¡Churro va!
Ando melancólica, eso debe de ser.
En la calle están de festejo. Estos días he hecho algunas fotos al respecto: costumbrismo y exhibición. Cada vez estoy más convencida de que las celebraciones tienen un condicionante muy fuerte de demostración de cara a la galería, como ocurría con los desfiles de los emperadores romanos, en territorios recién conquistados, queriéndoles hacer ver a los vencidos la enorme supremacía del ganador.
Se festeja San Vicent Ferrer, que, a pesar de que su onomástica es el 5 de abril, la conmemoración se pospone, aquí en Valencia, siempre al lunes siguiente al lunes de Resurección. ¿Y qué tiene que ver esto con el churro va? Pues en principio, nada. En principio y en final. La única coincidencia es que el churro va es un juego y por estos lares, siendo yo niña, se jugaba, sobre todo en esta época -la llegada del buen tiempo hacia que nos dejasen estar en la calle hasta la caida de la noche-, al San Vicent Ferrer que consistía en que, a uno de los niños del grupo, le tocaba en desgracia "pagar", mientras que el resto se colocaba en dos filas paralelas, dejando un pasillo en medio. La "gracia" consistía en que, el que hacía de San Vicent Ferrer, cogía carrerilla y pasaba por el espacio que le dejaban los otros jugadores, como alma a la que se le está llevando el diablo. Todo esto, con el dedo en alto -imagino que algo tendrá que ver con que al santo se le representa siempre con el dedo en alto, como si fuese a dar una lección magistral- y diciendo, a voz en grito "San Vicent Ferrer". Los que estaban plantados a los lados tenían que darle "capones" en el cogote al pagador. Todo un prodigio de buenos sentimientos...
Y del "perverso" Sant Vicent Ferrer se pasaba, en muchas ocasiones, al de Churro va, que consistía en que uno de los jugadores se colocaba pegado a la pared, de frente al resto y los que estaban en el equipo de éste, que hacía de madre o almohadilla, formaban una cadena de tres o cuatro personas -cuanto más larga, mayor era la dificultad-, en la que el primer jugador colocaba su cabeza a la altura del vientre del que permanecía apoyado -imagino que de ahí el sobrenombre de madre- haciendo así un ángulo recto con su cuerpo. El siguiente encajaba su cabeza en el anterior colocándola a la altura de la abertura de las dos piernas, y así hasta el último. El equipo que saltaba tenía que aproximarse lo más posible al que hacía de madre, y una vez que todos sus componentes estaban ya a horcajadas de los que hacían de mulas, el primer saltador recitaba, en voz alta, lo siguiente: "Churro, media manga, mangotero, dime lo que hay en el mortero/puchero". Mientras decía esto, colocaba un dedo de su mano izquierda, bien a la altura de la muñeca, bien a la altura del codo o bien a la altura de la axila, correspondiéndose cada posición, con la fase enunciada. El que contestaba era el que apoyaba su cabeza en la madre -que no veía nada, claro- y ganaban el juego si acertaban con la respuesta dada, o sea, si lo dicho coincidía con el gesto que mantenía el que había pronunciado la frase.
El nombre del juego venía dado por la expresión que se exclamaba cuando se iba a iniciar la carrera para coger impulso y saltar sobre la cadena humana: "Churro va". Así se ponía sobre aviso a los que estaban esperando que un peso les cayese encima de golpe. Ni que decir tiene que muchas veces no se llegaba al final porque los que aguantaban la carga se caían o porque los saltadores perdían el equilibrio.
He encontrado una página en la que lo explica muy brevemente, pero me ha hecho gracia porque dice que lo jugaban habitualmente los niños: seguramente será cierto, pero creo que opinarían de otra manera si hubiesen podido pasarse por los recreos del colegio de monjas en el que estudié. Nos lo tenían prohibido, por supuesto -era poco femenino-, pero nos reuníamos en un patio apartado, en el que el suelo era de gravilla. Ni que decir tiene que las rodillas nos delataban... pero era tan "liberador" eso de jugar a algo que no nos permitían por ser de marimachos...
La ilustración que acompaña esta entrada es de una versión del juego mucho más suave...
10 comentarios
Ganso -
Bambolia -
Ganso -
Bambolia -
Bambolia -
Explicación de la falla -por cierto, para el que no lo sepa, es una frase hecha que se emplea mucho por estos lares, por aquello de que todos los libretos de las fallas llevan un apartado en el que se detalla el motivo del monumento y sus pormenores-: acababa de leer la respuesta de Uno y eso me ha recordado el miedo que tenía mi abuela a que mi hermana y yo empleásemos tampones cuando teníamos la regla. Me digo "luego respondo, que he de ir a la CAM -banco-". Salgo a la calle, y al doblar la esquina, veo un grupo de cuatro chicas con un tampón abierto en la mano. Una le estaba diciendo a la otra "jo, si esto hace daño, imagínate lo que tiene que doler lo otro" a lo que una tercera ha respondido "que no, que eso no hace daño; que casi no se nota". A todo esto, me he enterado de la conversación porque estábamos esperando a que el semáforo se pusiese en verde para cruzar...
Uno, lo de los juegos, aparte de porque se corría el riesgo de que el himen se rompiese, creo que iba más por el aspecto "rudo" que podíamos ofrecer, de cara a posibles pretendientes -ya ves... tan jóvenes-: las niñas que no eran dulces, tímidas y recatadas no iban al cielo...
Uno -
Bambolia -
Ganso, cuando nosotras jugábamos con chicos ya teníamos 14 años o más y era un enfrentamiento que se aproximaba mucho a un inicio sexual, por decirlo de alguna forma.
Uno, eso de perder el himen ¿va por que nuestros mayores nos protegían por ser mujeres?
Uno -
ganso -
creo que alguna chica también jugaba en el pueblo, pero no eramos tan burros con ellas.
Manuela -
Por no hablar de que jugáse al futbol...
de todas formas lo del futbol duró poco, las madres de los chicos iba a quejarse al trabajo de mi madre por que sus niñitos decían no sé qué de patadas y puñetazos.
Calumnias, tooodo calumnias.