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De espaldas

No me gusta (II)

No me gustan las fotografías perfectas.

No me gusta tener pesadillas.

No me gusta soñar que mi padre se muere.

No me gusta la moralina monárquica.

No me gustan los que queman imágenes de otros, pero me gustan menos los que inventan delitos basados en conceptos subjetivos.

No me gustan los publicistas que son capaces de diseñar campañas como la de Caja Madrid: "Sentido y sensibilidad". ¿Se puede ser más rematadamente obtuso y rídiculo? Pobre Jane Austen...

No me gustan los banqueros que se atreven a decir que su empresa promueve la "banca cívica". Y eso ¿qué santas narices es? ¡Ah, sí! La banca cívica es, por ejemplo "Banca Cívica es ocuparnos de nuestros clientes, originar y traspasarles derechos que hasta hace poco no existían". Que digo yo que si los derechos no existían, difícilmente se los podrán traspasar...

No me gusta leer cosas como Las carreteras se ceban este fin de semana con los jóvenes, porque es una vil mentira.

No me gusta rellenar formularios.

No me gusta Zapatero.

No me gusta que las ayudas sociales se conviertan en prebendas con acuse de recibo.

No me gustan los que se escandalizan porque algunos manifiesten su deseo expreso de preguntar a otros.

No me gustan los que van de modernos y se lían los porros a dos metros de sus hijos.

No me gustan los que van de enrollados y se hacen las rayas a tres metros y medio de los amigos de sus hijos.

No me gustan los que hoy, mañana y pasado beben una copa tras otra de wisky y llaman borrachos a los que ven en el parque con la litrona y el cartón de Don Simón.

No me gusta Demi Moore.

No me gusta Najwa Nimri.

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Me gusta Dean Martin.

Me gusta que la barrendera de mi calle me salude todas las mañanas cuando salgo a pasear a Zas.

Me gusta maldecir a los que tiran tracas en la puerta de la iglesia todos los sábados por la tarde.

Me gusta besar a mi madre.

Me gusta abrazar a Noemí. Y a Ruth. Y a Lola. Y me emocionó ver a Judith: me la hubiera comido a besos.

Me gusta tocar el rostro de Fernando.

Me gusta ver cómo sonríe Fina detrás de la barra.

Me gusta escuchar a Mª José cuando le tiembla la voz. Es la ternura personificada.

Me gusta saber que Cristina también hace listas: nos viene de familia.

Me gusta verla como es ahora: cercana, cálida y un pelín malhumorada -también nos viene de familia-.

Me gustan los vasos helados.

Me gusta la nata.

Me gusta conducir.

Me gusta el zumo de naranja.

Me gusta soñar. Puede que sea lo que más me gusta.


No me gusta

No me gusta recordar que dentro de nada harán años ya de una muerte inesperada. Pocos, la verdad. Aún resulta doloroso... me asustaré el día que no sea capaz de recordar sus manos. Es lo que más presente tengo de la gente a la que quise que ya no está.

No me gusta estar constantemente cansada. Con motivos, sin motivos, a medio camino de una razón aparente. Al final de la única explicación viable.

No me gusta vivir en esta calma chicha en la que se ha convertido mi trabajo. A la espera de que caiga la guadaña. Porque otros llegarán que harán buenos a los que antes fueron malos. Fui una ingenua. Una grandísima y estúpida ingenua.

No me gusta sentirme observada.

No me gusta saber que su miedo a ser espiados los convierte en espías.

No me gusta que Ella me mienta, porque no sé si es deliberado.

No me gusta que me manipulen porque no sé cómo deshacerme de la situación sin parecerme a un gato escaldado, arañando a diestro y siniestro.

No me gusta tener cara de amargada.

No me gusta mirarme al espejo y darme cuenta de que es mentira eso que dicen de que la cara es el espejo del alma. Mi alma no está cansada, soy yo, la que hablo, la que escucha, la que escribe, la que está saturada de tanto pequeño tropiezo.

