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De espaldas

Ráfagas

Soy temeraria. Lo sé. Debajo de esta tranquilidad. Debajo de esta pereza que domina mi vida y que cada día que pasa acepto con más agrado. Pero las apariencias engañan y una vez más he comprobado que soy mi peor enemiga.

Es increíble cómo ciertas cosas en la vida no terminan nunca de pasar. No hay forma de borrarlas. Aunque aparentemente sean insignificantes. La medida del dolor no conoce de horas y de minutos. Ni de años pasados. Ni seis, ni ocho, ni diez. Da igual.

Aprendí no hace demasiado tiempo que era una temeridad exponerse a algo que se sabe que va a provocarte un nudo en el estómago. Y aún sabiéndolo, sigo.

Al principio –siempre hay un principio del que partir- me repetía, de manera casi constante, que había valido la pena, que los buenos recuerdos siempre estarían ahí. Ahora dudo hasta de eso. Ahora me gustaría que una ráfaga de aire, muchas ráfagas de aire, se llevasen de golpe todas las historias que atesoraba como algo hermoso. Porque ahora sé que la mentira les dio forma.

Nunca había tenido la posibilidad de contrastar datos. Llevo seis meses haciéndolo, y hoy por hoy, soy consciente de que no existe una historia igual. Pero ni tan siquiera para la persona que está compartiendo contigo esa relación. La sorpresa te descoloca al principio, cuando, tras muchas referencias hechas hacia un tiempo muy lejano pasado en común, la otra parte no las recuerda de la misma forma. Esa circunstancia te encamina hacia una clara conclusión: la intensidad de los sentimientos nunca es igual, y en la mayoría de las ocasiones, ni tan siquiera similar.

Puede que partiendo de esa deducción, acabe aceptando que es normal que el sentimiento de aprecio que sigo teniendo hacia algunas de las personas que han sido más importantes en mi vida, no es mutuo.

No hay más ciego que el que no quiere ver y yo lo llevo siendo desde hace demasiado tiempo...

16 comentarios

Bambi -

No, Gabriela. Es una francesa, he de mirar los estrenos del año 2003, a ver si me entero de algo y lo dejo por aquí. Bueno, también puedo preguntarle a una amiga que la vio conmigo, pero me parece que andamos las dos igual...

Gabriela -

Pufff, no era esa verdad?
El no era médico....

Gabriela -

Los amantes del circulo polar.
Otto y Ana (dos palindromos)

Bambolia -

Se hace lo que se puede, pyracantha, :-)

pyracantha -

aisss..
pero que deleites estos comments! posts apartes!
geniales!
besos

demasie -

en serio no la hagais caso,jejeje, ella es ahora una minusvalida fisica temporal, que esta un poco cronica de otras cosas.

Bambolia -

Cuando dejas de darle importancia a la carencia de ciertos afectos, te quedas mucho más tranquila y tienes mucha menos dependencia. A ese punto quiero llegar, a no tener dependencia de cierta gente, porque el no necesitar -siempre relativizando, claro- ese cariño para vivir el día a día, te convierte en una persona independiente. Y sí, es cierto que colocar las coas en su sitio, o sea, generar la suficiente distancia, te hace ver quiénes realmente están contigo. Quizás sea eso lo mejor de todo.

Demasié, soy llorona por naturaleza, y quejica, muy quejica. Mejor sacarlo fuera que dejarlo dentro. No quiero tener que emplear Carcomín nunca en la vida, :-) Y digas los que digas, es buenísimo ser perezoso. Yo se lo recomendaría a todo el mundo que se quiera prodigar mimos.

demasie -

Mira que eres llorona, eso te pasa por ser tan perezosa, y por comer tanto, pereza y gula decias?

Esstupenda -

Yo descubrí una cosa, Bambi, mi necesidad afectiva me desorienta en esos pensamientos objetivos, como a los gatos les desorienta el celo de las hembras.
Me dí cuenta de que a veces repetía un modelo afectivo de la infancia (no entro en detalles, pero es muy corriente).
A veces nos empeñamos en conseguir los afectos de gente que se manifiesta distante, quizá es la gente que más nos interesa y la que menos nos puede dar.
Ser consciente de esto no me sirvió para quitarme las heridas, pero sí que me permitió una cierta distancia y sobre todo estar más segura a la hora de tomar decisiones.
También sirve para abrirle más la puerta a los que sí te quieren.

Esstupenda -

Esa es una gran aventura, Bambi, la más importante.
A veces resulta muy agradable vivirla, y desde luego es muy difícil aprender sin errores.
Cada pedazo de sombras deja un retazo de luz.

besos

Bambi -

Casinada, sí que es cierto que la forma de vivir los sentimientos y el dolor nos hace únicos, pero lo que no es recomendable es autodañarse. Sé que es complicado, y como bien dice Esstupenda, quizás radique todo en saber distinguir entre los pensamientos objetivos y los sentimientos destructivos. Ayer aprendí eso tan famoso de que la curiosidad mató al gato. Y ver ciertas cosas, aunque haya pasado mucho, mucho tiempo, es casi un suicidio emocional. A eso me refería, a que nadie me protegerá más que yo, pero primero he de aprender a hacerlo correctamente, y eso supone llamar a las cosas por su nombre. Los paños calientes no son buenos.

