Ráfagas
Soy temeraria. Lo sé. Debajo de esta tranquilidad. Debajo de esta pereza que domina mi vida y que cada día que pasa acepto con más agrado. Pero las apariencias engañan y una vez más he comprobado que soy mi peor enemiga.
Es increíble cómo ciertas cosas en la vida no terminan nunca de pasar. No hay forma de borrarlas. Aunque aparentemente sean insignificantes. La medida del dolor no conoce de horas y de minutos. Ni de años pasados. Ni seis, ni ocho, ni diez. Da igual.
Aprendí no hace demasiado tiempo que era una temeridad exponerse a algo que se sabe que va a provocarte un nudo en el estómago. Y aún sabiéndolo, sigo.
Al principio siempre hay un principio del que partir- me repetía, de manera casi constante, que había valido la pena, que los buenos recuerdos siempre estarían ahí. Ahora dudo hasta de eso. Ahora me gustaría que una ráfaga de aire, muchas ráfagas de aire, se llevasen de golpe todas las historias que atesoraba como algo hermoso. Porque ahora sé que la mentira les dio forma.
Nunca había tenido la posibilidad de contrastar datos. Llevo seis meses haciéndolo, y hoy por hoy, soy consciente de que no existe una historia igual. Pero ni tan siquiera para la persona que está compartiendo contigo esa relación. La sorpresa te descoloca al principio, cuando, tras muchas referencias hechas hacia un tiempo muy lejano pasado en común, la otra parte no las recuerda de la misma forma. Esa circunstancia te encamina hacia una clara conclusión: la intensidad de los sentimientos nunca es igual, y en la mayoría de las ocasiones, ni tan siquiera similar.
Puede que partiendo de esa deducción, acabe aceptando que es normal que el sentimiento de aprecio que sigo teniendo hacia algunas de las personas que han sido más importantes en mi vida, no es mutuo.
No hay más ciego que el que no quiere ver y yo lo llevo siendo desde hace demasiado tiempo...
Es increíble cómo ciertas cosas en la vida no terminan nunca de pasar. No hay forma de borrarlas. Aunque aparentemente sean insignificantes. La medida del dolor no conoce de horas y de minutos. Ni de años pasados. Ni seis, ni ocho, ni diez. Da igual.
Aprendí no hace demasiado tiempo que era una temeridad exponerse a algo que se sabe que va a provocarte un nudo en el estómago. Y aún sabiéndolo, sigo.
Al principio siempre hay un principio del que partir- me repetía, de manera casi constante, que había valido la pena, que los buenos recuerdos siempre estarían ahí. Ahora dudo hasta de eso. Ahora me gustaría que una ráfaga de aire, muchas ráfagas de aire, se llevasen de golpe todas las historias que atesoraba como algo hermoso. Porque ahora sé que la mentira les dio forma.
Nunca había tenido la posibilidad de contrastar datos. Llevo seis meses haciéndolo, y hoy por hoy, soy consciente de que no existe una historia igual. Pero ni tan siquiera para la persona que está compartiendo contigo esa relación. La sorpresa te descoloca al principio, cuando, tras muchas referencias hechas hacia un tiempo muy lejano pasado en común, la otra parte no las recuerda de la misma forma. Esa circunstancia te encamina hacia una clara conclusión: la intensidad de los sentimientos nunca es igual, y en la mayoría de las ocasiones, ni tan siquiera similar.
Puede que partiendo de esa deducción, acabe aceptando que es normal que el sentimiento de aprecio que sigo teniendo hacia algunas de las personas que han sido más importantes en mi vida, no es mutuo.
No hay más ciego que el que no quiere ver y yo lo llevo siendo desde hace demasiado tiempo...
16 comentarios
Bambi -
Gabriela -
El no era médico....
Gabriela -
Otto y Ana (dos palindromos)
Bambolia -
pyracantha -
pero que deleites estos comments! posts apartes!
geniales!
besos
demasie -
Bambolia -
Demasié, soy llorona por naturaleza, y quejica, muy quejica. Mejor sacarlo fuera que dejarlo dentro. No quiero tener que emplear Carcomín nunca en la vida, :-) Y digas los que digas, es buenísimo ser perezoso. Yo se lo recomendaría a todo el mundo que se quiera prodigar mimos.
demasie -
Esstupenda -
Me dí cuenta de que a veces repetía un modelo afectivo de la infancia (no entro en detalles, pero es muy corriente).
