Números
Siempre me ha costado mucho hacer ejercicio. Al menos, desde que me hice adulta. Cuando era niña me gustaba correr. Mucho. Me encantaba la gimnasia rítmica. Y la natación. Jugué al baloncesto durante dos años, de base -mis 1,59 no daban para más-. Hasta al futbito. Fue una época, más o menos desde los 12 hasta los 18, en la que ejercí bastante de lo que muchos tienden a llamar "marimacho": un físico corpulento -para mi estatura... ahora se definiría mejor como "rotundo", jajaja- y muy pocos signos de comportamiento femenino.
Aún recuerdo la primera vez que me depilé las piernas con una cuchilla porque mis compañeras de las monjas se empeñaron en que mi aspecto no era el de una tentadora señorita, de las que aparentaban remilgos pero luego, a escondidas, jugaban a la botella con los chicos del colegio nacional -el nuestro era sólo de niñas-. Entonces, finales de los setenta, a los colegios públicos se les llamaba así: colegio nacional... recuerdo que la expresión que empleábamos -y hablo en plural porque aunque a mí me la traía relativamente al pairo todo aquello de los chicos, el sentimiento de grupo, de pandillita mimetizada, pesaba mucho más que cualquier atisbo de salirse por la tangente- para hablar de las chicas que nos hacían la competencia -ja- era "¡bah! son de las nacionales!", como si aquello fuera un marchamo de vulgaridad y procacidad, todo unido... Nos creíamos que, por el mero hecho de ir a un colegio religioso, estábamos por encima del resto.
Lo que todavía no me explico es de dónde sacaba yo esas ínfulas de grandeza, siendo como era que en casa, mi abuela materna, que fue con la que pasamos la mayor parte de nuestra infancia porque mis padres trabajaban, no se las dio nunca de gran señora, ni muchísimo menos: desde que acabó la guerra civil y hasta su jubilación ella y mi abuelo tuvieron un puesto de frutas y verduras en el mercado de Convento Jerusalén, en Valencia capital.
A lo que iba, que salto de una cosa a otra, cual libre perseguida por un puñetero lobo: hablaba de que de niña, como pasaba más tiempo, sobre todo en verano, con chicos que con chicas, mis entretenimientos eran pelín más masculinos: carreras, fútbol, baloncesto, etc. Pero eso se acabó al cumplir los dieciocho: pasé de hacer bastante ejercicio a convertirme en una sedentaria de tomo y lomo. Lo único que no dejé del todo de lado fue la natación, pero vamos, que el ir una vez al mes a la piscina no tiene mucho que ver con practicar un deporte con asiduidad ¿verdad?
Mentalizada como estoy, ahora, de que sí que es importante mover el trasero de cuando en cuando -el pleno convencimiento ha estado muy relacionado con el hecho de ver cómo algunos seres queridos se han abandonado en ese aspecto y ello les ha generado complicaciones importantes y al revés, lo mismo: lo mucho que mi padre ha caminado en su vida es lo que alegan los cardiólogos para explicar el milagroso funcionamiento de su corazón- y como soy de natural perezosa, muy, muy, pero que muy perezosa, la única forma de forzarme para darle algo de vidilla a mi floja musculatura ha sido la de planteármelo como una competición conmigo misma -sí, ya sé que aquí he dicho miles de veces que odio ese actual afán por plantear cualquier cosa que se realice como una demostración de que se es el mejor en todo-.
El resultado: una planilla, colgada de dos imanes, en la puerta de mi nevera. He ido anotando, desde el 9 de mayo, las escaleras que he subido al día y los kilómetros andados. Hace un rato los he pasado a una hoja de cálculo, para sumar los totales:
Desde el 9 al 31 de mayo he subido 494 pisos de escaleras y he caminado 144 kilómetros. Teniendo en cuenta que sólo cuento los pisos subidos en el trabajo y que entonces sólo he contabilizado los días laborales, he hecho un promedio de 27 pisos por día. En peldaños: 10.868 peldaños -cada piso tiene 22 escalones- en 18 días. A andar salgo todos los días -obligaciones de ama perruna-, por lo que la media me dice que, más o menos, he caminado alrededor de 6 kilómetros por día.