Bambolia -

Sigo, que se me fue el dedo:
Nunca hay dos recuerdos iguales, eso también lo tengo claro.

Recientemente, tuve oportunidad de conversar con un amigo con el que tuve una relación hace ya bastantes años: no recordaba casi nada, y en cambio, mi memoria traía hasta el presente, situaciones, personas, frases pronunciadas... Eso me noqueó, la verdad. La respuesta a esa disparidad de recuerdos: él lo vivió como algo intrascendente y para mí fue una apuesta emocional importante, aunque mal encaminada.

De ahí he ido enlazando a otras historias y cada vez tengo más claro que lo más importante para superar una crisis sentimental es quedarse con lo que hemos visto en el otro pero sin aditivos, sin interpretaciones o subterfugios. Sé que es difícil, pero creo que necesario.

Kiri, lo de la larga presencia continuada es un peñazo del veinte y una trampa, para las dos partes, de marca mayor: si una es consciente de que no puede estar siempre por el otro, en todo momento, es del género tonto exigirle al otro que haga eso por ti.

Bambolia -

Es cierto que las percepciones no son nunca iguales, pero cuando son diametralmente opuestas es preocupante. Y cuando parte de las personas que han sido y son importantes para ti te obvian, llegas a la conclusión de que uno/a siempre quiere más que el otro -esto no lo digo como algo demolador o triste; es constatación, sin carga emotiva-.

Hace un año, más o menos, vi una película francesa de la que no recuerdo el título -para variar-. Era la historia de lo que sucedía a partir de que dos personas coincidían, de manera casual, en un momento determinado de sus vidas. La narración se dividía en dos partes: la visión de la chica y la visión del chico. Lo interesante de la película era que las secuencias eran las mismas, o sea, que si te mostraban a los dos protagonistas tomando café en la primera parte, en la segunda seguías viendo el encuentro tomando café. La diferencia estribaba en que para la chica el mero hecho de tomar café era tomado como algo decisivo en su vida, y para el médico -esa era su profesión- era sencillamente un acto de cortesía o de amabilidad. A medida que te contaba la historia la mujer, te predisponías en contra del hombre, pensando perrerías del tipo. Inesperadamente, le película se acaba a la mitad... y comienzan a verse escenas en las que el protagonista es él. Y esas escenas te van llevando a una de las que ya has visto en la primera parte... entonces empiezas a encajar piezas y te das cuenta de que la cosa no era tal cual la veía la otra, y así hasta el final de la película. Me da rabia no recordar el título...

A lo que iba: esa película me hizo pensar mucho porque, aunque la historia está llevada hasta los extremos, cada uno de ellos en el opuesto, en realidad, era un reflejo de lo que ocurría la mayoría de las veces.

Kiribati -

La percepción de la realidad nunca es igual para dos personas. Si tú y yo estamos viviendo el mismo suceso a la vez, nunca lo estaremos viviendo igual. Cuando pase el tiempo, y la memoria de cada cual haga de las suyas, las diferencias se harán aún mayores.
No, eso no quiere decir que te quieran más o menos de lo que quieres tú. O sí, pero no siempre. La intensidad con la que vivimos los recuerdos afectivos depende de muchas cosas. Igual tú no recuerdas casi nada de algún momento que compartiste con alguien, y ese alguien lo recuerda al dedillo.
Yo creo que muchas veces somos islas dentro de nuestros afectos, y que el compartir esos afectos es algo propio de momentos puntuales repetidos más o menos veces en el tiempo.
Creo que la fantasía de una especie de fusión contínua y perfecta de cariño mutuo es un baluarte ficticio de nuestro miedo a la soledad o al abandono.
No sé, yo también ando reflexionando sobre eso desde hace unos meses. Viviéndolo.
Me parece que las relaciones sinceras y duraderas consisten más en una serie de citas sucesivas que en una larga presencia continuada. Me refiero a todas las relaciones, no sólo a las amorosas.

Esstupenda -

Algo de eso también pienso yo, o siento yo, que aquí las emociones no se distinguen bien de las reflexiones. Daría un brazo por saber diferenciar de una vez para siempre los pensamientos objetivos de los sentimientos destructivos...
Menos mal que nadie me va a cumplir mi deseo, no sabría qué hacer sin mi brazo.

casinada -

Las sensaciones y los sentimientos son únicos e intransferibles, igual que el dolor y su percepción, eso está bien (me parece a mi), nos hace únicos, nuestra capacidad de comunicación nos permite acercar al otro a nuestro dolor o a nuestra felicidad.