No me gusta que la política haya dejado de interesarme. Siento que me aparto del mundo. De lo que consideraba importante.

No me gusta que se banalice sobre la maternidad, regalando dinero por tener hijos, como si a los ricos los premiasen por su "productividad en cadena" y a los pobres los compadeciesen por las penurias futuras.

No me gusta ese optimismo económico que comienza a ser vomitivo.

No me gusta que la situación de un país se compare con una competición de fútbol.

No me gusta que la frivolidad vaya a acabar siendo potestad única de los Populares: se necesita ser muy frívolo para votar a favor de que una competición de fútbol con el nombre de la República y ganada durante la guerra civil sea reconocida oficialmente a estas alturas de la vida y no votar a favor de la Ley de la Memoria Histórica.

No me gusta que Mª Teresa Campos vuelva a Telecinco. En realidad, no me gusta Mª Teresa Campos. Es más, no me gusta Telecinco.

No me gusta que algunos hombres consideren que cualquier mujer que no es objeto de sus deseos sexuales pasa a ser la almohada a la que contarle los deseos sexuales satisfechos con otras mujeres.

No me gusta reconocer mis limitaciones.

No me gusta estar gorda. Es más, no me gusta saberme gorda.

No me gusta mirarme en los escaparates de las tiendas y en las puertas acristaladas de los portales de los edificios. Veo a una mujer de 41 años con apariencia de 41 años.

No me gusta reconocer que nada es igual a lo que he ido fabulando minuto a minuto a lo largo de mi vida.

Sin embargo...


Me gusta que una amiga, hoy, a la hora del almuerzo, me haya contado su historia de amor. Una hermosísima historia de amor. De las que te golpean el estómago cuando ella te dice cómo y cuándo la besó por primera vez.

Me gusta aprender a estar con Fernando.

Me gusta saber que aunque varias cerillas ya se han consumido, en la caja todavía quedan muchas.

Me gusta decir "cariño" y "guapa" y "eres un cielo".

Me gusta contar hasta diez.

Me gusta darme homenajes.

Me gusta hablarle a Zas.

Me gusta leer novelitas de Jazmín.

Me gusta sondormirme mientras veo "Amar en tiempos revueltos".

Me gusta practicar las negaciones de Pedro, aunque yo digo "no" más de tres veces al día.

Me gusta mi casa.

Me gusta dejarme el friegue en la pila para mañana.

Me gusta tener 36 prendas para planchar entre camisas, camisetas, faldas y pantalones.

Me gusta remendar lo que todavía tiene utilidad.

Me gusta el cepillo de dientes eléctrico. Es el mejor invento del mundo.

Me gusta quererme.

Me gusta ser repipi.

ME GUSTA ESTAR VIVA.

La semana de quince días

Semama fantástica

Desde hace ya bastante tiempo creo que El Corte Inglés es una toda una institución en España. Al estilo del toro de Osborne, pero con respecto a unos grandes almacenes. Y no creo ser la única en opinar así. De hecho, tengo la impresión de que son muchos los españolitos medios a los que si se les preguntase sobre la macro-tienda por excelencia, contestarían con el nombre con el que antiguamente se conocía un tipo de corte de tela para trajes de caballero.

Esta percepción la deben de tener también los responsables de esta gran empresa y claro, sabedores como son de que "marcan estilo" -bastante reconocible, por cierto-, se creen poseedores del privilegio del "todo vale". Hasta se han atrevido a convertir una semana en una quincena, por arte de... a saber...

Digo yo: ¿qué les costaría, ya que anuncian una semana fantástica de quince días, anunciar la promoción como lo que realmente es, esto es, una quincena? Deduzco que así establecen una especie de estira y afloja entre los precios competitivos y el poco tiempo que, a priori, va a tener el cliente para aprovecharse de los chollos: "aprisa, aprisa, señoras, señores, que en una semana se acabaron las ofertas".

