Blogia
De espaldas

-Entre guiones-

La puta y la ballena



He soñado con ella. Con la película. Después de pasar dos horas inmersa en un cuento con forma de círculo... no sabía cómo salir de él. Y sigo sin saberlo. Me dejó en las nubes y allí me quedé.

La belleza de Aitana Sánchez Gijón es adulta. Ha crecido con los años. Y sus rasgos angulosos acarician la luz. Sé que es difícil, pero es cierto: no sólo los rostros dulces tienen esa cualidad.

Me dijeron que está basada en una novela. No lo sé. Si existe, esta vez haré una excpeción: la leeré. De alguna forma he de salir del embrujo de una historia de mujeres rotas, de mujeres recompuestas a trozos, de mujeres que quisieron/quieren ser libres.

La Patagonía debe de ser algo parecido al fin del mundo, si acaso puede que lo sea.

Tangos, fotografías y vida en forma de muertes en avanzadilla.

Hermosa historia. Sí. Sin lugar a dudas.





Addenda 9:31 h.

Información sobre la peli:

Página oficial y algunas opiniones medio favorables y una demoledora.

Mi parte masculina anda enamorada

De esta mujer... verla en un escenario es contemplar la dulzura sin necesidad de pararse delante de una pastelería especializada en hojaldres rellenos de merengue. Últimamente ando algo cansada de tanto sentimiento a flor de piel, de tanta ternura abaratada, de tanta lágrima mitificada. La delicadeza se quiebra en cada palabra que canta Noa. Sin empalagos ni ficciones melancólicas.



Ahora estoy escuchando Now* y parece que su etérea figura llegue hasta aquí.

*Sé que la foto no se corresponde con ese trabajo, pero es que me gusta mucho la tranquilidad que transmite la imagen.

Sobre ella.

Impaciente



Parezco una cría... lo sé. No hago otra cosa que entrar en la página que me interesa para ver si la han actualizado. Acabo de entrar y he visto que sí, pero no se ve bien. ¡Una programación quiero! Argggg, ¡qué horror!

Van casi todos los enlaces, pero justamente el que lleva a la programación, no.

Parece mentira... es tan difícil de explicar... bué, da igual; sé que no ando bien de la cocotera.

"Tú y el ruido"

No es tristeza, no es malditismo, no es noche oscura: es, sencillamente, sentimiento.

Lo traigo hasta aquí porque me ha gustado mucho. Mientras, suena, a diez metros de aquí, la fotocopiadora, como si fuese una locomotora que no sabe dónde está el final. No hay espacios para que el ruido se empaquete. Una lástima...

Engranaje

"No vemos más que lo que estamos acostumbrados a ver."


François Mauriac, escritor francés (1885 - 1970)

Y yo añado: no sentimos más que lo que estamos acostumbrados a sentir.



Sin novedad. Por el este llega y por el oeste marcha.

Los avatares de la tristeza



¿Es un estadío? ¿Es una forma de vida?

Las mañanas se enlazan con las noches y entre tanto, una puede reir, si quiere. O puede agazaparse y proteger su estómago de los miedos ajenos. De los propios nunca seremos capaces de protegernos. Esos nos acechan y nos hacen burla.

Si quiere, una puede reir; o no. Porque puede seguir llorando sin que una sola gota de agua salada se desprenda de la pupila.

Una puede reir, sí. O puede agachar la cabeza y lamentar la desgracia que se come cada día en el primer plato del almuerzo.



Sí, estoy convencida de que se puede reir.

No entiendo el porqué de tanta melancolía.

Me sobrepasa.

La introspección debería dosificarse, como los medicamentos.

Cansancio



¿Cuándo llegará?



Plomo



¿Ida y vuelta? Ida, las vueltas siempre son utopías.

De lanas y mantas



El nudo está en el estómago.

Se ha hecho por despiste. Al igual que tropecé el viernes con un nombre.

Me lo dijeron sin miramientos.

Como noticia importante.

Y sigue pareciéndome imprudente.

No se pueden contar ciertas cosas cuando una no sabe dónde colocarlas.

Los espacios necesitan de adjetivos calificativos.

Y los que están sin rellenar piden a gritos que al menos les des una digna cuadratura.

Dicen que cuando uno se va sin darse cuenta no paga el precio de la muerte.

Porque no ha sido consciente de su fin.

Una afirmación como muchas otras.

Inconsistente y forzada.

La fábrica sigue funcionando.

Él se cayó de noche y el frio de la sierra le detuvo el pulso.

No sé si los caminos se tejen y la suerte los quiebra.

No sé si los recuerdos se construyen y la memoria los arruina.

No sé si la hora llega y el segundo se escapa.

Sólo sé que Mantalana se quedó mudo y yo, hasta hace cuatro días, me quejaba

de lo mucho que hablaba.

Ausencia



Desaparezco por unos días. Al mejor refugio que existe -para mí, claro-.

Casi sin cobertura y al ritmo que marque la salida del sol.

Aunque los turistas rurales crecen como las setas en septiembre: esta vez tenemos hasta fogón esotérico.

