A trozos
Un día se levantó peleona y no quiso entrar en razón. Al menos, en la razón a la que tenía tan acostumbrado a Venancio.
[Yo me adapto. Tú no. Yo me callo. Tú no. Yo me guardo las ganas. Tú no. Yo me cambio de piel cada media hora. Tú no.]
Él redujo su conversación, ató su rostro a un gesto malencarado y vendió las sonrisas al quiosquero de la esquina.
Ella no le hizo caso. Ella pensó que ya estaba bien. Ella fue a la suya. A la de ella, que ya era hora.
Él chantajeó. Tecleó número tras número, una y otra vez. Grabó su demoniaca voz en respuesta a un agradable saludo.
Ella habló. Ella dijo no estoy. Ella renegó de un amor que no era. Ella hizo lo que deseaba, que ya era hora.
[No voy a verte más. Así no.]
Él volvió a cantajear. Volvió a teclear número tras número, una y otra vez. En quince ocasiones dejó constancia de su maldad. Y se fue. Aunque se marcó un órdago de los que hacen época.
[De ésta te vas a arrepentir. Te vas a acordar de mí lo que te queda de vida.]
Lo han encontrado debajo de un puente. Muerto. Ella está llorando por su mala suerte, porque la crueldad le ha salpicado tan fuerte que ha preguntado si existen eclipses perpetuos.
Tengo la sensación de que hay ventanas que se fabrican con cristales insustituibles, y que cuando uno de éstos se rompe, no hay forma de colocar el recambio para que el aire no se cuele por los rincones.
[Yo me adapto. Tú no. Yo me callo. Tú no. Yo me guardo las ganas. Tú no. Yo me cambio de piel cada media hora. Tú no.]
Él redujo su conversación, ató su rostro a un gesto malencarado y vendió las sonrisas al quiosquero de la esquina.
Ella no le hizo caso. Ella pensó que ya estaba bien. Ella fue a la suya. A la de ella, que ya era hora.
Él chantajeó. Tecleó número tras número, una y otra vez. Grabó su demoniaca voz en respuesta a un agradable saludo.
Ella habló. Ella dijo no estoy. Ella renegó de un amor que no era. Ella hizo lo que deseaba, que ya era hora.
[No voy a verte más. Así no.]
Él volvió a cantajear. Volvió a teclear número tras número, una y otra vez. En quince ocasiones dejó constancia de su maldad. Y se fue. Aunque se marcó un órdago de los que hacen época.
[De ésta te vas a arrepentir. Te vas a acordar de mí lo que te queda de vida.]
Lo han encontrado debajo de un puente. Muerto. Ella está llorando por su mala suerte, porque la crueldad le ha salpicado tan fuerte que ha preguntado si existen eclipses perpetuos.
Tengo la sensación de que hay ventanas que se fabrican con cristales insustituibles, y que cuando uno de éstos se rompe, no hay forma de colocar el recambio para que el aire no se cuele por los rincones.
8 comentarios
Bambolia -
Tristán Fagot -
Besos
Bambolia -
El texto, creo, es bastante ilustrativo, pero...¡claro!, lo digo yo que soy quien lo ha escrito y sabe de qué va el asunto, con lo que mi opinión no vale de mucho, :-D
Saludetes
Tristán Fagot -
BOnito blog
Besos
Bambolia -
Las bofetadas no avisan y lo malo que tienen es que abarcan más de lo que es una mejilla... :-(
Luis Muiño -
Ant -
:-)
Kiri -