En fin... que no deja de ser sorprendente que las semanas duren quince días... aunque como ahora el otoño no es otoño y el invierno se convierte en una semi-primavera, cualquier cosa vale ¿no?

En el suelo

Avance otoñal

En el suelo.
Como una hoja.
Muriendo.
Casi muerta.
Dos segundos más tarde,
muerta ya.


Hoy hubiera querido.
Desear
dicha y fortuna.

A quién se olvidó
de mi nombre.

Lo hubiera querido.
Pero sé
que no lo quiero.


No existe
el amor incondicional.
Y tampoco
el rencor de por vida.


El engaño se disuelve.
Tú me ves
borrosa.
Yo no alcanzo a verte.

La única verdad
que me sosiega
es saber que mentirme
me hace sonreir
cada mañana.

En el bar

Escuchado en uno de los bares de Linares, hace dos días, mientras tomaba una tisana de manzanilla:

Fulanita:
Yo no soy racista, pero oyes... es que, fíjate tú, han entrado al bar y sin cortarse un pelo, han venido a donde yo estaba pidiendo en la barra y me han rodeado... y eso sí que no, que a mí me dan no sé qué, que no me gusta verme entre tanta gente extraña.

Menganita:
Pues yo sí que soy racista, qué quieres que te diga... que es que en Puerto-I-Sant de los Desconciertos ya no se puede ir por la calle de tanto moro que hay, que hasta mi hijo me lo dijo el otro día... a mí me tienen harta.

Fulanita me miraba esperando que yo me solidarizase con su malestar. Menganita me miraba esperando que yo corroborase que el mundo ya no es el que era y que, a poco que nos descuidemos, nos sacarán de nuestras tierras -ja, ja y ja- a patadas.

Miré a ambas, levanté la taza para dar el último sorbo a mi manzanilla y mientras forzaba una hipócrita sonrisa, me bajé del taburete y les di las buenas noches. No me pesa no haberles respondido: ciertas situaciones es mejor evitarlas. Y una conversación de barra de bar suele estar más cerca de los sentimientos primarios que de la razón -el porqué, no lo sé, pero es así-.

A ellas les da miedo lo desconocido. A mí me da miedo lo que pueden llegar a pensar algunas personas que conozco. Sobre todo, porque hacer gala de que se es racista es tan... no encuentro la palabra. Lo cierto es que a mí me da pánico cómo se ve la paja en el ojo ajeno y no se ve la viga en el propio.


Quiero cayena, dame canela

Si se mira bien, el error es bastante comprensible. Entre "cayena" y "canela" sólo existe una letra que las diferencie. Hace un rato me he regalado un festival gastronómico: hoy comienzo mis vacaciones y qué menos que celebrarte, a ti misma mismamente, en la Mismidad más absoluta, con una cena a la altura de las circunstancias. Lo reconozco: me he hecho adicta a los autoregalos, a esos momentos en los que, aunque sepas a ciencia cierta que te estás mintiendo en un 65% -menudo porcentaje... ¿de qué, de verdad, de mentira, de ausencias, de presencias, de aceptaciones, de renuncias no expresas?-, necesitas homenajearte para dar rienda suelta a las risas más tontas, a las ideas más peregrinas, a los quereres más profundos y menos reconocidos... Que alguien cabal sea capaz de venir a decirme que la hipocresía no sólo es necesaria para ejercerla con los otros... Yo la considero indispensable: por ejemplo, hoy no sería capaz de mirarme al espejo y reconocerme como una mujer desnortada. "Ella" ha venido hace un rato a acompañarme, para que sepa a ciencia cierta que, a cada paso que doy, la tierra retumba por la firmeza.

