Espíritu joven
Recordatorio nº... ni me acuerdo ya.
Da igual: en realidad, tan solo quería dejar constancia de que estoy harta de toda esa gente que me viene con el cuento de "es que fulanito tiene el espíritu joven" o "es que menganito, a pesar de sus cincuenta y pico, sigue viviendo como un adolescente".
No me gusta. Me parece una negación de la realidad: cuando algo no se acepta plenamente, se disfraza para que parezca otra cosa. Tienes cuarenta años, colega, pero... ¡chica! no pasa nada; mientras mantengas el espíritu joven, todavía queda esperanza.
Sí, sí, sí -lease con ei típico tono de sonsonete-: espíritu joven, dicen... para salir de noche hasta las mil; para agotarte hasta la extenuación un día tras otro, ocupando todas tus horas para que nadie pueda colgarte el cartel de "Muerma Mayor del Reino"; para vestir como la hija de tu vecina, que se coloca una falda con volantes encima de unas mallas con botines.
La juventud se va, es transitoria, como todo en la vida. Y está bien que así sea. Yo no quiero tener el espíritu joven: es una pura entelequia. Es más, es una perogrullada del veinte. Mi ánimo, mis deseos, mis anhelos, mis dudas, mis miedos, mis gustos se corresponden con lo que soy ahora, una tipa normalita que está hasta los mísmisimos ovarios de que le pretendan vender la moto con estupidices de ese calibre. Se puede ser optimista o pesimista, ser luchadora o por contra, una persona pasiva... Y además, con el añadido de que, las más de las veces, esos comportamientos no son constantes, sino que se alternan. Pero eso de ser perpetuamente joven... como que no.
¿Dónde se queda la experiencia, lo asimilado, lo respirado, lo pensado? ¿Guardado en un cajón, esperando a que el espíritu joven se vaya de parranda?
Pues eso.