Dos dudas existenciales. La primera:
Entré en
Mercadona.. Sí, he de reconocerlo: cuando dejé de trabajar como cajera de supermercado juré que no volvería a poner los pies en un antro semejante, y que siempre haría mis compras en el mercado o en tiendecitas de barrio. Lo juré, pero menos mal que este tipo de juramentos en falso no se persiguen ya -¿acaso, a estas alturas de la vida, alguno está penado?-, porque sino, ahorita mismo estaría cumpliendo prisión por mentirosa. Sigo: entré en Mercadona y tal cual entré, me giré para volver a la puerta. Un cartel pegado en uno de los cristales laterales me había llamado la atención. Salí para poder leerlo con atención. Decía así:
Reunión informativa de ensaladas. Próximo martes, 25 de octubre, a las 18.30 h.
Cerca de casa organizan reuniones de ensaladas ¡y yo sin enterarme! Me llevé un susto de muerte: mira que si se me llega a pasar la posibilidad de comprobar, in situ, en primerísima persona, qué siente la lechuga cuando es arrancada de su raíz en el campo; cómo encaja el tomate el saberse objeto de comercio; qué hace la zanahoria para no perder la compostura en el momento en el que ve asomar un rallador de verduras...
La pregunta: ¿Desde cuando se reúnen las ensaldas para compartir información?
La segunda duda existencial:
Estaba viendo la tele. En concreto,
TV3 -la emisora pública catalana; en Valencia se sintoniza bastante bien y el programa que hacen por la tarde,
El Club, es bastante entretenido-. En una de las pausas hechas para la publicidad caí en la cuenta de que no todos los anuncios están doblados al catalán. Un ejemplo, el primero que vi esa tarde: uno de
Gallina Blanca que habla sobre lo bueno que está el pollo cocinado con una salsa al chilindrón, de las preparadas previamente. Sale un niño contando, en castellano, lo muy mucho que le gustó a su padre el manjar, y después, cuando el anuncio pasa a ofrecer imágenes del producto envasado, se escucha una voz en off, esta vez en catalán. Pensé "mira, esto sí que es un claro ejemplo de bilingüismo". No me parece mal, que conste. Pero lo que sí que me dejó sorprendida, sorprendidísima, fue el siguiente anuncio. Esta vez era de
Amena. Una mujer vestida de verde se dirige a la cámara para decirle al espectador que como la noticia que ha de contar es mala, prefiere que sea alguien cercano al televidente el que lo haga. En ese momento, le da paso a una segunda persona -una abuelita, un amigo querido...- para que sea ésta la que ofrezca la información. Sin problemas. Quiero decir, nada que objetar. Pero... de repente caí en la cuenta de que en la parte inferior de la pantalla aparecían unas letritas amarillas, que iban desplazándose hacia la izquierda, como las que se ven cuando te avisan de lo que puede costar enviar un mensaje telefónico para participar en un concurso o en una votación. Me dije "vaya, menuda metedura de pata, pero si han escrito con "z" la palabra cero". No, no había error ortográfico. Es que el anuncio estaba subtitulado. Desde el principio hasta el final.
Pregunta: ¿Acaso existe algún catalán o residente allí -dejando fuera a los extranjeros- que no entienda el castellano? ¿Es necesario ser tan absoluta y estúpidamente correctos? Por dios, es que no puedo comprender este extremismo lingüístico, no.