Y esto, ¿a santo de qué? "Esto" es el párrafo anterior, :-)
Pues a que me da miedo reconocerme como una persona vulnerable. Yo. Salomé. La que escribe. La que lee. La que está detrás de todo este tinglado. Vulnerable e impredecible. Por todo lo que supone saberse débil. A veces pienso que me gusta tanto el teatro poruqe siempre te ofrece una puerta por la que escapar. Eso sí, mientras tú seas la que está sentada en la butaca y los demás sean los que se dejan la piel para contarte cómo se vive una historia creada por alguien que vivió hace doscientos años y que ha estado previamente sometida al filtro de un buen o mal entendedor de la vida teatral.

Retomo, que se me va Dios o la ayuda -que más bien sería el "Sin Dios"- por los cerros de Úbeda. Soy tan patosa, tan completa e increíblemente patosa, que cuando hace un rato he ido a coger el bote de la cayena -las guindillas de toda la vida- para añadir dos o tres vainas a los gambones en aceite y ajos, he confundido el tarro y he sacado el de la canela. Lo he visto de refilón y al ver lo de "ca" me he dicho: "éste es". Y ni corta ni perezosa, después de la debacle culinaria, no me queda otra que afirmar que: las colas de gambones con ajos, canela y guindilla -me ha dado tiempo a rectificar- están de lujo. Es más, no sólo de lujo, están de primerísima clase.


Tres o cuatro saltos de párrafo que no sé si luego se verán reflejados en la presentación del texto: sigo vulnerable. Me da miedo lo que tengo por delante. Sé que no me queda otra que aceptarlo: algunas de las personas a las que más quiero se están deteriorando. Y tengo todo un mes para comprobarlo. En estos casos, siempre recuerdo una frase que mi hermana repite con bastante frecuencia: mejor ocuparse que preocuparse. Es cierto: las fantasías catastrofistas no ayudan en nada cuando el panorama futuro es un tanto complicado. Pero a mí no deja de darme miedo el ser consciente de que es una mentira cochina, una grande y enorme mentira, fruto de la más pura y simple supervivencia, esta aceptación tan mega-chupi-guays del Paraguays de lo que llevo pasado en estos últimos nueve meses.

Addenda de 4 de agosto, 9:05 h.

El tremendismo y yo somos la misma cosa, :-))
Como todo hijo de vecino -y de vecina-, no descubro nada nuevo al hablar de la vulnerabilidad que, como seres humanos que somos, nos caracteriza. Ni tampoco de esta costumbre tan reciente que consiste en que se ha de ser feliz por encima de todo, sin dejar espacios para los malos días, para los malos momentos, para las temporadas complicadas. Tanto nos bombardean con esa consecución del hombre perfecto, del equilibrio "equilibradamente equilibrístico", que casi se siente vergüenza cuando el día a día se complica. Y para que no te cuelguen el sambenito de la tristona y amargada de turno, acabas pasando de puntillas por tu propia vida, cuando ésta, por una u otra cuestión, no es tan maravillosa como cabría esperar.

En fin... que ya estoy cansada de tanto misticismo barato, de tanto maestrillo de la filosofía oriental -¿qué filosofía, a ver, qué filosofía?- que, ejerciendo de sabedor-sanador experimentado, se coloca en el papel de mero espectador de vidas ajenas y luego, cuando alguno de sus conocidos se tambalea, acude corriendo a decirle qué es lo que está haciendo mal.

A veces pasan cosas

Sí, aunque parezca mentira. Y quizás, cuando menos se esperan. Hace un rato que he podido comprobarlo. Dentro de unas semanas veré como muchas caras conocidas, unas más agradables que otras y algunas, últimamente, estúpidamente altaneras, hacen sus malestas y se marchan por donde jamás hubiesen pensando que iban a tener que salir: por la puerta. Las sorpresas es lo que tienen, que te pillan desprevenido.