A veces nos empeñamos en conseguir los afectos de gente que se manifiesta distante, quizá es la gente que más nos interesa y la que menos nos puede dar.
Ser consciente de esto no me sirvió para quitarme las heridas, pero sí que me permitió una cierta distancia y sobre todo estar más segura a la hora de tomar decisiones.
También sirve para abrirle más la puerta a los que sí te quieren.
Esstupenda -
A veces resulta muy agradable vivirla, y desde luego es muy difícil aprender sin errores.
Cada pedazo de sombras deja un retazo de luz.
besos
Bambi -
Bambolia -
Nunca hay dos recuerdos iguales, eso también lo tengo claro.
Recientemente, tuve oportunidad de conversar con un amigo con el que tuve una relación hace ya bastantes años: no recordaba casi nada, y en cambio, mi memoria traía hasta el presente, situaciones, personas, frases pronunciadas... Eso me noqueó, la verdad. La respuesta a esa disparidad de recuerdos: él lo vivió como algo intrascendente y para mí fue una apuesta emocional importante, aunque mal encaminada.
De ahí he ido enlazando a otras historias y cada vez tengo más claro que lo más importante para superar una crisis sentimental es quedarse con lo que hemos visto en el otro pero sin aditivos, sin interpretaciones o subterfugios. Sé que es difícil, pero creo que necesario.
Kiri, lo de la larga presencia continuada es un peñazo del veinte y una trampa, para las dos partes, de marca mayor: si una es consciente de que no puede estar siempre por el otro, en todo momento, es del género tonto exigirle al otro que haga eso por ti.
Bambolia -
Hace un año, más o menos, vi una película francesa de la que no recuerdo el título -para variar-. Era la historia de lo que sucedía a partir de que dos personas coincidían, de manera casual, en un momento determinado de sus vidas. La narración se dividía en dos partes: la visión de la chica y la visión del chico. Lo interesante de la película era que las secuencias eran las mismas, o sea, que si te mostraban a los dos protagonistas tomando café en la primera parte, en la segunda seguías viendo el encuentro tomando café. La diferencia estribaba en que para la chica el mero hecho de tomar café era tomado como algo decisivo en su vida, y para el médico -esa era su profesión- era sencillamente un acto de cortesía o de amabilidad. A medida que te contaba la historia la mujer, te predisponías en contra del hombre, pensando perrerías del tipo. Inesperadamente, le película se acaba a la mitad... y comienzan a verse escenas en las que el protagonista es él. Y esas escenas te van llevando a una de las que ya has visto en la primera parte... entonces empiezas a encajar piezas y te das cuenta de que la cosa no era tal cual la veía la otra, y así hasta el final de la película. Me da rabia no recordar el título...
A lo que iba: esa película me hizo pensar mucho porque, aunque la historia está llevada hasta los extremos, cada uno de ellos en el opuesto, en realidad, era un reflejo de lo que ocurría la mayoría de las veces.
Kiribati -
No, eso no quiere decir que te quieran más o menos de lo que quieres tú. O sí, pero no siempre. La intensidad con la que vivimos los recuerdos afectivos depende de muchas cosas. Igual tú no recuerdas casi nada de algún momento que compartiste con alguien, y ese alguien lo recuerda al dedillo.
Yo creo que muchas veces somos islas dentro de nuestros afectos, y que el compartir esos afectos es algo propio de momentos puntuales repetidos más o menos veces en el tiempo.
Creo que la fantasía de una especie de fusión contínua y perfecta de cariño mutuo es un baluarte ficticio de nuestro miedo a la soledad o al abandono.
No sé, yo también ando reflexionando sobre eso desde hace unos meses. Viviéndolo.
Me parece que las relaciones sinceras y duraderas consisten más en una serie de citas sucesivas que en una larga presencia continuada. Me refiero a todas las relaciones, no sólo a las amorosas.
Esstupenda -
Menos mal que nadie me va a cumplir mi deseo, no sabría qué hacer sin mi brazo.
casinada -