Lo bueno: me siento orgullosa de mi pequeña hazaña. Lo malo: que conociéndome como conozco, el riesgo de que la perseverancia se me escape, de jolgorio festivalero, en uno de mis paseos, es bastante alto. A ver lo que dura, :-D
12 comentarios
Bambo -
Saludetes, :-D
Elena -
Lo que necesito ahora es descansar, no ejercicio ;D
Bambo -
Lo cierto es que has de ir de cráneo... ¿Y no puedes saltarte una parada de autobús, por ejemplo, y los últimos diez minutos hacerlos andando?
Lía, lo de contarlo y anotarlo es por hacerlo más entretenido: intento cambiar de ruta a diario cuando salgo a pasear con Zas para no cansarme de ver siempre lo mismo, pero aún así, es complicado, porque para andar más de una hora de un tirón no hay muchos lugares... me toca ir y volver, ir y volver, y eso sumado a la gente que suele haber ahora con el buen tiempo, es bastante agobiante. Por lo que lo de ir anotando para ver qué pasaba fue una forma de, marchando por los mismos lugares, que éstos me resultaran entretenidos: lo típico "uysss, ayer hice este trayecto en 25 minutos... voy a ver si hoy lo hago en 22".
Además, es una forma de introducir algo de orden en mi vida, que aunque tiende a ser rutinaria, por aquello de trabajo, casa, paseo, casa, y poco más, funciona, las más de las veces, al tun-tún... ¿qué hoy no tengo ganas de barrer? pos no pasa nada, no lo hago... y claro, de tantos "no lo hago, no lo hago, no lo hago, no lo hago" y de tantos "obligaciones, las mínimas", el sentimiento de abandono y dejadez llega a abrumarme. En finssss, lo de las estrategias es así: hacerse trampas a una misma para realizar ciertas cosas que, de otra forma, no se harían.
Alsen, ya sabes: cada vez que vayas a visitar a tus suegros, los cuatro pisos andando, :-D
Ana, te devuelvo el cumplido: a mí me pasma lo de correr, de verdad... sólo de pensarlo me agoto. Subir escaleras es cansino, pero ni de lejos lo que una intuye que supone correr de manera constante durante 45 minutos, más o menos.
Sí, hija, sí: las chicas de las nacionales eran unas "frescas"... madre del amor hermoso... cuanto prejuicio estúpido... Por aquel entonces yo me movía entre dos pandillas: una, la de las monjas y otras que era una mezcla de compañeras de las monjas -las malas malosas que levantaban las faldas a las timoratas para que se les vieran las bragas- y de las amigas que aquéllas tenían de sus calles: las vecinas de finca o de portal, que iban a los nacionales. Ese "mojar en dos platos" me causó algún que otro problema: las de las monjas, inmersas como estaban en las sesiones vespertinas de un grupo religioso que fundamos -ufff, sólo de pensarlo me da yu-yu- para crecer en el catolicismo -a imitación de los kikos- eran puras, castas y... envidiosas como ellas solas. ¡qué tiempos! Pues eso, que dejaron de hablarme durante una temporada por mis escarceos amistosos... Eso sí, cuando necesitaron de mi intercesión para acercarse a los chicos de su vida, esto es, los de los nacionales, se olvidaron de mi "traición" y volví a ser la niña de sus ojos... y lo dejo porque me pongo melancólica y la verdad, no fue una época demasiado idílica...
Bielka, mientras te puedas relajar y desconectar, creo que llevas mucho ganado. Y si sales con la niña a pasear, el mero hecho de ir de aquí para allá, ya es algo a tener en cuenta.
Sinfo, espero que la adicción llegue pronto, porque costoso es, desde luego. Lo que es cierto es que se nota mucho cuando dejas de moverte durante dos o tres días: bajón, tanto anímico como físico. Cuesta creerlo, pero pasa.
Sponge -
Me alegro mucho de que tú tengas tanta fuerza de voluntad. Continúa así, que merece la pena, a ver si nos animamos todos poquito a poco gracias a tu ejemplo.
sinfo -
Bambo -
Mañana, castigada por el exceso dominguero de hoy, subiré siete u ocho veces al séptimo piso, :-D
Buenas noches, fermosos donceles y amantísimas damas.