Se avecinan cambios y con ellos, llegará la debacle para muchos de los que han utilizado su ideología política como pasaporte para alcanzar la estratosfera administrativa. No comparto, ni de lejos, la forma que tienen de entender la vida y la sociedad los que hoy han conseguido la mayoría absoluta en el municipio en el que trabajo. En teoría, no puedo alegrarme de que hayan ganado. Pero en la práctica... en la práctica me alegro: gestionar para los ciudadanos manteniéndose al margen de lo que éstos necesitan en realidad, pasa factura. Y vivir en los mundos de Yuppi, como si todo fuese maravilloso y perfecto, acaba desvirtuándolo todo.

¿Cómo resolver este conflicto de sentimientos enfrentados? Para mí que no tiene solución: todo se reduce a esperar acontecimientos, sin más. A veces una se alegra de ser mediocre, sí. Estar en la parte más baja del escalafón supone que las bofetadas, de haberlas, llegarán muy, pero que muy atenuadas.

La espiral

La espiral

[Prólogo]

Miro.
Por ti.
Por mí.

Escucho.
Por ti.
Por mí.

Tiemblo.
Por ti.
Por mí.

Callo.
Por ti.
Por mí.

[…]

Rojo.
Con negro,
mucho negro.
El horror
siempre
es oscuro.

[Epílogo]

Huyo.
Por mí.
Lloro.
Por ti.

La muerte
es lo único que poseo.
La quiero conmigo.
Para atesorarla.

Vivo.
Por mí.
Sólo por mí.
.

Utopía

Utopía

Te llevaré de la mano
hasta la esquina
en la que pueda doblar
mi vida en dos,
en tres,
en cuatro partes
si hace falta.

Podrás contemplar
cómo son mis sueños
después de desnudarlos
y sabrás
que las tardes venideras
traerán
un cálido sosiego.

Te aseguro
que si para entonces
conservas tu mirada ingenua,
llamarás a la Utopía
por su nombre de pila,
como si la conocieras
desde el mismo momento
en que naciste.
.

Cuando el hambre aprieta...

... da igual que haya caido una nevada de impresión. ¿Que las chuletas se han de asar en en patio de una casa, sin más protección que una uralita que cubre la zona del fuego? Pues se asan, oiga usté, ¡faltaría más!.

Mi escapada a Linares para pasar la Semana Santa ha sido de todo menos aburrida: he andado bastante, he dormido también bastante y he comido tres días en plan campestre -bueno, uno en el bar, que hacía mucho frío para estar en la calle-. Me ha faltado salir por la noche, pero tampoco lo he echado de menos: es lo que tiene el cansancio, que no te deja hacer demasiadas cosas, :-)) Pero todo se andará.

El sábado cayó una nevada de las que hacen época. Así de mono quedó mi coche:

Como buena incauta que soy, lo aparqué en la puerta de la iglesia, con lo que si tras la nevada hubiese helado, todavía estaría allí estacionado.

El río bajaba, una hora más tarde de que dejase de nevar, hasta los topes -aviso: la calidad del vídeo es pésima, pero es el ruido del agua lo que hay que escuchar, :-D -:

¡Ah! el río hay que intuirlo: el cauce está marcado por la hilera de árboles que se ve al fondo del pequeño valle.

Si a alguien le apetece ver el resto de las fotos sobre la nevada las iré subiendo poco a poco a Flickr y en la cuenta que tengo en Youtube hay más secuencias de la nevada.

Porque me lo merezco

Hoja de roble

Renovarse o morir... Ni lo uno ni lo otro. Mejor mirarse al espejo y sonreir. Una arruga más -o dos o tres o... lo dejaremos en media docena-. Y trescientos sesenta y cinco días a las espaldas que han hecho caer una hoja de mi calendario particular para que nazca otra que dure doce meses más -y lo que te rondaré, morena, :-) -. Brindemos, :-))

Libiamo ne’lietti calici.

El juicio final

El juicio final (II)

Pude hablar
hasta llenar el mar
de tu silencio
con vocales distraídas
y consonantes sonoras.

Pude rezar
hasta fijar en tu gesto
la dicha olvidada
con tres rayos de luz
y un ramillete de azahar.