No voy a ser mala: soy consciente de que no todos los que escogen la montaña como lugar de escapada visten de Coronel Tapioca, jajaja, :-P

Perdida



Tal cual. Sin atreverme a levantarme de la silla, porque tengo la sensación de que no voy a ser capaz de funcionar. Tiene que ver conmigo, lo sé. Con mi manera de ver las cosas y de sentirlas. Y eso me paraliza. Me bloquea.

No sé si quiero saber.

No mientas, niña. Sí que lo sabes.

Tu mayor problema siempre ha sido que has paliado el sentimiento del dolor con la necesidad imperiosa de encontrarle razón a todo. Y en ocasiones, no existen razones o éstas no te alcanzan.

Hablo y me hablo. Dualidad, como siempre. ¿De qué me asombro?

Salpica y salpica y salpica. Y una vez más, ayer me dije "mañana será el día", y hoy no encuentro motivos para moverme. No son los muertos, no es la masacre. Eres tú, niña. Que sigues siendo eso, niña.

No sé si creceré alguna vez. Hay personas que me necesitan y no soy capaz de responderles. Sigo mirándome el ombligo.

Estoy hecha un verdadero lío.

Quisiera ser Teseo en el laberinto: matar al monstruo y luego saber salir de las tinieblas.

Sin agenda



Sin anotaciones. No busco. Ya pasó el tiempo.

Cansada, ando. Y sin embargo permanezco quieta. En la misma silla. En el mismo espacio.

Ha sonado el teléfono. Lo esperaba.

Su ansiedad no es mía. Las horas sí. No quiero más cadenas que tengan perfiles de querencias.

Abandono.

La toalla lleva días en el suelo.

Duele

La bofetada.

Andas y tropiezas, y vuelves otro día y otro.

Duele.

mano difusa

El vacío se convierte en desprecio.

Ni tan siquiera tres palabras. Nada.

Este puto mundo es un circo. Unos se visten con trajes confeccionados por la Sra. Tristeza y otros se pegan por copiarle los modelos.

No puedo con tanta profundidad. Me ahogo. El abismo se acerca demasiado. Y no tengo un coche a mano para abocarme por él.

Sólo yo puedo levantarme. Lo sé. Pero hoy estoy fuera de juego. Sólo he necesitado media hora para saber que la mentira se acomoda en el disfraz de la complicidad.

fuera de combate

El final

"... El agua puede ser más vieja que la luz, los diamantes romperse en sangre de cabra caliente, las cimas de las montañas despedir fuego frío, los bosques aparecer en medio del océano, y puede suceder que a un cangrejo lo atrape la sombra del dorso de una mano, que el viento quede aprisionado en un trozo de cabo anudado. Y puede ser que el amor a veces tenga lugar sin dolor ni infelicidad."

No sé si los milagros existen. Seguramente no. Pero lo que sí que existe es una especie de conversor de sentimientos que desdramatiza casi cualquier catástrofe personal: el tiempo.

El texto entrecomillado es el final de la novela Atando cabos de E.Annie Proulx.

Ráfagas

Soy temeraria. Lo sé. Debajo de esta tranquilidad. Debajo de esta pereza que domina mi vida y que cada día que pasa acepto con más agrado. Pero las apariencias engañan y una vez más he comprobado que soy mi peor enemiga.

Es increíble cómo ciertas cosas en la vida no terminan nunca de pasar. No hay forma de borrarlas. Aunque aparentemente sean insignificantes. La medida del dolor no conoce de horas y de minutos. Ni de años pasados. Ni seis, ni ocho, ni diez. Da igual.

Aprendí no hace demasiado tiempo que era una temeridad exponerse a algo que se sabe que va a provocarte un nudo en el estómago. Y aún sabiéndolo, sigo.

Al principio –siempre hay un principio del que partir- me repetía, de manera casi constante, que había valido la pena, que los buenos recuerdos siempre estarían ahí. Ahora dudo hasta de eso. Ahora me gustaría que una ráfaga de aire, muchas ráfagas de aire, se llevasen de golpe todas las historias que atesoraba como algo hermoso. Porque ahora sé que la mentira les dio forma.

Nunca había tenido la posibilidad de contrastar datos. Llevo seis meses haciéndolo, y hoy por hoy, soy consciente de que no existe una historia igual. Pero ni tan siquiera para la persona que está compartiendo contigo esa relación. La sorpresa te descoloca al principio, cuando, tras muchas referencias hechas hacia un tiempo muy lejano pasado en común, la otra parte no las recuerda de la misma forma. Esa circunstancia te encamina hacia una clara conclusión: la intensidad de los sentimientos nunca es igual, y en la mayoría de las ocasiones, ni tan siquiera similar.

Puede que partiendo de esa deducción, acabe aceptando que es normal que el sentimiento de aprecio que sigo teniendo hacia algunas de las personas que han sido más importantes en mi vida, no es mutuo.

No hay más ciego que el que no quiere ver y yo lo llevo siendo desde hace demasiado tiempo...