que me dijo es que hacía mucho tiempo que no una paciente suya se entrenía con el sano vicio de leer... Hasta estuvimos comentando sobre la novela -El amante lesbiano, de J.L. Sampedro-.

Bielka -

Sí que influye en no leer lo de los nintendos, las consolas, los ordenadores y las teles en las habitaciones, claro, pero yo recuerdo mi generación en la que no había esas cosas y tampoco nadie leía. De los que iban conmigo a clase eran muy pocos los que leían libros y una vez terminado el colegio muchos iban a hacer FP para ponerse a trabajar a los 16 y de lectura nada de nada. Y eso sin nintendos ni consolas. Se podría decir que en casa no tenían libros o en su familia no había ese hábito, pero no era así en todos los casos. Conozco gente proveniente de familias analfabetas o casi que han hecho un gran esfuerzo de superación y son grandes lectores. Se iban a las bibliotecas públicas ya desde niños. Sentían esa curiosidad aunque el medio familiar no les ayudase mucho y en su casa no hubiera un sólo libro. Por eso digo que creo que es una actitud, una curiosidad especial que no se da en todas las personas.

Realmente también se ve hoy en día el resultado de esa aficción a no leer porque la mayoría de los adultos tiene sus casas con muchas figuritas y pocos libros.

Yo creo que no se han leído los cinco mil libros o incluso más. No les da tiempo. Compran de forma compulsiva y les sucede mucho a personas de la misma generación con un nivel cultural alto. Creo que es porque en la época de Franco comprban rápido todos los libros que podían porque si volvían la vez siguiente ya no había, bien porque se había acabado la edición o bien porque ese libro pasaba a ser censurado por algo.

Yo compro pocos libros, los que puedo leer. Me gusta tener libros, pero me agobia que sean demasiados y que devoren mi espacio vital.

Bambo -

Sí, Elisa, sí...

Esto de las Nintendos y las habitaciones de los niños con televisión propia y ordenador y no sé cuántas cosas más es cosa de privilegiados... Quizás lo bueno de tener que vivir al día es que se aprende a relativizar.

Bambo -

Y aunque suene a "mira ésta con lo que sale siempre", estaba leyendo esa noticia en el grupo español de Flickr cuando me he ido a calentarme la cena a la cocina, :-D

¡Qué cosas más quiquiricosas!

Alsencito -

(Alsen, espero que me perdones... he eliminado tu comentario para modificar el enlace, que desbarajustaba la plantilla; el artículo que has enlazado se puede ver pulsando en mi apodo, :-D )

elisa de crmeona -

jajaja gozar de ciertos privilegios jajajajajajajaja
es verdad!!!!
bueh...

Bambo -

Seguro, Bielka; una cosa no excluye la otra, al menos, en principio. Pero si me he de remitir a los que yo conozco, ni uno solo de los hijos de mis amigas y primas han tenido un libro de lectura en sus manos delante de mí. Para no mentir: algunos de ellos sí, pero porque en cumpleaños y comuniones varias, siempre regalo libros -salvo raras excepciones-. Pero ese momento no sirve, :-D

Por contra, son varios de estos niños los que han sido capaces de pasarse el día con nosotros, en el monte, con la maquinita de marras en la mano y ofreciendo una diversidad de tonos de monosílabos para relacionarse con los adultos, sin más matices.

No pretendo demonizar ni caer en lo de "cualquier tiempo pasado fue mejor" o "antes se leía más", porque si era así, desde luego que ocurría por razones que ahora no se dan, por lo que no se pueden comparar las situaciones...

¿5.000 libros? ¡leñe! es imposible haberlos leidos todos ¿o sí? Hay mucha gente que los compra y luego no los lee. A mí me pasa bastante. Tengo temporadas en las que no lee demasiado y sigo comprándolos... ya he contado aquí alguna vez que uno de mis pasatiempos favoritos en internet es entrar en los buscadores de libros, cotillear, leer críticas e ir engrosando mi lista de favoritos de la Casa del libro... Jamás en la vida podré comprarlos todos, pero ahí está, aumentando, :-D

Una de las cosas que más me descolocan cuando visito la casa de alguien que no conozco demasiado es comprobar que no hay libros por ninguna parte... Cortinas monísimas, sofás de los que quitan el hipo, sillas último diseño... y las estanterías, para colocar figuras chorras que mi madre, en uno de esos arranques de sensatez estética que tiene de cuando en cuando, habría tirado a la basura en menos que canta un gallo -o cantaba, porque ahora no se les escucha demasiado-.

No sé si es triste, porque cada uno disfruta de su ocio como le place y el que no se lea, de por sí, no quiere decir nada... Sí, es triste. Al menos para mí: todas esas personas le han cerrado las puertas a la posibilidad de crear sus propias ensoñaciones, de ponerles nombres y apellidos, de vivir las vidas de otros, de sentir las emociones de personas que jamás conocerán... Se han dejado subyugar por el encanto de la televisión y el cine y han dejado que la vaguería se instale en su fantasía...

¿Por qué tendemos a excluir y no a incluir cuando sería mucho más beneficioso: televisión, cine y lectura; todo a la vez?

Bielka -

Pues sí que llama la atención, sí. De todas formas, a mí me da la impresión de que muchos afacionados a la lectura lo son aunque tengan nintendos y otros, que nunca han tenido nintendos no lo serán. Es más una curiosidad, una actitud que una cuestión de chismes aturdidores. Mi sobrino, de 14 años lee un montón y, sin embargo, ha tenido acceso a su ordenador -juegos- desde los 10 años. Éste año le íbamos a regalar un teléfono móvil y dijo que no, que no quería eso para nada, que no le hacía falta. Él siempre tuvo interés por la lectura. Un primo de mi marido, sin embargo, que detesta los ordenadores y jamás pierde el tiempo jugando, no ha leído en su vida más que "Fray Perico y su borrico", y creo que porque era obligatorio, a pesar de tener un montonazo de libros a mano- la casa de mis suegros debe tener así como 5.000 libros, una barbaridad y creo que no se habrán leído ni la mitad, pero son compradores de libros compulsivos.