Pude hacerlo.
Pero no quise.

El sopor
se hizo amigo
de mis pasos
y ya no supe
caminar a tiempo.

Desde entonces
dormito
bajo un cielo
de tormenta.
Y temo escuchar una palabra.
Una sola.
La Única.

.
.

Afilado y punzante

Afilado y punzante
.
.
Ayer me preguntaste
por las palabras
que nunca quise decirte.
Que nunca te diré.

Hoy sabes
que mis brazos
no son capaces de soportar
tu tristeza.

Mañana
llegaré de madrugada
y contemplaré,
una vez más,
tu sueño inquieto.

Nunca hubiera imaginado
que perder el amor
entre las sábanas
doliese tanto.

Afilado y punzante,
el tiempo
ha sido mi asesino.
.

La mascletà en casa

En el barrio en el que viven mis padres hay una falla que dispara su mascletà -el día 19 de marzo; sólo hay presupuesto para un día y ha de ser el del patrón- justo delante de la plaza a la que da parte de la vivienda, que está en la primera planta. Retiran los vehículos aparcados alrededor, colocan carteles advirtiendo de que la zona es una zona de fuegos y ya está. La seguridad de las viviendas que hay alrededor se ve que no les importa demasiado, para eso están los seguros de daños a terceros que se contratan para estos actos ¿culturales?.

Ayer grabé un vídeo de los últimos 30 segundos de la mascletà. Cuando lo descargué al ordenador la pista de audio se fue de parranda y todavía no ha vuelto, por lo que las imágenes no tienen ni de lejos la misma fuerza -falta justo el final, pero bueno...-. Pero aún así las he publicado porque, al verlas, uno se puede hacer una idea de hasta donde se llega con esta manía tan arraigada en nuestra cultura de que las tradiciones están por encima de todo:

A mí me gusta la pólvora y comprendo hasta qué punto es inseparable de la fiesta fallera. Pero lo que no me gusta es que me tiren los petardos en la puerta de casa, siendo como hay descampados y lugares mucho más apropiados para hacerlo.

Doscientos mil euros

¿Qué harías tú con 200.000 euros?

A ver, se admiten sugerencias. Por de pronto, sirva como ejemplo lo que ha hecho el Ayuntamiento de Valencia:

Fallas 2007 (V)

Y esto no es nada. Calderilla, como dirían algunos. La ganadora de este año, la falla Nou Campanar tiene un presupuesto de 720.000 euros -120 millones de pesetas-. El doble -o un poco más- de la que le sigue después, Convento Jerusalén-Matemático Marzal, que lleva ya varios años queriendo llegar a lo alto del pódium pero quedándose siempre en los escalones inferiores. Al menos tiene el consuelo de poseer el ninot indultat de este año:

Joaquín Sorolla

Detalle de ninot (IV)

Si a mí me cuesta entender cómo se pueden llegar a gastar tantos millones de euros en monumentos que van a ser pasto de las llamas, no quiero ni pensar lo incomprensible que le resultará a cualquiera que no haya vivido en Valencia durante un tiempo...

Tanta ostentación no puede ser buena ¿o sí? A veces, me pierdo.

Estoy

Y ya es. Es mucho. Lo es todo. Si bien lo miro, es lo más importante. Después de un fin de semana desastroso, en el que han muerto un amigo del pueblo por culpa de un cáncer galopante y el padre de un amigo, creo que quejarme sería absolutamente improcedente. Duele tanta bofetada junta.

Sigo de baja. De momento. Complicaciones postoperatorias. Medicación nueva y ya veremos. Nada grave. Nada minimamente importante. Tan solo algo molesto. Sin más.