Lía -
Yo he hecho bastante ejercicio siempre, pero lo mío iba por el lado musical. Hacía danza. Y durante muchos, muchos años, ocupó buena parte de mi vida.
Después fui una vagoneta y ahora me da una pereza inmensa el solo hecho de planetarme hacer algo dejercicio físico con continuidad.
Pasada aquella fase he vivido de rentas. Eso y que quizás tengo una naturaleza bastante agradecida que, al menos de momento,me mantiene en el peso (en lo de la tersura es ya otro cantar).
Soy incapaz de ir a un gimnasio. Me aburro soberanamente.
Sin embargo lo de andar por andar, es algo que sigo haciendo. Siempre que sea posible, prefiero ir andando a todos sitios a meterme en autobuses o en coches.
Lo mismo digo de las escaleras. Viví muchos años en un cuarto sin ascensor, y nunca me ha dado pereza subir peldaños.
Me pasa lo mismo que con los autobuses. Nada me meterme en un espacio cerrado lleno de gente.
Sobre todo cuando voy a un centro hospitalario. Jamás subo en un ascensor de ésos, me producen pavor.
Lo que no hago es contar mis pasos ni mis pisos. Tampoco es una rutina, sencillamente cuando toca, toca.
Quizás después de leerte me anime a hacerlo y me sorprenda.
De momento me ha encantado ese control y sobre todo, esa continuidad en tus ejercicos físicos y mentales.
Sin duda debe ser de lomás sano.
Besos
Alsen -
De aquí a dos meses os muestro el respingoneo.
Ana* -
Y si has hecho 6 kms diarios de media eso significa que has hecho 42 kms semanales, más o menos lo mismo que estoy haciendo yo :D
Lo bueno es que has sabido mirarte p'adentro y saber lo que te va, yo creo que esa es la clave para perseverar, que te mole.
Y, por cierto, me ha hecho gracia tu referencia a los colegios nacionales. Efectivamente, yo fui al "Colegio Nacional Méjico", y cuando pasó a llamarse "Colegio Público Méjico" se me hizo rarísimo. Conque superiores, ¿eh?, jejeje. No sabía yo eso. Yo también era tela de bruta en aquella época, lo que más me gustaba era el balón prisionero, jugar al rescate (anda que no echábamos carreras con ese tema), patinar (quería ser patinadora) y ¡baloncesto también!; aunque mido 1,58 jugaba de alero izquierdo, por aquello de ser zurda. Y porque en aquella época esta estatura no era ser bajita, ¡que no sé qué es lo que comen ahora, que crecen tanto! :P
Enhorabuena en todo caso, claro que sí. Para mí lo de las escaleras es una proeza que me pasma.
Bielka -
Yo no puedo hacer nada de dperote ahora porque mi bicho me tiene agotadita, así que cuando voy al gimnasio, me voy directa al jacuzzi y a la sauna a relajarme y a descansar y luego, como salgo ardiendo de la sauna me meto en la piscina y nado un poco. Pero bueno, dentro de un tiempo, cuando pase esta racha del terremoto, volveré a hacer deporte. Caminar también me gusta, pero ahora tampoco puedo, así que hazlo tú por mí, Bambo. ;-)
Pues yo te veo bastante perseverante, Bambo. llevas ya un año o más caminando a diario o casi. Está muy bien.
sinfo -
Y es un jolgorio, pues claro, ¿por qué no?. Si no mola, no sirve.
No se te escapará la perseverancia, el ejercicio crea adicción, mucha. Al revés: suele pasar que, cuando llevas tiempo haciéndolo, tengas mono cuando no puedas salir a caminar (o lo que sea) durante unos días por alguna razón.
El cuerpo humano está hecho para el ejercicio, cada vez estoy más convencida de eso. Durante muchos miles de años, siempre, hemos sido una especie en perpetuo movimiento. La inactividad física nos hace pupa.
Tus 494 pisos y tus 144 km. en unos días, me han dejado flipando. Eres poderosa, Bambo, de verdad.
¡Palante, parriba y disfruta mucho! :-)
Noa con las mujeres en la sombra -
Pues por muchos años tu papi y su cuore :)