Paseo y paseo y pasaeo. Y Zas viene conmigo. También la cámara. Si alguno de los que venis por aquí ha pasado por Flickr, lo habrá comprobado. Salgo a más de cien fotos diarias. Sólo se pueden rescartar una o dos instantáneas, poco más. Pero es lo bueno de probar. Pruebas y pruebas y pruebas y como no existen limitaciones, casi todo vale. Da gusto equivocarse. Da gusto no pararse a mirar si tienes el balance de blancos activado en automático. Y quien dice eso, dice lo demás. Una hoja que nace; una sámara que quiere liberarse antes de hora; una gota de agua que se queda sujeta de una acícula, echándole un pulso a la gravedad...

Estoy. Y me basta.

Ritmo

Todo cansa. Y yo estoy cansada de la bitácora. No tengo demasiadas cosas que contar. ¿Introspección? Puede ser. Quizás todo se reduzca al agotamiento. Por no hacer, que ya es...

Hoy estado un rato entretenida: llevo algunos días ejerciendo de pirata novata -autodidacta, como la mayoría de todos nosotros-. El viernes pasado instalé el "emule" y entre extensiones de ficheros, formatos de grabación, fuentes, "códecs" -codificadores/decodificadores- y compresores -bueno, sólo ha sido uno- no he tenido casi tiempo de aburrirme.

He descargado varias películas -no he conseguido ver ninguna en el DVD que está conectado a la televisión... y eso que se supone que reconoce casi cualquier cosa- y algún que otro álbum de música. Esta mañana he encontrado un folio en el que anoté, hace ya algún tiempo, algunas BSO que me interesaban. Una de ellas era la de la película Transamérica y hace un rato la descarga se ha completado. Al escuchar el segundo tema he pensado que hay canciones que, sin venir a cuento, te dan un pellizco en salva sea la parte -mira que me gusta esta expresión, :-D -. ¿El motivo? El ritmo. Un ritmo sin demasiadas estridencias; vivo, contagioso y sin sonidos sofisticados -no me refiero al sentido clásico de esta palabra en el mundo musical...-.

Me gusta la voz de la cantante, Miriam Makeba, y sobre todo, el estribillo, que se acerca bastante a un jadeo "pre-orgásmico" -por imaginar, que no quede-. Se titula "Jol’Inkomo":

En esta BSO está incluido uno de los tres temas seleccionados para el Oscar a la mejor canción de los Oscars 2005: "Travelin’ Thru" de Dolly Parton,

Ritmo... justo lo que a mí me falta, :-(

Menos mal que la primavera está a la vuelta de la esquina. La única molestia hasta entonces será soportar el jolgorio fallero... Seré positiva, :)))

Penitencia

Me siento culpable, me siento culpable, me siento culpable, me siento culpable...

Estaba viendo uno de los reportajes de Informe Semanal: el juicio sobre el 11 de marzo de 2004. Cuando han comenzado a sacar imágenes sobre la masacre, he cambiado de cadena.

No lo soporto. Pero de eso ya hablaré otro día... hoy no tengo ganas. Sólo un breve apunte: Pilar Manjón cada vez me da menos pena. Abre la boca y sale una sentencia. La vuelve a abrir, y otra más. Sé que es una forma de defenderse, de parapetarse ante el dolor insufrible. Soy consciente de que casi cualquier cosa es comprensible. Pero que algo sea comprensible no quiere decir que sea razonable. Aunque la razón no cabe cuando parte de tu vida se ha ido por culpa de unos locos fanáticos.

A lo que iba: me he quedado en Telecinco viendo Dolce Vita, el parangón de la crutez televisiva. Y además, he cometido el pecado de comerme un plato de fresas con su consiguiente ración de nata. No contenta con eso, he vuelto a la nevera para terminarme lo que quedaba en la tarrina -de nata-. Mis cartucheras han perdido su nombre: ahora son cartuchones -si existe la palabra, que no lo sé-.

Como no pueda salir pronto de casa me va a dar algo... y poder, puedo. Pero muy poco rato. Y me canso mucho. Menos mal que ya no me queda ninguna "golosina" en la nevera...

Dígame, Padre ¿cuántos Padresnuestros he de rezar para salvar mi alma? Pecado capital... La Gula... Uysssss...

Volver o Cómo columpiarse gracias al nombre

La semana pasada vi la última película de Almodóvar. Se me pasó en su momento y hasta ahora, cada vez que había ido al videoclub, estaba alquilada. No sé por dónde empezar... Bueno, sí; por lo más destacable: he sido capaz de reconocer una calle de Almagro, que ya es... La casa de las protagonistas está situada allí. El resto -lo no destacable-: todavía no me explico cómo santas narices han seleccionado a Penélope Cruz como posible ganadora del Oscar a la mejor actriz. Salvo dos o tres momentos en los que se ve que sí que se cree su papel, el resto no pasa de ser una interpretación correctita que huele demasiado a imitación barata de la inalcanzable Sofía Loren -hay planos de la artista que parecen sacados de la época del realismo italiano-. Es mucho más destacable la interpetación de Blanca Portillo. El resto del reparto femenino -casi no hay hombres, y los que hay, son secundarios... menos que secundarios diría yo- está a la altura de las circunstancias, a excepción de la niña, que no es más inexpresiva porque no puede... A los extras que salen en las secuencias del pueblo manchego se les nota a la legua gua que no son profesionales: alguna que otra mirada de reojo a la cámara y algunos palos de escoba en forma de mujeres de luto son ejemplos más que suficientes. Lo que sí que está muy conseguido es la ambientación -no demasiado difícil si se rueda en lugares cercanos al que originó la historia-.

La historia... ¡ay, la historia! No se sostiene ni con parihuelas: lo único creíble es cómo se beneficia el personaje que interpreta Carmen Maura de las creencias esotéricas de la gente del pueblo. Nadie se arrepiente, nadie sufre por los actos que ha cometido... se toman la justicia por su mano y Almodóvar pretende que encima aplaudamos a las protagonistas porque ellas son así, Mujeres de las de Toda la Vida: mujeres coraje, mujeres de rompe y rasga, de aquí estoy yo... Uffff, no digo más porque puede que alguno de los que pasáis por aquí no la haya visto y no es cuestión de destriparla...

Gigantes -sin cabezudos-

(Pulsad sobre la imagen para ver la fotografía.)

Ya soy famosa, :-)

Pensaba que nunca iba a tocarme a mí... pero como todo hijo de vecino -hija en este caso-, tengo derecho a mis cinco minutos de fama y voy a aprovecharlos, que no se diga que no sigo al pie de la letra las indicaciones del "Manual del Buen Mediocre".

A ver... En Flickr existe un apartado -me he enterado esta mañana; de todo tiene que haber en este mundo- que se llama Explore en el que se puede ver una selección de las fotos más interesantes, que se clasifican por días: quinientas cada veinticuatro horas -eso he creido entender-.

Me ha avisado de la inclusión de la foto de los molinos una amiga que entra de cuando en cuando a mi álbum. Resulta curioso: de la serie sobre los Molinos, las dos que están tratadas, editadas y modificadas hasta el infinito son las las que más comentarios y visitas han recibido -los puristas de la fotografía digital dirían que eso es un sacrilegio- y las que están en color, sin apenas retoques salvo el brillo y el contraste, se han quedado en el más absoluto olvido. A mí, particularmente, la que más me gusta es la tercera -en otro álbum que tengo la he titulado "Gigantes", de ahí el título de la entrada-.

Después de que se me pasen los efluvios del "autobombo", pondré los pies en la tierra y leeré mil veces un artículo de un tal Frabizzio -publicado en una bitácora llamada "La cosa húmeda"... ¿os suena?- en el que, muy en su papel de "yo no soy de esos", pone de vuelta y media a todos los que practican-practicamos el narcisista deporte de las redes sociales: el ping-pong ad infinitum*.

Pues eso...

*Podría enlazarlo, pero ya es bastante famoso...